9º Congreso del CIÉDI: «La responsabilidad ética y social de las empresas informativas»

La 9ª edición del Congreso Internacional de Ética y Derecho de la Información CIÉDI 2011 se celebrará en Valencia durante los días 11 y 12 de noviembre, y tratará sobre La responsabilidad ética y social de las empresas informativas.
 
Puedes consultar toda la información sobre el Congreso, los ponentes principales, detalles de inscripción, etc. en la página web del 9º CIÉDI.  El plazo de envío de abstracts finaliza el jueves 31 de marzo, y el de envío de las Comunicaciones el 15 de junio.

Como novedad, el Congreso contará con una sesión para exponer en público las prácticas más positivas en la docencia de la Ética de la Información, y anima a los congresistas que son profesores de esta materia a aportar sus mejores experiencias.

El Congreso está abierto a la participación de profesores, investigadores, y alumnos de doctorado en estas especialidades; profesionales de la comunicación; alumnos de últimos cursos de las carreras de Comunicación y Derecho; y otras personas interesadas en la materia. Los profesores universitarios inscritos podrán acudir junto con un alumno de doctorado de su Departamento, sin necesidad de abonar la cuota del doctorando.

The role of dialogue and reciprocity in the company: legitimacy, happiness and competitiveness

Unable to fully understand the modern economic process from an approach based solely strategic rationality, during the last decade it has been witnessed, through an increasingly extensive literature on the subject, many economists have begun to question the anthropological assumptions upon which rests the modern economic theory.
This critical process has been brewing since Von Neumann and Morgenstern presented the now famous theory of games through his work Theory of Games and Economic behaviour (1944), where the «zero-sum games» are introduced as source and method study of economic interactions in order to predict the behaviour of rational agents. While games theory was also based on their day on the assumptions of homo economicus, its importance lies mainly in their method that allowed the visualization of the problem for the first time. The study and development of the theory was producing some paradoxes and dead streets ends, the more effort to find plausible solutions, the more growth in their number and complexity.
The introduction of other fields of study in games theory, such as psychology, sociology, evolutionary biology, moral philosophy and, ultimately, neurology, has revealed three important issues. First, the behaviour of economic agents do not respond implicitly to a single model of human being: selfish, individualistic and guided purely by strategic rationality. Secondly, their behaviour into the organization is much more complex than previously thought at first. Thirdly, reciprocity is currently nominated as one of the cornerstones of the new economic theory.
These issues have begun to highlight the need to transform our organizations to improve and strengthen them. It to generate a greater tangible and intangible value to the organization that minimizes the uncertainty of the market (especially in times of crisis) and, on the other hand, to ensure that the benefits of their activity also result in improved quality of life of its internal stakeholders: owners, shareholders, employees, directors, partners, suppliers, etc. And in the order to gets these issues is essential for the organization to attend one of the concepts more forgotten and derided by classical organizational theory: the reciprocity.
The current problem is, as is well known that the design of institutions, organizations and companies in the market favors strategic behavior and penalize the rest, as the ethical or reciprocal, when considered as a liability that slows or minimizes the pursuit of profit. Get rid of such unfair prejudice is the first step to have an economy with institutions, organizations and businesses, economic, social and moral development; that are consistent and not at odds with human nature, serving people and not exclusively the interests of a particular stakeholder.
As noted from the dialogic business ethics in economic contexts is not only key to the ability of firms to generate strategic benefits, but also and above all, communicative and relational. Communicative because these benefits are related to the credibility and legitimacy of the company. Through meeting the legitimate expectations of its stakeholders, the company can moral resources to manage such as trust and reputation, comunicative benefits that enable to carry out its activities in the medium and long term. And relational because these benefits are linked which the happiness of economic agents, such as friendship. This fact is very important, because through allowing build reciprocal relationships within the company, economic agents can meet his expressive needs. So, they can build their identities and achieve happiness.
Dialogue is the element that allows communication within the company. A communication oriented to understanding that enables the legitimacy of the company. And reciprocity is the element that allows non-strategic relationships within the company. Relations oriented to satisfy the expressive needs of the economic agents who allow their happiness and the improved competitiveness of the company. For these reasons, it is important that the company looks to improve its dialogue with internal stakeholders and allow reciprocal relationships within the company. This helps improve your business prospects in the medium and long term.

