“Qué poco vale una vida humana” es lo que debió pensar la multinacional farmacéutica Pfizer cuando, en abril de 2009,
negoció y llegó a un
acuerdo con el gobierno de Nigeria para evitar ser juzgada por las desastrosas consecuencias de los ensayos clínicos que realizó con 200 niños de ese país: 11 muertos y un centenar con graves e irreversibles secuelas.
Hoy sabemos, gracias a Wikileaks, que en 1996 la farmacéutica utilizó a 200 niños de Kano (Nigeria) como cobayas para probar uno de sus medicamentos contra la meningitis: el Trovan. También sabemos que ocultó lo resultados del ensayo para evitar que el fármaco fuera retirado del mercado. Y finalmente, sabemos que tan solo hicieron falta 75 millones de dólares (57 millones de euros) para hacer olvidar al gobierno nigeriano, a los fiscales de la causa, y a los familiares de los afectados los graves hechos acaecidos [ver informe].
Tal vez la cifra pueda parecer abultada para alguno, sin embargo es en extremo ridícula comparada con la cantidad que se solicitó en un primer momento (2.000 millones de dólares), con el volumen de negocio que mueve la farmacéutica, y con las indemnizaciones millonarias que ha tenido que desembolsar en otros casos por malas prácticas (como fue
el caso del desinflamatorio Bextra). Cabe recordar, además, que uno de sus fármacos, el Lipitor, facturó sólo en 2004 10.862 millones de dólares.
Pero más allá del baile de cifras, la gravedad del asunto estriba, en primer lugar, en la inmoralidad de resolver conflictos que atentan contra los derechos humanos mediante prácticas disuasorias que van, desde la coerción a fiscales hasta la compra de silencio mediante dinero, como así desvelan The Guardian y El País en sus publicaciones de esta mañana. Y en segundo lugar, en la inmoralidad de no respetar los derechos fundamentales de las personas, atentando contra su vida o su integridad física, psíquica y moral. Es lícito hacer negocio con la salud, pero existen mínimos morales exigibles para todo el mundo que no pueden ser despreciados bajo ninguna circunstancia. Los derechos humanos forman parte de éstos, y saltárselos trae consigo el aumento de la mala reputación de la empresa, la desconfianza de los stakeholders y la deslegitimación de su actividad, hechos que pueden afectar directamente a su capacidad para el logro del beneficio económico y para la perdurabilidad de su actividad.
Y luego está el tema de la RSE, a la cual
Pfizer se acerca con descaro a pesar de los reiterados escándalos por malas prácticas. Principalmente porque confunde, como suele ser habitual entre muchas de las grandes empresas, responsabilidad social con acción social.
Responsabilidad social viene de responder, y tiene que ver con cómo la empresa responde de aquello que se espera de ella, de, en definitiva, en qué medida satisface las expectativas legítimas de sus stakeholders –trabajadores, directivos, proveedores, entorno, sociedad, Estado, clientes, accionistas, generaciones futuras, etc-. Entre estas expectativas, evidentemente, se encuentra el respeto escrupuloso por los derechos humanos, hecho que no parece merecer consideración alguna por parte de la multinacional a tenor de las
últimas noticias.
Como Pfizer, muchas empresas creen hacer responsabilidad social porque realizan obras sociales. Sin embargo, eso no es responsabilidad social, sino acción social. La diferencia es que la acción social no se vincula con cómo se consigue el beneficio, si ha sido generado de forma responsable o no, sino con qué se hace con parte de él. Las dos cosas son loables, pero no deben confundirse. No distinguir correctamente ambos conceptos produce que empresas que obtienen grande cantidades de dinero a base de explotar a los trabajadores, emplear niños, ejercer prácticas monopolísticas, discriminar por razón de raza, sexo o religión, o incluso llegar a utilizar seres humanos como cobayas, crean legitimar su actividad acudiendo a la donación de cuantiosas sumas dinero a fundaciones y organizaciones “non profit”.
