“Por una economía del bien común”, último libro de Zamagni

Stefano Zamagni acaba de publicar en español Por una economía del bien común, prologado por la filósofa Adela Cortina [leer prólogo].

Zamagni, profesor de Economía Política en la Universidad de Bolonia y en la John Hopkins University, es uno de los principales exponentes de la corriente de pensamiento conocida como economía civil.
Los doce capítulos que forman este libro, que se corresponden con otros tantos trabajos elaborados a lo largo de los últimos años por el autor, explican por qué el concepto de bien común ha ido desapareciendo del lenguaje económico y su puesto ha sido ocupado por otros conceptos como bien público, bien privado o bien total, provocando cierta confusión conceptual.
Se habla de bien común cuando cada uno realiza su interés junto al de los demás y no sin contar con los demás, como ocurre con el bien público, o en contra de los demás, como ocurre con el bien privado.

Recuperar la idea de bien común supone recuperar la relacionalidad en economía, dando protagonismo a principios como el de reciprocidad, abandonados en la fase capitalista de la economía de mercado.

Una propuesta valiente para construir un nuevo modelo económico que considere el interés general, que valore la idea de comunidad y que persiga el bien de la sociedad.
Llevada al terreno político, la propuesta se transforma en una vigorosa apuesta por la democracia deliberativa. Un libro, en definitiva, para pensar e idear en lo concreto un futuro distinto, más inclusivo y más digno del ser humano.

Cuenta atrás para el XX Congreso EBEN 2012: “La imagen de la empresa en el Siglo XXI”

Valencia acogerá este mes de junio el XX Congreso anual de la Asociación de Economía, Ética y dirección, EBEN 2012, organizado por la Fundación Etnor con el lema ‘La imagen de la empresa en el Siglo XXI’, según informa en un comunicado.
   En el encuentro, que se celebrará del 20 al 22 de junio, se tratarán cuestiones como la interactuación entre empresa y sociedad en la actualidad, la reputación de la empresa, la relación de la empresa con sus grupos de interés, la crisis de confianza en empresas e instituciones y la divergencia entre los esfuerzos de la empresa por generar una buena imagen y la escasa credibilidad que genera en la sociedad.
   Otro de los ámbitos del congreso serán los nuevos enfoques desde las neurociencias aplicadas a la empresa y la economía, como son el neuromarketing y la neuroeconomía. 
   El profesor de Economía Política de la Universidad de Bolonia y autor de Por una Economía del Bien Común, Stefano Zamagni, inaugurará el congreso con una conferencia sobre el papel de las emociones en la economía.
   Entre los ponentes que ya han confirmado su presencia se encuentran también Justo Villafañe, creador del Monitor de Reputación Corporativa en España Merco, que hablará de lo qué piensan los españoles de las empresas; el Catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona Antón Costas, que ofrecerá una lectura ética de las instituciones financieras, y los Catedráticos de Ética Jesús Conill y Domingo García-Marzá, encargados de presentar el novedoso tema del Neuromarketing y la Neuroeconomía.
   El congreso está abierto a presentar comunicaciones y se ha ampliado el plazo de envío de resúmenes hasta este viernes, 25 de mayo. Los interesados pueden obtener más información en la web ‘http://etnor.org/congresoeben2012‘.
   La Asociación EBEN España, rama española de la European Business Ethics Network, organización Europea pionera en el estudio de la ética económica y empresarial, reúne desde hace 20 años en este encuentro a académicos y representantes de prestigiosas universidades, escuelas de negocios y organizaciones como ESADE, IESE, IE Business School, Forética, la Universidad Pontificia de Comillas, la Universidad Ramón Llull, y las Universidades valencianas: Universitat de Valencia, Universitat Jaume I , y Universidad Politécnica, entre otras.

Programa del congreso: descargar pdf 

Stefano Zamagni habla sobre potenciar la ética empresarial a través del caritas in veritate

El profesor Stefano Zamagni regresó de nuevo a España para impartir la conferencia Caritas in veritate, a timely message to revitalize business ethics en la UPCO, donde expresó su convencimiento de que el mensaje implicito en la encíclica baticana puede ayudar a potenciar y desarrollar la ética empresarial.

