García-Marzá aconseja a la Administración Pública que se aplique a sí misma la Responsabilidad Social

28/11/09, Patrici Calvo.

Durante su intervención ayer en la mesa redonda sobre Responsabilidad Social Empresarial en el sector sanitario valenciano, acto realizado alrededor de la Feria de la Salud y el Bienestar, el catedrático de ética de la Universitat Jaume I y miembro de la Fundación Étnor puntualizó que “la Responsabilidad Social sólo generará confianza si la empresa se lo cree realmente”. Es más, en caso de no tenerlo claro, es mejor no hacer incursiones sin sentido por una mera cuestión estética o por un estar a la moda, ya que tal acción puede ser incluso contraproducente para la organización profesional “al producir risa y, por tanto, generar el efecto contrario al deseado: desconfianza”.
Además, señaló García-Marzá que en el mundo empresarial –no así entre la ciudadanía– se está confundiendo Responsabilidad Social con la Acción Social, dos conceptos complementarios pero diferentes cuya confusión está igualmente limitando la posible gestión de la confianza por parte de la organización. La RSE trata de cómo se consigue el beneficio, mientras que la Acción Social tiene que ver con qué hacemos con parte de ese beneficio. En este sentido, si sólo miramos al qué y nos olvidamos del cómo, podemos llegar a legitimar actitudes indeseables. La idea, por consiguiente, es entender de una vez por todas que la “Responsabilidad Social es mucho más que Acción Social”. Hay que pensar en ella “como parte del carácter de la empresa o institución, de su personalidad, de su manera de hacer las cosas”.
Finalmente, García-Marzá ofreció algunas orientaciones para avanzar en la implantación y consolidación de la Responsabilidad Social en nuestra Comunidad. En cuanto a la Administración Pública, dijo que ésta tiene “la obligación de aplicarse a sí misma las cuestiones de Responsabilidad Social”, una aplicación que sirva como ejemplo al resto de organizaciones profesionales, y que “tal obligación debe extenderla a todos sus proveedores”. Y en lo concerniente a la Sociedad Civil, García-Marzá propuso las “alianzas como clave para avanzar en materia responsable”. Alianzas entre las empresas, las universidades y la Administración Pública que permitan su implantación y desarrollo: “Creo que con estas alianzas podemos hacer que la Responsabilidad Social salga –por así decirlo– de ese barranco en el que está encallada, pues, aunque Europa sigue tirando del tema, nos falta un empuje fuerte desde dentro, desde nuestra propia Comunidad».

Más allá de la Acción Social

26/11/09, Patrici Calvo.
«La situación de la Responsabilidad Social en las empresas de la Comunidad Valenciana: algo más que acción social» es el título de la comunicación que ofrecerá mañana el Catedrático de ética de la Universitat Jaume I, Domingo García-Marzá, dentro de los eventos programados en la Feria de la Salud y Bienestar de Valencia.
Su interés por resaltar este hecho se debe a la persistente confusión dentro de la red empresarial valenciana entre Responsabilidad Social y Acción Social. De manera generalizada, tiende a verse la RSE como el acontecer de acciones única y exclusivamente filantrópicas por parte de las empresas. Unas acciones destinadas a la mejora y el desarrollo de su entorno social y medioambiental cuya implementación es posible gracias a la aportación de una parte del beneficio económico que ésta logra generar mediante el desarrollo de su actividad. Sin embargo, la RSE es mucho más que filantropía. La RSE trata de cómo se consigue el beneficio, no de qué se hace con éste. Persigue orientar para que la creación de valor en la empresa esté justificada, sea sostenible y no quede reducida a la maximización de beneficio económico, expandiendo sus fronteras hacia el terreno de lo social y lo medioambiental. Por tanto, puede decirso que la RSE navega en el nivel de lo exigible, mientras que la Acción Social lo hace en el nivel de lo aconsejable.
Así, y ante la actual coyuntura de crisis, la diferenciación entre RSE y Acción Social es hoy más importante y necesaria que nunca, puesto que, mientras se sigan confundiendo ambos conceptos, muchas organizaciones profesionales continuarán pensando que la maximización de valor económico -independientemente de los medios que se utilicen para ello- queda justificada siempre y cuando se done de manera altruista parte de los beneficios acumulados a causas sociales o medioambientales, aunque la concreción de tal fin requiera del no seguimiento de las normas nacionales e internacionales o del no respeto a los Derechos Humanos entre otras cosas.
Una empresa responsable, por tanto, es aquella que logra generar valor en los tres campos descritos y de manera sostenible, y eso es exigible. Qué se haga después con ese valor es algo que podemos aconsejar, pero no exigir.

