Sandra Gallego López
La inclusión del enfermo en el acto médico resulta trascendental para cumplir con eficacia el cometido principal de la medicina: garantizar el bienestar público. Sin embargo, en numerosas ocasiones se producen fallos de comprensión y afinidad entre médico y paciente que dificultan la comunicación entre ambos y, por lo tanto, la consecución del objetivo anterior. A ello se añade el elevado nivel de complejidad por el que se caracterizan los textos biosanitarios, que a menudo se redactan sin considerar los rasgos y necesidades lingüísticas del paciente. En el caso del sector pediátrico, es decir, todos aquellos pacientes de entre 0 y 18 años, la situación se agrava aún más. Durante décadas, los menores se han mantenido al margen de la práctica clínica, ya que apenas se les ha permitido adoptar un papel activo en cuestiones de salud. En su lugar, han sido los progenitores los responsables que, como intermediarios, han tomado las riendas del proceso sanitario. También a nivel comunicativo han quedado relegados a un segundo plano, pues en la actualidad la inmensa mayoría del contenido biosanitario está dirigido a un público más adulto y maduro.
Con el fin de cerrar esta brecha, surge la medicina gráfica, que se constituye como un puente entre el médico y el paciente. A través de ella, el uso de estímulos visuales y estrategias de desterminologización ponen a disposición del paciente información fiable, legible y acorde a su propia naturaleza. Los menores logran así ocupar la posición que, en su caso, les corresponde como protagonistas del acto sanitario.
En nuestra ponencia nos dispondremos no solo a exponer con mayor precisión las circunstancias anteriormente descritas, sino además a mostrar un caso práctico de una rama de conocimiento específica: la oncología pediátrica.
Palabras clave: paciente pediátrico, medicina gráfica, oncología, desterminologización.