Curso de conducción eficiente

La Fundación Feaps, junto con IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía) y AVEN (Agencia Valenciana de la Energía), ha lanzado una original propuesta para mejorar la sostenibilidad ambiental de nuestras ciudades, un Curso de conducción eficiente cuya pretensión es fomentar un nuevo estilo de conducción que logre, por una parte, ahorrar carburante y, por otra parte, mejorar la seguridad al volante, reduciendo con ello tanto las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera como la siniestralidad en la carretera.

Este curso, pensado y abierto para todo tipo de conductores de vehículos -aunque considerada de gran provecho para todas aquellas empresas y profesionales que tengan en la conducción su principal forma de trabajo- es totalmente gratuito y está previsto para la semana del 14 al 18 de febrero.

Para inscribirse hay que rellenar el formulario que se adjunta y enviarlo junto con una copia del carnet de conducir y del DNI a la siguiente dirección rsc@feapscv.org o vía fax al 96.392.48.67 e indicando: curso de conducción eficiente (solicitar el formulario en la misma dirección de correo electrónico)

La fecha tope para hacer efectiva la inscripción es el 7 de febrero.

Economía del decrecimiento: ¿una alternativa?

Carmen Martí, 21/01/11

La economía del crecimiento se plantea en el momento actual como una especie de dogma, algo sobre lo que no cabe ningún tipo de deliberación o reflexión, pues no puede ser de otra manera. El objetivo de la economía es el crecimiento, y sin crecimiento no hay economía. Pero ¿es esto una certeza sin más? ¿Debemos seguir creciendo? ¿Sólo hay una manera de crecer? ¿Sólo es posible una economía del crecimiento? Criticar esta visión, en el sentido puro de criticar como discernir sobre lo que se plantea como indiscernible, fue el objetivo del Seminario ÉTNOR celebrado ayer, con la conferencia “Economías del crecimiento y decrecimiento”.

José Mª Tortosa, Catedrático de Sociología de la Universidad de Alicante, empezó su análisis con los problemas que la actual economía todavía no ha resuelto: “un mundo viviendo por encima de sus posibilidades económicas, ecológica y sociales”. En primer lugar, el ponente destacó el enorme endeudamiento de los países, pero también de las familias y las empresas. “EE.UU. tiene un Producto Interior Bruto de 14 billones de dólares, y en 14 billones se estima también su deuda pública”, lo que supone un tercio de la deuda pública mundial estimada en 38 billones de dólares.

En segundo lugar, vivimos por encima de nuestras posibilidades ecológicas. “El concepto de huella ecológica es muy discutible, y los métodos de medición del mismo también, pero lo que no es discutible es que estamos dejando una huella que puede poner en peligro no la supervivencia del planeta, sino la supervivencia de la especie humana”. Y un mundo también que vive por encima de sus posibilidades sociales. “El problema del hambre y de la pobreza no es un problema de producción sino de reparto”.

Ante esta situación parece incuestionable la necesidad de aumentar el crecimiento. ¿Lo es? Es importante el crecimiento, destacó Tortosa, “para resolver el problema del empleo, desde luego, y también si queremos resolver el problema de la alimentación, si no cambiamos de modelo”. “Pero hace falta decrecer para resolver el problema medioambiental. El planeta es finito, y la huella ecológica es real, se calcule como se calcule”.

“Pero también podríamos pensar en decrecer para solucionar el desempleo y la alimentación a través de la repartición del trabajo y la reducción del consumo. Ese es el dilema. La respuesta convencional ha sido más crecimiento, porque vemos la crisis como decrecimiento, recesión: decrecimiento del empleo, lo que conlleva decrecimiento de inclusión social, y de otras necesidades básicas como el bienestar, la libertad, la seguridad, etc.”
El decrecimiento se plantea como una alternativa, según Tortosa, “sin poder de decisión”, pero que puede ayudarnos a pensar y reflexionar sobre modelos alternativos a la reduccionista visión dominante. El principal obstáculo al que se enfrenta es la falta de casos prácticos de éxito. Aunque existen ejemplos como Sarvodaya Sramadana, en Sri Lanka o el proyecto actual de Salinas de Guaranda, Ecuador, “sería muy difícil, por no decir improbable, poder exportarlo a escala mundial”. A estos obstáculos se suman: la lógica de la competitividad, sin cabida para los sentimientos morales; el individualismo y el cortoplacismo; que los efectos del cambio climático son menores para los países desarrollados; la falta de percepción de la gravedad y dudas sobre el cambio climático; que las personas no se reconocen como seres eco-dependientes; la necesidad de tomar decisiones colectivas y que “se necesita tiempo para el cambio, aunque es poco el tiempo que queda para actuar”.