Hora: 11:30
Lugar: Feria de Valencia
Entrada: libre

Domingo García-Marzá participará en la mesa redonda sobre «RSE en el sector sanitario valenciano»

El catedrático de Ética de la Universitat Jaume I, Domingo García Marzá, participará el próximo 27 de noviembre en una mesa redonda sobre ‘Responsabilidad Social Empresarial en el sector sanitario valenciano’. La pretensión de la mesa es mostrar las políticas de RSE que se están llevando a cabo en diferentes organizaciones sanitarias de la Comunidad Valenciana con el fin de delimitar la repercusión que tal actitud responsable está teniendo en el desarrollo de la propia Comunidad.
El acto, que tendrá lugar a las 11:30 horas en el Centro de Eventos de la Feria de Valencia y que se incluye dentro de los actos programados en la ‘Feria de la Salud y el Bienestar ‘, es de acceso libre, aunque requiere de previa inscripción en la web www.healthvisors.com/inscripcion.html para poder asistir.
Más información en:

“De la crisis, los valores éticos tienen que salir reforzados” según Manuel Olivencia

12/11/09 Carmen Martí

Manuel Olivencia pronunció ayer la conferencia “El papel del BuenGobierno para mejorar las empresas”, en la 2ª sesión del Seminario ÉTNOR de Ética Empresarial. Olivencia analizó el papel que han jugado los Códigos y recomendacionesde Buen Gobierno en la actual crisis económica. “Esa debe ser la lección aprendida de la crisis actual, que en su fondo y fundamento es una crisis de valores”. Con estas palabras concluía anoche Olivencia una conferencia en la que repasó las responsabilidades de los Códigos de Buen Gobierno ante la actual crisis económica. Olivencia resaltó que “la culpa de la crisis no la tiene el incumplimiento de estos códigos,como se ha acusado fraudulentamente”, la crisis se ha generado por el “incumplimiento generalizado de normas generales, de ordenamientos jurídicos y no de recomendaciones como son estos códigos”.
El ponente recalcó que estas falsas acusaciones se basan en una mala interpretación de la relación entre regulación y autorregulación, ya que “setiende a confundir autorregulación con soft law”. Los Códigos de Buen Gobierno orientan al buen hacer, aconsejan, pero autorregulación y normatividad no son modelos excluyentes sino coexistentes. Es más, en Españaestos códigos, desde el de Olivencia, pasando por el Informe Aldama hasta el último Codigo Conthe, no sólo no han producido desregulación, sino que han provocado una mayor regulación, dando un soporte normativo importante no sólo para las sociedades cotizadas, sino también para las no cotizadas. “En la base de la crisis no está la inexistencia de normas, sino la inobservancia de las mismas”, recalcó contundentemente. Olivencia dedicó gran parte de la conferencia ha analizar el sentido mismo del concepto de Buen Gobierno, y destacó que en la traducción de la acepción inglesa, Corporate Governance, se han perdido matices importantes de ambostérminos. El Buen Gobierno, destacó, tiene que ver con “dirigir bien lanave, la empresa, con gobernar concertadamente y cuerdamente, con orden, prudencia, cordura, sensatez y sabiduría”. Es fundamental distinguir entreel buen y el mal gobierno, y no perder el concepto ético de “bueno”. “La cultura de la autorregulación no ha relajado la función supervisora”, incidió Olivencia, “la evidente dejadez de la autoridad reguladora en el orden americano de la crisis es sólo imputable a los responsables cualquierasea la causa del incumplimiento de sus obligaciones. Los que han fallado no son los códigos de conducta, sino los autores de estas conductas antijurídicas y quienes eran responsables de su control: los auditores, las agencias de rating, las sociedades de calificación, en definitiva, los encargados de la vigilancia de regular el buen funcionamiento del mercado”.
La crisis económica, concluyó el ponente, la permite una crisis del derecho, una falta de respeto a las normas, una ocultación sistemática de lo ilícito, con opacidad y con engaño. Pero en el derecho hay un fundamento deprincipios morales, que dan sustento a todo el ordenamiento jurídico. La crisis del derecho a su vez acusa una crisis de valores y, como en tantas ocasiones, es la crisis la que hace renacer los valores conculcados, la que provoca la reforma y origina un rearme moral. “Hay que restaurar valoresdeteriorados, hay que reformar lo que no ha funcionado, hay que rearmar lamoralidad de nuestro pueblo”.