Lo que parece claro es que el divorcio entre la sociedad y la industria farmacéutica es cada vez más visible. Ciertamente es un error generalizar, señalando como culpable todo el colectivo. Muchas de las empresas vinculadas llevan décadas realizando una labor importantísima para la toda la sociedad y de manera ética y responsable. Sin embargo, noticias como ésta y la destapada hace tan sólo dos semanas [
ver] deterioran enormemente la imagen del sector y producen secuelas negativas tanto para los responsables directos -faltaría- como para el resto de sus componentes.
Tal vez la clave podría estar en empezar a tomar medidas para “diferenciarse”, en generar la trasparencia necesaria que permita a una empresa farmacéutica responsable -la mayoría- desmarcarse de aquellas que llevan a cabo malas prácticas y deterioran la imagen de todo el colectivo. Esta diferenciación podría venir de mejorar la trasparencia, de mejorar la comunicación entre la empresa y la sociedad, tanto en lo referente a los canales utilizados como en la calidad de la misma información que se ofrece a sus diferentes stakeholders.
En todo ello debería tener un peso específico la generación de códigos éticos y memorias de responsabilidad, pero, sobre todo -como apuntaba García Marzá en una de sus
últimas intervenciones– la implantación e implementación de
comités éticos que sirvan como órganos de verificación de la información, como mecanismo de control que se preocupe de que lo que se dice y lo que se hace es coherente. Ello mejoraría la confianza de los stakeholders y permitiría a la empresa construir poco a poco esa necesaria diferenciación de mercado que redunde tanto en el logro del beneficio estratégico como comunicativo, en la generación de aquellos recursos morales sin los cuales difícilmente se puede sobrevivir en una economía tan competitiva como la actual.
Ser transparentes y que esta transparencia sea creíble para sus stakeholders, puede ser un arma muy importante para mejorar las perspectivas de la empresa, tanto estratégicas como comunicativas, evitando sobre todo que las malas prácticas de unas deterioren la buena imagen de las otras.
Pero volviendo a Pfizer, creo que esta es una buena semana para volver a ver esa maravillosa película de Fernando Meirenes basada en una no menos maravillosa novela de John LeCarre:
El jardinero fiel. Tal vez ahora encontremos la historia mucho más cercana a la realidad de lo que en un principio nos hicieron creer sus autores. Y es que, como se suele decir, la realidad siempre acaba superando a la ficción.
Estimado Patrici:Me alegra ver que en este blog se denuncian los casos de corrupción de lo que en Estados Unidos se llama "Big Pharma", es decir, el monopolio farmacéutico, en donde Pfizer se ha venido "destacando" por poseer el mayor historial criminal de la industria: Recordemos el CASO BEXTRA en 2009 (http://www.nytimes.com/2009/09/03/business/03health.html), el CASO NEURONTIN en 2004 (http://www.nytimes.com/2004/05/14/business/pfizer-to-pay-430-million-over-promoting-drug-to-doctors.html?ref=neurontin_drug), el CASO RAPAMUNE en septiembre de 2010 (http://www.nytimes.com/2010/09/22/business/22drug.html?scp=12&sq=pfizer&st=Search), por nombrar sólo algunos de los juicios en los que se encontró al gigante farmacéutico culpable de mentir de forma consciente sobre sus productos, lo cual nos indica ya una conducta no-ética de los directivos de la mega-corporación. En mi opinión, cuando las penalizaciones económicas (en el caso de Pfizer multimillonarias) no son suficientes para cambiar el modo de proceder de la gerencia directiva, difícilmente la implementación de herramientas propias de la responsabilidad social empresarial van a generar aquí una empresa más ética. Y sencillamente porque el problema no es procedimental, sino de formación de los directivos. Un código ético, una auditoría ética, un comité ético, todos ellos pueden ser manipulados y desvirtuados si no se tiene la formación ética, si no se es competente en la racionalidad práctica necesaria para guiar la racionalidad estratégica. Para mí, si estos directivos no admiten que han obrado de forma irresponsabel, inmoral, y acto seguido decidieran formarse ya sí en esa razón práctica, tales personas deberían abandonar la corporación. Porque sin este movimiento, poco puede hacer la RSC en casos como los de Pfizer. Al final, las empresas son las personas que las componen, siendo unas más responsables que otras en incorporar una ética en la empresa que sea auténtica, y no una manipulación más de la racionalidad estratégica porque sirva para su fin último, la de seguir maximizando el beneficio económico. Sin una voluntad firme y decidida por parte de la alta dirección de invertir en auténtica formación para todos sus empleados no podríamos hablar de ética en la empresa propiamente. Trabajando así un acercamiento de los valores personales con los corporativos, es donde ya sí tendrían cabida las herramientas de la RSC, las cuales ya no serían vistas como elementos para una intervención externa, invasiva, sino como procederes que van de suyo en la promoción de la ética en la empresa.