“Las características del problema mismo son demasiado complicadas para mentes tan primitivas como la nuestra”, sentenció Tortosa, “hay otras posibilidades, no es impensable, aunque no sea probable, una economía basada en el beneficio mutuo, una política fundada en la colaboración una cultura orientada la intercambio de culturas, y un sistema militar que no amenace a nadie”.

“Estamos no en una época de cambios sino realmente en un cambio de época”, concluyó el ponente, en un sistema muy alejado del equilibrio y con fuertes fluctuaciones, es decir, impredecible. Pero la gran ventaja que tiene un sistema así es que es más fácil actuar sobre él que en momentos de estabilidad, “por lo que la responsabilidad ética de cada cual es ahora más clara que nunca, porque la decisión de cada uno ahora puede tener efectos sobre el sistema que antes no tendría”.

Universalizar la excelencia

Adela Cortina, 20/01/11
En un reciente congreso celebrado en la Universidad de Évora debatían los participantes sobre un asunto crucial para la educación. Dos modelos educativos parecían enfrentarse, el que pretende promover la excelencia, y el que se esfuerza ante todo por no generar excluidos. Parecían en principio dos modelos contrapuestos, sin capacidad de síntesis, esas angustiosas disyuntivas que se convierten en dilemas: o lo uno o lo otro.
Afortunadamente, la vida humana no se teje con dilemas, sino con problemas, con esos asuntos complicados ante los que urge potenciar la capacidad creativa para no llegar nunca a esas «elecciones crueles», que siempre dejan por el camino personas dañadas. Por eso la fórmula en este caso consistiría -creo yo- en intentar una síntesis de los dos lados del problema, en universalizar la excelencia, pero siempre que precisemos qué es eso de la excelencia y por qué merece la pena aspirar a ella tanto en la educación como en la vida corriente. No sea cosa que estemos bregando por alguna lista de indicadores, pergeñada por un conjunto de burócratas, que miden aspectos irrelevantes, aspectos sin relieve para la vida humana, a los que, por si faltara poco, se bautiza con el nombre de «calidad».

En realidad, el término «excelencia», al menos en la cultura occidental, nace en la Grecia de los poemas homéricos. Recurrir a la Ilíada o la Odisea es sumamente aconsejable para descubrir cómo el excelente, el virtuoso, destaca por practicar una habilidad por encima de la media. Aquiles es «el de los pies ligeros», el triunfador en cualquier competición pedestre, Príamo, el príncipe, es excelente en prudencia, Héctor, el comandante del ejército troyano, es excelente en valor, como Andrómaca lo es en amor conyugal y materno, Penélope, en fidelidad, y así los restantes protagonistas de aquellos poemas épicos que fueron el origen de nuestra cultura, al menos en parte, porque la otra parte fue Jerusalén.
Pero el excelente no lo es solo para sí mismo, su virtud es fecunda para la comunidad a la que pertenece, crea en ella vínculos de solidaridad que le permiten sobrevivir frente a las demás ciudades. Por eso despierta la admiración de los que le rodean, por eso se gana a pulso la inmortalidad en la memoria agradecida de los suyos.

Al hilo del tiempo esa tradición de las virtudes se urbaniza, se traslada a comunidades, como la ateniense, que deben organizar su vida política para vivir bien. Para lograrlo es indispensable contar con ciudadanos excelentes, no solo con unos pocos héroes que sobresalen por una buena cualidad, sino con ciudadanos curtidos en virtudes como la justicia, la prudencia, la magnanimidad, la generosidad o el valor cívico. Ante la pregunta «excelencia, ¿para qué?» habría una respuesta clara: para conquistar personalmente una vida feliz, para construir juntos una sociedad justa, necesitada de buenos ciudadanos y de buenos gobernantes.
A fines del siglo pasado surge de nuevo con fuerza la idea de excelencia al menos en tres ámbitos. En el mundo empresarial el libro de Peters y Waterman En busca de la excelencia invita a los directivos a tratar de alcanzarla siguiendo principios con los que otras empresas habían cosechado éxitos. En el mundo de las profesiones se entiende con buen acuerdo que el profesional vocacionado, el que desea ofrecer a la sociedad el bien que su profesión debe darle, aspira a la excelencia sin la que mal podrá lograrlo. Y también en el ámbito educativo florece de nuevo el discurso de la excelencia, al que es preciso dar un contenido muy claro para no confundirla ni con las supuestas medidas de calidad, un tema que queda para otro día porque requiere un tratamiento monográfico, ni con la idea de una competición desenfrenada en la escuela, en la que los fuertes derroten a los débiles. Conviene recordar que en la brega por la vida no sobreviven los más fuertes, sino los que han entendido el mensaje del apoyo mutuo, los que saben cooperar y por eso les importa ser excelentes.