El profesor Zamagni, autor de numerosos libros y artículos de economía, es catedrático de Economía Política en la Universidad de Bolonia; profesor adjunto de Economía Internacional en la John Hopkins University, Bologna Center; profesor contratado de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Luigi Bocconi, de Milán, y miembro de Comité Ejecutivo de la Asociación Internacional de Economía. Ha sido asesor del exprimer ministro Romano Prodi y consultor del Pontificio Consejo Justicia y Paz.

Zamagni comenzó su intervención con algunas consideraciones sobre la encíclica, la primera de la postmodernidad dedicada a la doctrina social de la Iglesia. A su juicio, el paso a la posmodernidad está marcado por dos fenómenos interdependientes: la globalización y la tercera revolución industrial, cuyo nacimiento simultáneo y paralelo ha acarreado no pocos problemas. En este contexto, el Papa Benedicto XVI quiso leer esta nueva era desde la óptica de la doctrina social de la Iglesia.

La encíclica recoge dos nuevos hechos característicos del período en que nos encontramos: la separación entre economía y ética y un individualismo axiológico. La separación del mundo de la economía del de la ética es un fenómeno a todas luces reciente, los economistas clásicos eran también pensadores, filósofos y politólogos. Hoy en día, dijo, los economistas no necesitan estudiar ética porque la economía es una ética en sí misma y esa segregación de los saberes, se observa en la misma configuración de las titulaciones y los planes de estudios en las universidades. Para Zamagni una implicación más de esta concepción es la amoralidad del mercado. El individualismo axiológico supone, explicó Zamagni, que cada cual es responsable de sí mismo y que los valores son los que uno mismo decide. De este principio se desprende, por ejemplo, la crisis de los colegios, escuelas y universidades contemporáneas, de las que se espera que instruyan, pero no que eduquen. «La educación está prohibida -aseguró-. Padres y profesores no deben educar, porque la educación se considera contraria a la libertad».

Extrae cinco consecuencias de estos dos hechos. La primera es la «financialización» de la economía: las finanzas se han convertido en auto-referentes, un fin en sí mismas. «La crisis de los últimos años es el ejemplo más importante de la «financialización» de la economía y las burbujas especulativas demuestran su peligrosidad», dijo el conferenciante. La segunda, la reducción de la tasa de innovación. «En las últimas décadas, el emprendimiento ha descendido», afirmó, y ésta no es una cuestión menor para el Papa, puesto que una de las palabras clave de Caritas in veritate es «emprendedor», que aparece 25 veces. Zamagni distinguió entre renta y beneficio, y comentó que el pontífice propone luchar contra la renta no productiva: «necesitamos más emprendedores», dice en la encíclica.

La deslegitimación del trabajo es la tercera de las consecuencias. «En los últimos años, solo los estúpidos trabajaban», lo verdaderamente atractivo, afirmó, era dedicarse a la especulación o las corruptelas. Esta pérdida de valor del trabajo es mala para la economía, pero es aún peor para la vida cristiana. «Dios creó el mundo, pero no lo completó y pide a los hombres que lo hagan con su trabajo»; por eso, «una cultura que deslegitima el trabajo va en contra del pensamiento cristiano».

En cuarto lugar, se observa que las empresas se han convertido en mercancías, y con ellas sus trabajadores. El planteamiento es que si la compañía es sólo un producto más, puedo deslocalizarlo sin tener en cuenta siquiera a los trabajadores, que no son mi problema. Afortunadamente, concedió, esta concepción no ha tenido éxito en Europa, en países con Francia, Italia o Alemania, pero sí en Reino Unido y, sobre todo, en Estados Unidos, donde es un desastre.