Gracias por tu comentario Josema. Desde luego implantar un comité de ética "en serio" requiere de una actitud responsable y no meramente estratégica de la empresa. Una actitud que, como bien dices, debe partir de una voluntad firme y decidida de los altos directivos. Por eso hablaba de diferenciación dentro del sector farmacéutico. Pues creo que aquellas empresas que realmente están haciendo responsabilidad social pueden sacar grandes beneficios de ello. Mientras que, por el contrario, aquellas como Pfizer que han hecho de las malas prácticas su forma de ser, su carácter, pueden tener serios problemas sí se atreven a dar el paso. Sin embargo, coincido contigo en la ingenuidad de mi reflexión. Hablar del sector farmacéutico es en extremo complicado y requiere de ciertas precauciones a la hora de hablar de la implantación de la RSE en el sector. Sobre todo porque estamos frente a uno de los sectores con mayor poder y que, además, peor lo ha gestionado a lo largo de su historia (a todos sus escándalos me remito). Si Pfizer puede manipular a voluntad todo un país como Nigeria (gobierno, poder judicial, ciudadanos, etc.) qué no va a poder con un simple comité de ética. Aun a cuenta de poder volver a caer en la ingenuidad, habría que añadir un elemento de persuasión que todavía hoy se resiste ha ser aplicado con todas sus consecuencias por nuestros Estados: las cláusulas sociales. Si se empezarán a aplicar –y mecanismos existen para ello- empresas como Pfizer, con un enorme historial de malas prácticas a sus espaldas, tendría vetados los contratos públicos. En España, por ejemplo, ello equivaldría a casi todo el volumen de negocio que mueve la farmacéutica. Tal vez de esa forma, aunando los esfuerzos del Estado y la sociedad civil, es posible que este tipo de empresa al menos acabe respetando los mínimos. Aunque sólo sea por una cuestión meramente estratégica.Coincido plenamente contigo en que difícilmente la RSE entrará a formar parte del núcleo duro de la gestión de la empresa si no existe verdadera convicción por parte de sus directivos. Por ese motivo, es más que necesario empezar a generar directivos virtuosos, en tanto que excelencia del carácter. Directivos que estén a la altura moral de la sociedad plural actual. Pero sabemos que eso es una carrera de fondo que no ha hecho más que comenzar. Desde luego, la crisis ha evidenciado que estamos muy lejos de la meta y que el trabajo va a ser duro.
¡Hola!Acabo de leer una noticia que te pone los pelos de punta. Gracias a Wikileaks ahora nos enteramos que el gobierno de los Estados Unidos conspiró para defender los derechos de Monsanto frente a la voluntad aplastante de los europeos de no introducir GMOs (transgénicos) en la cadena alimenticia. La noticia íntegra la pueden leer en el siguiente enlace:http://www.naturalnews.com/030828_GMOs_Wikileaks.htmlEso es lo que está sucediendo con estados que son demasiado débiles ante el poder de las grandes corporaciones que sólo actúan movidos por una racionalidad estratégica y al margen de cualquier moral cívica.
Ciertamente increíble. Gracias Josema por la información. La desconocía. Un abrazo.
pubNo conocía el tema de Pfizer hasta que se comentó en la asignatura A37 y realmente quedé impactada con el tema.No puedo entender como en pleno siglo XXI, con los adelantos tecnológicos que existen y con leyes como los derechos humanos, empresas y personas jueguen a ser dioses y jueguen con vidas humanas. También me parece denigrante que los gobiernos, en el caso que nos ocupa, el de Nigeria se puedan comprar por un puñado de euros. ¿Se puede acaso comprar la vida humana? En mi opinión, con tantas organizaciones que existen en la actualidad se tendrían que realizar más movimientos en contra de empresas como Pfizer porque es totalmente inmoral que se juegue así con la vida de los seres humanos.