La excelencia, claro está, tiene un significado comparativo, siempre se es excelente en relación con algo. Pero así como en las comunidades homéricas importaba situarse por encima de la media, el secreto del éxito en sociedades democráticas consiste en competir consigo mismo, en no conformarse, en tratar de sacar día a día lo mejor de las propias capacidades, lo cual requiere esfuerzo, que es un componente ineludible de cualquier proyecto vital. Y en hacerlo, no solo en provecho propio, sino también de aquellos con los que se hace la vida, aquellos con los que y de los que se vive. En esto sigue valiendo la lección de Troya.
A fin de cuentas, no se construye una sociedad justa con ciudadanos mediocres, ni es la opción por la mediocridad el mejor consejo que puede darse para llevar adelante una vida digna de ser vivida. Confundir «democracia» con «mediocridad» es el mejor camino para asegurar el rotundo fracaso de cualquier sociedad que se pretenda democrática. Por eso una educación alérgica a la exclusión no debe multiplicar el número de mediocres, sino universalizar la excelencia.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y Directora de la Fundación ÉTNOR

Artículo Originalmente Publicado en EL PAÍS el 29/12/10

Libro: Prensa y comunicación. Relaciones informativas responsables

La obra, escrita por Adriana Amado Suarez, busca trabajar el tema de las relaciones informativas dentro de las especificidades que pueda encontrar en cada uno de los ámbitos de actuación de los profesionales que trabajan en el ámbito del periodismo y las relaciones institucionales. Editorial La Crujía (Buenos Aires) – 2003.

Para escuchar una breve entrevista realizada por el Grupo DirCom (Pasión por la Gestión y la Comunicación) con la autora del libro entre en el enlace que sigue: http://www.grupodircom.com/libros/505-adriana-amado-prensa-y-comunicacion-relaciones-informativas-responsables.html

La neuroética y las “razones del corazón”