La última consecuencia de la separación entre ética y economía y del individualismo radical es la consagración del consumismo como estilo de vida. La Iglesia no está en contra del consumo, pero es peligroso cuando se convierte en un único fin. «Si identificamos nuestra personalidad con la compra de bienes, crecen nuestras posesiones, pero no nuestra felicidad», concluyó Zamagni. Para el profesor italiano, el homo oeconomicus es un maximizador de bienes pero siempre está triste.

Para lidiar con esta situación, en el texto de la encíclica se hacen varias propuestas, la más significativa de todas es la reintroducción en nuestra sociedad del principio de fraternidad, «un valor más fuerte que la solidaridad, puesto que esta puede ser anónima o impersonal». Para Zamagni, la fraternidad implica reconocimiento de la entrega, como una expresión de la caridad. «Ése es el mayor reto del emprendedor, reintroducir la fraternidad, aplicarla al trabajo». En otra de sus propuestas centrales, el Papa pide que se tome en serio el desarrollo integral de la persona, un desarrollo de sus ámbitos material, social y espiritual. «Las tres dimensiones deben actuar como factores de multiplicación, actuando en paralelo», considera el ponente. Benedicto XVI hace también un llamamiento a la responsabilidad social de la empresa, una expresión que se usa por vez primera en una encíclica. «Hoy el emprendedor, particularmente el cristiano, tiene el reto de aplicar la responsabilidad social en su actividad», agregó Zamagni, para quien el desarrollo material no debe venir de una disminución del social o el espiritual. Puso como ejemplo la política de conciliación entre la vida laboral y personal: «La filantropía no es suficiente, un empresario cristiano debe actuar consecuentemente y dar tiempo a sus trabajadores para educar a sus hijos» Al final, concluyó que lo importante es la productividad, que va ligada a la creatividad y mejora en un entorno humanizado.

Stefano Zamagni: ¿Es posible compaginar la competitividad de la empresa con la felicidad?

[Seminario ofrecido en la Fundación Étnor]
Tuve la oportunidad de conocer a la profesora Adela Cortina en Buenos Aires hace unos meses y fue un descubrimiento para mí importante el comprobar que teníamos intereses académicos, científicos e intelectuales en común. Quisiera, por tanto, en primer lugar agradecer a Adela Cortina y a D. Emilio Tortosa la invitación recibida por parte de la Fundación ÉTNOR para estar hoy con ustedes, y así también conocer mejor esta comunidad autónoma y su cultura.

El tema que voy a tratar, como muy bien ha anunciado la profesora Adela Cortina, es la relación entre la felicidad y la empresa, y el gobierno de las empresas. Actualmente es un tema bastante nuevo y estoy seguro de que en los próximos años se va a desarrollar más.