Aunque es una información muchas veces denunciada, se queda solo en eso. La mayoría de la población civil cuando se enfrenta a una noticia de estas características reacciona ante ello de diferente manera. Si procede de los Medios de Comunicación, primero nos consterna, pero al momento se distrae con algún otro anuncio de publicidad que va seguido de la noticia en el que nos venden placer y aventura. Vamos, que la desplazamos a un lejano lugar de nuestra mente.Si accedemos a la información a través de un video, reportaje o película, es posible que plantee un debate incluso en la sociedad, y cada vez que oigamos noticias relacionadas con la industria farmacéutica, entendamos el contenido más allá del titular.De todas formas es muy difícil ejercer presión y pedir responsabilidad ética a estas empresas. Todavía recuerdo como, en este que llamamos primer mundo, la inmensa mayoría de la población civil asaltó las farmacias, y exigió las vacunas para prevenir la famosa H1N1 o Gripe A. A pesar de que existía gran número de personal del sector sanitario mundial que pedía cautela y no se fiaba de la vacuna, lo cierto es que no consiguieron tan siquiera abrir un debate público. De hecho en EE.UU obligaron a trabajadores de ciertos sectores, entre ellos los del sanitario, a la vacunación y en caso de negarse serían despedidos.Es cierto que hay que seguir denunciando estos abusos que se cometen a diario en países subdesarrollados. Es posible que al poder acceder a información a través de internet se pueda contrastar y buscar más allá de una entradilla en el informativo de turno. Pero también es cierto que de la misma manera que se puede utilizar la Red para denunciar, también la pueden utilizar para distorsionar o enmascarar. Yo, la verdad, soy un poco pesimista en que esto se pueda solucionar en un futuro. A no ser que los Gobiernos dejen de mirar hacía otro lado, se pongan de acuerdo y trabajen sin miedo para poner fin a esta lamentable situación.
Yo no me preocupaba en absoluto por las farmacéuticas hasta que vi "El jardinero fiel". Qué bueno e importante es que hagan películas como esta, que sepan combinar un buen grado de comercialidad para llegar al gran público, con una alta dosis de denuncia social. Qué bueno es que de vez en cuando alguien nos muestre algo de verdad, como es el caso de wikileaks. Lo peligroso son las ganas de matar que te entran, pero claro, eso no sería ético ni moral y eso es lo que se defiende aquí.Que los de arriba se sienten en los de abajo ya es repugnante, asquerosa, deleznable, lamentable e irremediablemente cotidiano. Ardua tarea la de cambiarlo todo, implicaría cambiar el sistema seguramente. Pero se puede empezar por acciones más pequeñas, como la que comentábais de instaurar un comité de ética que proteja la verdadera responsabilidad social y persiga los actos criminales.
Cuando vi “El jardinero fiel” no me imaginé que esto hubiese sucedido en la vida real. Parece realmente increible que una farmacéutica que se supone que trabaja para salvar vidas humanas utilice como cobayas a niños. Por más que leo sobre este caso me sigue pareciendo increible que esto haya podido ocurrir y además sin apenas consecuencias. Si comparamos la indemnización que dio la empresa con los miles de millones de dólares que ingresan al año con un solo fármaco parece un chiste. Es incalculable el dolor producido a los familiares de estos niños pero parece que para los directivos de Pfizer esto no importa. Bajo mi punto de vista es muy vergonzoso que, con estos acontencimientos, los responsables de esta empresa no hayan tenido ninguna consecuencia penal. Y es que empresas de tal envergadura son las que tienen la sartén por el mango. Sus comportamientos no tienen moralidad alguna pero a ellos eso no les importa. Finalmente me he hecho una pregunta: ¿es que importa más la vida de una persona que la de otra dependiendo de dónde viva? Es evidente que para Pfizer sí.