El VIII Congreso Internacional de Ética del Desarrollo tendrá lugar en Valencia el próximo mes de diciembre

Los próximos 2 al 4 de diciembre de 2009 tendrá lugar en Valencia el VIII Congreso de la Asociación Internacional de Ética del Desarrollo, IDEA, que se celebra por primera vez en Europa.
El congreso, que lleva por título: “Ética del desarrollo humano y justicia global. Instituciones responsables ante el reto de la pobreza” está organizado por IDEA, la Universidad de Valencia, Universidad Jaume I de Castellón, Universidad Politécnica de Valencia y la Fundación ÉTNOR.
Han confirmado su participación más de 150 personas de más de 15 países entre ellos: Reino Unido, Noruega, Holanda, Estados Unidos, Costa Rica, Uruguay, Canadá, Brasil, Portugal, México, Ecuador, Nigeria, Nepal, España y Rusia.
Sobre el papel, los países del mundo se han comprometido a reducir la pobreza y proteger los derechos humanos, pero este compromiso sólo puede cumplirse si instituciones políticas, económicas y educativas, y también los ciudadanos, asumen de hecho sus responsabilidades.
Este congreso tiene por objetivo determinar qué responsabilidades debe asumir cada uno de estos protagonistas en el desarrollo humano, y transmitir las experiencias de intelectuales, educadores y diseñadores de políticas públicas, entre otros, en su esfuerzo por traducir pensamiento en práctica.
Entre los ponentes invitados se encuentran numerosos expertos en Ética del Desarrollo como Des Jaspers, de la Universidad de Rotterdam, Holanda; Asunción St. Claire, de la Universidad de Bergen, Noruega; Adela Cortina, de la Universidad de Valencia, España; David Crocker, de la Universidad de Maryland, Estados Unidos; George Enderle, de la Universidad de Notre Dame, Estados Unidos; Jay Drydyk, de la Universidad de Carleton; Enrique Iglesias, Secretario General Iberoamericano, y Sabine Alkire, de la Universidad de Oxford, Reino Unido, entre otros.

Neuroética: ¿existe o no la libertad humana?