1. La paradoja de la felicidad
Voy a empezar con un fenómeno denominado en la literatura científica internacional la “paradoja de la felicidad”. En 1975 en Estados Unidos el economista Richard Easterlin ingenió una curva ya famosa en todo el mundo, después de mucho trabajo empírico, estadístico y econométrico: poniendo el ingreso per cápita en el eje horizontal, y un indicador de felicidad en el eje vertical. ¿Cómo se puede determinar un indicador de felicidad? Entre los parámetros objetivos de calidad de vida se tiene en cuenta el consumo de psicofármacos, la ruptura de matrimonios, suicidios, etc.; los parámetros subjetivos se basan en encuestas, preguntando a las personas acerca de su experiencia. Su equipo elaboró un algoritmo para sintetizar éstos parámetros, relacionando el indicador de felicidad con los ingresos per cápita. Lo que se obtiene es una curva creciente hasta que el nivel de ingresos per capita alcanza los 28.000 $ anuales, después la curva empieza a decrecer ligeramente, lo que significa que a partir de un determinado punto, con mayores ingresos per cápita va a disminuir la felicidad. Esto es hoy conocido como la “paradoja de la felicidad” (Paradoja, es una palabra griega y significa una cosa que maravilla, que uno no puede deshacer)
¿Es posible compaginar la competitividad de la empresa con la felicidad? A los economistas nos han enseñado que la riqueza, los ingresos, son en buena medida factores de aumento de la felicidad. Es verdad, pero hasta el vértice de la curva del Cuadro 1. Los países pobres están en la parte izquierda de la curva, su infelicidad radica en la falta de dinero suficiente para comer, para
estudiar, etc. No sé si somos felices en los países del mundo occidental avanzado, pero en Estados Unidos hoy los ingresos per cápita están alrededor de 38.000 dólares, en Italia de los 29.000 euros.
La paradoja de Easterlin no despertó gran interés en 1975, a pesar de ser una cosa curiosa. Sin embargo, hoy es un problema preocupante de orden filosófico, si nos planteamos cuál es la legitimidad política, social y cultural de un sistema económico que es muy tajante en producir ingresos, servicios y cosas, pero a costa de ir disminuyendo la felicidad media.
El 2005 en la Unión Europea de los quince se suicidaron 62.000 personas. ¿Qué significa esta cifra y quiénes son los que se matan? No son en general los pobres, porque éstos mantienen la esperanza de futuro; los que se suicidan son quienes tienen más poder adquisitivo y todas las cosas que desean, pero carecen del sentido de la vida. Este dato es preocupante porque va en aumento anual y ya es superior al número de personas que mueren en accidentes de trabajo. Los políticos y gobiernos tienen medidas para impedir este tipo de accidentes, y eso es bueno, pero el número de los que se suicidan es todavía superior.
2. Legitimación del sistema e interpretaciones de la paradoja
Entonces hay que ver cómo se legitima socialmente un sistema económico extraordinariamente productivo, pero que no hace que las personas estén contentas y felices. Desde la filosofía es una cuestión importante, pero también lo es desde el punto de vista económico. Daniel Kahneman fue Premio Nobel de Economía por desarrollar esta paradoja y ya advirtió que el dinero es importante para nuestra felicidad, pero hay otras que también lo son. Existen tres interpretaciones en la literatura contemporánea de esta paradoja.
a) Daniel Kahneman
Lo que se llama el efecto “tapis roulant”2 o en inglés “treadmill”, en español sería “lo que ocurre siempre”, en el mismo círculo. Aplicado a la paradoja significa que fácilmente nos acostumbramos a un nivel de vida y cuando el ingreso aumenta no se aumenta la utilidad, como bien saben todos los economistas.
b) El efecto Debble
La segunda explicación está ligada a lo que se conoce como “efecto Debble”, original de un economista y sociólogo americano, muy ligado a la contribución de Hirsh, economista inglés que destacó por tener una visión muy interesante en el desarrollo de la teoría de los bienes posicionales. Para explicar la posicionalidad (la felicidad puede disminuir cuando los ingresos aumentan) Hirsh alude al problema de la “envidia social”: siempre vamos a envidiar a quienes están por arriba; queremos obtener siempre más no para cubrir nuestras necesidades, sino para posicionarnos en la escala social.
c) La “felicidad relacionada”
La tercera explicación, con la cual quiero contribuir junto con otros investigadores de diferentes partes del mundo, es lo que se llama la “felicidad relacionada”.
Puedes seguir leyendo este post en el libro del XVI Seminario de Ética Económica y Empresarial de la Fundación Étnor, pp. 61 – 74 [ver]

«Economía Civil. Eficiencia, Equidad, Felicidad Pública»

 “Economía Civil. Eficiencia, Equidad, Felicidad Pública” es un interesante libro de Stefano Zamagni y Luigino Bruni cuya primera edición en castellano vio la luz en 2007 gracias a la Editorial Prometeo.
La obra trata sobre las relaciones de reciprocidad que se establecen en el ámbito tanto social como económico, desarrollando con ello una concepción de economía civil basada en el pensamiento del Humanismo civil del siglo XV. En suma, el libro busca indagar en un camino de desarrollo económico diferente al propuesto por la teoría neoclásica tradicional, capaz de hacer del mercado tanto un encuentro de intereses como, y sobre todo, de gratitudes cuyo propósito sea la construcción de la felicidad pública a través de la autorealización de los participantes. (Buenos Aires, Prometeo, 2007).
Actualmente el libro en castellano se encuentra agotado, pero puede contactarse con la editorial Prometeo para conocer la fecha de reedición programada [contactar]