José Manuel Carballido Cordero, 8/01/11

La neuroética puede ser definida como aquella ética aplicada al campo investigativo propio de la neurociencia. Pero también, como la neurociencia de la ética (Neil Levi, “Neuroethics: Challenges for the 21st Century”); en este sentido, se propondría ir más allá de las implicaciones que la neurociencia tiene para la sociedad, con el fin de examinar la posibilidad de un fundamento neurológico del conocimiento y comportamiento morales (Adina Roskies, Neuroethics for the New Millenium).
Adela Cortina, en su muy interesante conferencia de septiembre de 2010 en Valparaíso, también distingue ambos sentidos, denominando “ética aplicada” al primero y “ética (con pretensiones de ser) fundamental” al segundo. Dicha intervención de nuestra profesora en el III Congreso Internacional sobre Xavier Zubiri contempló al cerebro craneal como el único órgano en donde encontrar las bases del comportamiento moral, sin hacer referencia a los intrigantes y relativamente recientes estudios que mencionan la existencia de un sistema nervioso independiente alojado en el corazón de los seres humanos (compuesto por unas 40.000 neuronas), ni de su íntima conexión con el cerebro craneal.
En lo que resta de entrada a este blog, me propongo un triple objetivo: i) introducir al lector una nueva disciplina, la neurocardiología, y sus posibles consecuencias en el terreno de la fundamentación de la ética; ii) proponer una complementación a la respuesta que Adela Cortina da al desafío de la neuroética a la vista de lo recogido en i); iii) para concluir con cómo esta nueva rama del saber médico aporta de modo inesperado un respaldo al concepto de “razón cordial” de A. Cortina. Por lo tanto, recomiendo al lector que escuche la conferencia antes de seguir leyendo esta entrada.
i) La neurocardiología constituye la disciplina psicofisiológica que estudia la actividad neuronal propia del corazón (el órgano posee una red de neuronas independiente), así como sus flujos de información con el cerebro craneal (entre otros, vía sistema nervioso y hormonal). En 1991, el doctor J. Andrew Armour, pionero de la esta rama médica, introduce el concepto de cerebro del corazón, puesto que “el sistema nervioso del corazón contiene todos los elementos necesarios para el procesamiento de información” (2004: 79).
Desde el punto de vista fisiológico, el dr. Armour observa además que los dos centros neurológicos, el del corazón y el del cerebro, están conectados al menos por el sistema nervioso central y el sistema hormonal (desde 1981 se sabe que el corazón es una glándula endocrina que segrega hormonas, entre ellas la oxitocina u “hormona del amor”), por lo que la información fluye en ambas direcciones afectando profundamente la actividad del cerebro craneal. Al respecto, quiero destacar la siguiente particularidad:
“A pesar de que el cerebro craneal está diseñado para una comunicación en ambas direcciones entre los sistemas cognitivo y emocional, el número real de conexiones neuronales que salen de los centros emocionales hacia los centros cognitivos es mayor que el de las conexiones en dirección inversa. Esto explica, en parte, el tremendo poder de las emociones, en contraste con el mero pensamiento. Una vez que una emoción es experimentada, ésta se convierte en una motivadora poderosa de futuros comportamientos, afectando acciones puntuales, actitudes y logros a largo plazo” (Institute of Heart Math).
De esta manera, concluyo que si la neuroética pretende fundamentar neurológicamente la moral no puede obviar las investigaciones de la neurocardiología. La respuesta ha de estar no sólo en el cerebro craneal, sino en las relaciones más complejas de lo que hasta ahora había supuesto la ciencia entre corazón y cerebro.
ii) Lo que acabo de traer a colación no debe entenderse como una confirmación del “intuicionismo moral” tipo Jonathan Haidt, autor mencionado en la conferencia de Adela Cortina. Las emociones informan los pensamientos en gran medida, pero los pensamientos también a las emociones. Asumo que la neurocardiología permite pensar que ante dilemas morales tomados en serio, ambos centros están trabajando en la búsqueda de la mejor decisión posible y que, por lo tanto, sí somos capaces de dar razones convincentes de por qué hicimos A o B, lo cual es fundamental, además, para poner en cuestión muy seriamente el puro emotivismo como enfoque ético: las emociones no sólo se vivencian, se pueden y deben cultivar, como acertadamente señala A. Cortina siguiendo a Aristóteles. Cuanto mayor sea esta formación, mejores razones podrá el “formando” dar sobre sus decisiones en el terreno de lo moral. La intuición de Blas Pascal de atender también a las “razones del corazón” quedan, curiosamente, constatadas mediante los descubrimientos de la neurocardiología.
Por lo tanto, a aquellos autores que afirman que hay una moral universal inscrita en el cerebro se les podría recomendar una revisión de lo que entienden ellos por “cerebro” (obviamente, y en esto estamos con A. Cortina, algunas posturas provenientes de la neurociencia sólo conllevan a reduccionismos positivistas del campo de lo moral). Pero sí creo que la neurocardiología aporta elementos muy interesantes para una idea de moral universal como estructura en el sentido zubiriano. Aquí no puedo extenderme más, espero que se pueda vislumbrar este punto con la exposición en i).
iii) Para concluir finalmente, creo que con la neurocardiología la “compasión”, entendida como valor moral y “motor del sentido de la justicia”, gana una nueva y definitiva evidencia. Hoy podemos claramente decir sin miedo a equivocarnos, que cuando hablamos de compasión nos referimos a esa emoción que surge desde el corazón (ya no sólo en sentido figurado) y que nos lleva a la máxima acción racional de la que es capaz un ser humano, la de ayudar a sus semejantes. Una ética de la “razón cordial” no sólo es deseable, sino plenamente posible.

Libro: La Responsabilidada Social Corporativa Interna

“La responsabilidad social corporativa interna” es un libro de Manuel Carneiro. La obra trata sobre la responsabilidad social aplicada al mundo de las empresas, especialmente en lo que se refiere al ámbito interno de las obligaciones empresariales. Para esto, analiza el concepto de responsabilidad social interna, sus características, orígenes y las derivaciones que existen de ella. En definitiva, es una obra que busca dimensionar el nuevo reto de la gestión de los recursos humanos en las empresas. (Madrid, ESIC, 2009).