02/11/09 Patrici Calvo
El catedrático de la UCM Diego Gracia, dentro del programa de doctorado interuniversitario en Ética y Democracia, ofreció ayer en Valencia un exquisito seminario sobre el estado actual de la neurología y los últimos progresos en su afán por descifrar los secretos del comportamiento humano.
Según el profesor, la neurología –y más concretamente la neuroética– se ha convertido hoy en todo un fenómeno científico. Sólo es preciso observar la cantidad de libros, revistas y jornadas que florecen mes a mes por todos los rincones del mundo y cuya temática se centra casi exclusivamente en esta disciplina concreta de la neurofisiología, la ciencia que se preocupa de las funciones del cuerpo. Este nuevo movimiento se debe a los espectaculares avances tecnológicos que permiten detectar qué zonas se activan en el cerebro cuando odiamos, amamos, reímos, etc. Avances que supuestamente permiten albergar esperanzas de conocer qué determina la conducta humana, la conducta moral de las personas.
La preocupación de la ciencia por adentrarse en un campo que hasta hora parecía exclusivo de los filósofos, tiene históricamente tres momentos importantes:
El primero de ellos se remonta a los años 60. Concretamente a la publicación por parte de Karl Popper y John C. Eccles de “El Yo y el cerebro”. Éstos llegaron a la conclusión de que el cerebro no lo controla todo, que existe un impulso inicial que no deviene de sí mismo. Un impulso inicial que los autores identificaron como el Yo.
A raíz de la controversia generada por la publicación del libro, se gesta el segundo momento. Benjamin Libet, discípulo de Eccles, diseñó un dispositivo para demostrar las teorías de su maestro y acabar con la controversia generada. Sin embargo, los resultados fueron sorprendentes a la vez que contrarios a las pretensiones del neurólogo. El experimento demostró que 400 milisegundos antes de tomar una decisión, el cerebro humano ya ha enviado un impulso de movimiento. La conclusión fue clara: Eccles no tenía razón. El cerebro ya ha decidido antes de que nosotros tomemos la decisión. Por tanto, no existe la libertad humana.
El experimento de Libet produjo el tercer momento y que continua vigente en la actualidad. Este tercer momento tiene que ver con el aumento de los estudios neurológicos sobre la libertad, sobre la capacidad de decidir libremente nuestros actos.
Sin embargo, el mayor problema actual estriba en que estos neurólogos dedicados a tales estudios tienen escasos conocimientos filosóficos, con lo cual sus conclusiones suelen ser falaces, erróneas o restringidas.
En primer lugar, porque la gran mayoría de las investigaciones se centran en un concepto de libertad restringido, un concepto de libertad cuyo significado se alimenta básicamente del libre albedrío. Sin embargo, es necesario concretar de qué libertad estamos hablando, pues ésta no tiene el mismo significado para los clásicos que para los medievales, los modernos o los post modernos, para Aristóteles que para Guillermo de Ocam, Kant, Heidegger o Derrida. Por ello, es necesario conocimientos filosóficos para poder abordar este tipo de estudios y determinar si estamos en condiciones de afirmar que un experimento demuestra o no la libertad de las conductas humanas.
Y en segundo lugar porque en los estudios neurológicos referentes a las conductas humanas se suele confundir los planos del cómo y del qué. Estudiar la cualidad en tanto que cualidad es el qué, estudiar la cualidad en tanto que otra cualidad es el cómo. Los neurólogos intentan reducir las cualidades primarias a otras cualidades, sin embargo, una cualidad primaria no puede explicarse por medio de otra, por lo que suelen caer en reduccionismo. Podemos explicar a un ciego que el color verde se produce por esto y por lo otro, pero eso, por más que lo intentemos, no le permitirá imaginarse qué es color verde. Es imposible explicar una cualidad primaria mediante su reducción a otra u otras cualidades.
En conclusión, es cierto que el acto libre tiene que ver con un conjunto de mecanismos fisiológicos que se producen 400 milisegundos antes. Se trata de un acto no humano que condiciona y determina, un factor que es genético. Ahora bien, también existe un factor formal en todo ello que no puede quedarse al margen. Es legítimo estudiar el cómo, pero también debe estudiare el qué. No hay que eliminar ninguno de estos planos. Ambos son necesarios para no perder el sentido. Y si el neurólogo no tiene ni idea de filosofía, no puede pretender explicar la libertad a través del cómo.
Los valores son cualidades primarias. No pueden explicarse a través de otras cualidades. Sabemos que devienen –entre otras cosas– de sentimientos, pero intentar explicar los valores desde éstos es un grave error. Cada valor es una cosa en sí que debe explicarse desde sí mismo, como cualidad en tanto que cualidad, no sólo como cualidad en tanto que otra cualidad.