Más allá del homo economicus

Patrici Calvo, 30/07/10
Durante la última década, diferentes estudios han empezado a vislumbrar y a reivindicar una figura tan importante como necesaria para el correcto funcionamiento de la economía: el homo reciprocans; la cual no por olvidada ha dejado de llevar a cabo su cometido a lo largo de la historia.
El pensamiento neoclásico ha entendido tradicionalmente la economía como una esfera autónoma y aislada donde los individuos se integran y se relacionan con el único propósito de maximizar sus utilidades. Así, cuestiones como el amor, la compasión, la cooperación, la solidaridad, la justicia, la gratitud o la reciprocidad sólo aparecen en nuestras vidas cuando otras esferas se hacen visibles, como el Estado o la sociedad civil. Dentro del mercado, por consiguiente, prima el individualismo, el egoísmo, la avalorabilidad, el desarraigo, la neutralidad, la eficiencia, la indiferencia, la búsqueda por sobrevivir en un mundo de contrarios, etc.
Esta visión descarnada y deshumanizada del ser humano está siendo atacada muy duramente por, sobre todo, economistas que comprenden la futilidad de seguir manteniendo un discurso tan alejado de la realidad como pernicioso para el correcto funcionamiento de nuestras economías y para el desarrollo y supervivencia de nuestras sociedades. A tenor de las evidencias y del día a día, se hace más necesario que nunca empezar a reconsiderar esa máxima del pensamiento neoclásico que defiende al homo economicus, egoísta y asocial, como único miembro participante en la esfera económica. Como nos argumentan Bowles y Hintis en sus numerosos escritos, la realidad se empecina en mostrar una y otra vez la existencia de personas con una fuerte predisposición a, por una parte, cooperar y colaborar con aquellas otras que mantienen una disposición similar y, por otra, a castigar a aquellas que violan la cooperación y otras normas sociales, aun sabiendo que ambas cuestiones pueden suponer un costo personal elevado: “llamamos a estas personas que actúan de este modo Homo Reciprocans”, un ser «que no busca resultados equitativos, sino equilibrio entre costos y beneficios, una situación de equilibrio” (2001:173).
En el mismo sentido se mueve Zamagni. Éste entiende que las sociedades no pueden desarrollarse sin la economía, y que ésta no puede funcionar correctamente sin que en ella se den tres principios básicos: eficiencia, equidad y reciprocidad. Una economía ineficiente es una economía que a medio y largo plazo tiende a desaparecer. Introducirnos en la historia nos aportar numerosos ejemplos de cómo fuertes economías dejaron su lugar en el tiempo por no lograr mantener este principio. Del mismo modo, una economía que sólo mire la eficiencia y se olvide de hacer partícipes de sus beneficios a todos aquellos que lucharon por conseguirlos, es una economía que igualmente tiene los días contados. Y finalmente, una economía que se desentiende de la autorrealización de los participantes es una economía triste y falta de la motivación necesaria para continuar avanzando, y mucho menos existiendo. Por ello, cabe pensar que nuestras sociedades necesitan de economías que atiendas correctamente estas tres esferas con la intención de armonizar los tres principios básicos. O lo que es lo mismo, como argumenta Zamagni, necesitamos de economías civilizadas, con sentido de existir, con un rumbo al cual dirigirse. Que contemplen la reciprocidad como algo interno y necesario. Que entiendan la experiencia humana como parte y no como aparte, como una externalidad que no merece consideración alguna. Por tanto, necesitamos economías que se esfuercen en consolidar la armonización de los tres principios básicos apuntados: eficiencia, equidad y reciprocidad (2007:22). Sólo de esa forma es posible su evolución y, por consiguiente, en tanto que condición de posibilidad de su existencia, su supervivencia en el tiempo y la supervivencia de las sociedades a las cuales sirven y por las cuales logran generar sentido.
Ante la evidente cristalización de la eficiencia y la equidad en la economía –patente a través de las empresas y del Estado–, la pregunta que subyace aquí es cómo incluir la reciprocidad dentro de ésta. Para Zamagni está claro: a través del tercer sector, aunque dándole su valor real y no el uso estético e interesado que tanto empresas como Estado hacen libremente de él. Zamagni habla de la necesidad de generar organizaciones de la sociedad civil que se guíen por el Principio de reciprocidad y no por la filantropía, ya sea como depositaria de ésta o como ejecutora. El sentido de tal afirmación se debe a que mientras la reciprocidad se sustenta bajo un sentimiento de gratitud, el cual crea un vínculo entre reciprocador y receptor que permite establecer ciertos tipos de relaciones dentro de la economía -relaciones que no pueden regularse por contrato-, la filantropía se basa sin embargo en un sentimiento de compasión, el cual no crea vínculo alguno y no posibilita, por lo tanto, el establecimiento de tales relaciones económicas. Quien recibe un don (un regalo) fundamentado en la reciprocidad, se siente obligado a responder proporcionalmente porque se genera con ello un sentimento de gratitud. Tal respuesta se espera que esté a la altura, no en cantidad, sino en calidad. O lo que es lo mismo, que sea proporcionada, no equitativa. Pero además, ésta no tiene porque ser dirigida necesariamente hacia la persona de quien partió el don, sino hacia cualquier otro participante de la comunidad.
Estas y otras ideas nos muestran un cambio de tendencia que parece tan irreversible como inevitable. Crisis como la actual nos recuerdan que desligar las economías de las sociedades que les dan sentido es un error que suele pasar factura de manera cíclica y, por desgracia, cada vez con mayor virulencia; un coste que suelen pagar los más desprotegidos. Ante tales situaciones, es más que evidente que nuestras sociedades necesitan replantearse el papel que juega el mercado, el Estado y de la propia sociedad dentro de la economía. Del mismo modo, comenzar a reivindicar la necesidad de integrar en la teoría económica la realidad del ser humano económico, un ser que se hace visible como egoísta e individualista, como maximizador de utilidades, pero que también puede ser contemplado como reciprocador, como ser que coopera y se solidariza a pesar de que tal acción pueda tener un coste nulo o negativo para sí o para su comunidad. Como dice Zamagni, hemos aprendido muy bien que en la economía se mueve un bien privado, presente en el mercado y que se fundamenta a la eficiencia, y un bien público, presente en el Estado y que se fundamenta a la equidad, pero todavía nos falta atender al bien relacional, un hecho que se cristaliza en la sociedad civil y que se fundamenta en la reciprocidad, o lo que es lo mismo, en la felicidad de sus ciudadanos, en la generación de aquellas condiciones de posibilidad que permiten la autorrealización de sus participantes. Es momento, por tanto, de empezar a dejar atrás caducas teorías -que terminan por justificar irresponsabilidades como las acontecidas en esta crisis- y vislumbrar otras posibilidades que permitan el desarrollo y la potenciación de nuestras sociedades.

Stefano Zamagni: «Los empresarios tienen la llave del cambio de modelo económico»

Carmen Martí, 25/02/10
El Dr. Stefano Zamagni, profesor de la Università di Bologna, pronunció ayer la conferencia “Reciprocidad y fraternidad: El papel de los sentimientos en la economía” en la 5ª sesión del Seminario ÉTNOR.

Para Zamagni, el problema de la economía y la empresa actual no es la falta de recursos, sino saber aprovechar al máximo el talento y conocimiento de las personas. “Los problemas económicos del presente no se pueden resolver con el marco conceptual del pasado”.

Con esta idea iniciaba ayer Stefano Zamagni,Catedrático de Economía Política de la Universidad de Bolonia, su conferencia en la que analizó las bases de la Economía Política y las necesidades de la economía en la actualidad. Para Zamagni, los problemas de hoy ya no son problemas de falta de recursos, problemas entre el hombre y la naturaleza. “Los problemas económicos de hoy son problemas relacionales de los seres humanos”. “Tenemos multitud de recursos, pero no sabemos cómo utilizarlos”.

Zamagni explicó esta idea basándose en tres paradojas fundamentales del siglo XXI; la paradoja de la felicidad, la paradoja de la desigualdad y la paradoja del modelo taylorista. La paradoja de la felicidad la planteó en 1974 Sterling, quien afirmaba que después de un determinado nivel de renta, a mayor renta menor es la felicidad. En segundo lugar, la paradoja de la desigualdad tiene que ver con la cuestión de que cada vez hay más riqueza, y sin embargo las desigualdades van en aumento. Por último, la paradoja del sistema taylorista ha mostrado que ya no es posible este sistema de organización basado en un modelo piramidal donde la base de la organizaciónno aporta más que fuerza productiva. En el momento actual, para ser competitivo es necesario que todos los miembros de una empresa tengan un peso en la misma, y “el empresario que no adopte este sistema está condenado al fracaso”. “Difícilmente los esclavos –apuntó Zamagni- aportan nada a la organización”. “Si queremos aprovechar al máximo el conocimiento tácito de nuestros empleados, tenemos que saber establecer relaciones recíprocas con ellos, porque puedo obligar a una persona a llegar a las 8 de la mañana al trabajo, o a estar 8 horas en la oficina, pero no puedo obligarlo a que deposite sus mejores ideas, su capital intelectual en la organización”. “La única forma de aprovechar el conocimiento tácito de las personas –afirmó el ponente- es a través de la reciprocidad”.

Desde estas tres paradojas, la cuestión es “cambiar los esquemas mentales dela gente hacia un nuevo modelo, y eso lleva trabajo y tiempo, pero acabará imponiéndose por necesidad”. Zamagni esquematizó este nuevo modelo en tres principios básicos. Los dos primeros principios son el del cambio equivalente y la distribución. En el principio del cambio equivalente se basan las relaciones de mercado y es “un principio fundamental, porque sin él no es posible la eficiencia, y la eficiencia es un fin necesario en las sociedades capitalistas en las que vivimos”. Y el segundo, el de la distribución de la riqueza, es el principio del que se ocupa el Estado, y también es fundamental para tener sociedades justas. Toda la Economía Política se ha basado en estos dos principios, pero “no son suficientes enla era de la información y el conocimiento”. Para Zamagni, “es necesario combinar estos dos principios con un tercero, que es el principio de la reciprocidad, en el que se basa la Economía Civil”. Los primeros dos principios están basados en una relación de deber y derecho, de derechos de propiedad y deberes de cumplimiento de lo negociado. La reciprocidad, sin embargo, se basa en una relación de don, de gratuidad entre las personas. A ayuda a B con la expectativa de que cuando necesite algo, B le devolverá laayuda. Si B no es recíproco, se trunca la relación. Las relaciones de reciprocidad no se basan en la ley, no se puede obligar a ellas, “pero es la única manera de obtener el conocimiento de las personas, lo mejor de cada uno”.

En definitiva, concluyó Zamagni, el olvido de este tercer principio da respuesta a las paradojas planteadas, ¿Por qué no somos felices con tantos recursos? Porque la felicidad está ligada a la reciprocidad, y “algunos economistas, no inteligentes –apostilló Zamagni-, han confundido utilidad con felicidad, y la felicidad depende de la relación con los otros, no de la acumulación de cosas”. Del mismo modo, el problema de las empresas hoy no esun problema técnico, sino un problema relacional. No se transmite el conocimiento tácito de la gente por falta de reciprocidad en el grupo. Para Zamagni, la llave del cambio, “la minoría profética” de hoy, está en los empresarios. Ellos son lo que pueden poner en práctica este modelo y demostrar que funciona, que es posible, que es el adecuado, y servir de ejemplo para los demás.