Lo más lamentable del caso Pfizer es que además de haber hecho la barbaridad de probar medicamentos con niños, cosa que no respeta los mínimos éticos de que nos habla Adela Cortina y vulnera gravemente los derechos humanos. Además al salir a la luz el caso, la empresa negó lo ocurrido y además una vez resuelto el caso han intentado "arreglarlo" con dinero, como si el dinero fuera la única solución. Lo moral hubiese sido seguir la ética discursiva, haber establecido un diálogo con los afectados y la sociedad para llegar a un entendimiento, pedir disculpas y rectificar este mal hábito y así conseguir un comportamiento ético, un carácter virtuoso. Espero que este caso de a la empresa una mala imagen y que pague el precio de la irresponsabilidad corporativa.Un saludo
No conocia el caso Pfizer y la verdad es que me ha impactado por varios motivos. El primero y para mi el mas importante, es el hecho de cometer la locura y la barbaridad de probar medicamentos con niños y luego encima intentar ocultarlo "comprando" con dinero. Con esta acción demuestra el poco compromiso ético que tiene esta empresa ya que no respeta ni lo mas mínimo los derechos humanos que debe tener toda persona, y mas en este caso unos pobres niños inocentes.Por otro lado esta empresa confunde acción social con responsabilidad social y lo único que ha conseguido con estas malas prácticas es dar una mala impresión y crear desconfianza en todos los stakeholders que forman parte de ella.Con los hechos acontecidos Pfizer ha manchado su nombre y pagara las consecuencias.
Cuando Patrici nos expuso este caso en clase de Ética y Deontología Profesional me quedé sin palabras. No conocía el caso, nunca había llegado a misoídos y aunque sí había visto la maravillosa producción "El jardinero fiel" no había sido capaz de relacionarlo. Siempreque un una película matizan con "basado en una historia real" nunca te planteas que sea totalmente cierto o literal lo que te cuentan en la película. SIn duda alguna Pfizer pasó por alto todos y cada uno de los criterios de la ética empresarial y, lo que es aún peor, pasó por alto los derechos humanos de todas las personas implicadas y del mundo en general al no reconocer lo que había sucedido y prolongar la mentira. El caso de esta empresa como el e muchas otras afortunadamente han sido dados a conocer al cabo del tiempo, cosa que se agradece y que por fortuna nos facilia el formarnos una opinión real del mundo en que vivimos. L ética empresarial y el respeto de los derechos humanos deberían ser respetados en cada una de las acciones que TODOS lleváramos a cabo en nuestra vida puesto que no sólo nos afecta a nosotros sino ue al resto de la sociedad también. Ojalá algún día pudiésemos dejar de escuchar casos como este, aunque estamos siguiendo un camino de deterioro más que de reparación de la sociedad en estos últimos años. Los primero que se debería conseguir es que las barreras entre los diferentes "mundos" se abriesen y todos tuviésemos cabida en una sociedad plural y on las mismas oportunidades para todos.
Desde luego este caso es el que más me ha impresionado de los que hemos visto en clase con Patrici. Es increíble como esta empresa se ha pasado la ética de mínimos por el forro, hablando rápido y mal.Parece paradójico que una empresa que se dedica a crear medicamentos para salvar vidas sea capaz de llevar a cabo este tipo de prácticas aún conociendo las consecuencias (que es lo peor). El caso que conocemos de forma más cercana gracias a la película El jardinero fiel a mí sólo me hace pensar que Pfizer actuó como "tasador", valorando la vida de unas personas por encima de otras que, a fin de cuentas, sólo valían más por su capacidad de enriquecer sus cuentas.¿Dónde pone esto al ser humano? Estamos ante una instrumentalización de una población desfavorecida como herramienta para salvar a otros seres humanos con criterios nada éticos ni equitativos, y además desde el engaño. Como señala esta entrada, parece que empresas como Pfizer se lavan las manos de este tipo de acciones horribles haciendo puntualmente acciones de "responsabilidad social", que en realidad son, como apunta Patrici, de acción social. El problema de esto es que éstas acciones son las que las empresas comunican, las que llegan a los stakeholders y las que conforman la opinión de los mismos. Creo que este caso nos tiene que hacer darnos cuenta de lo importante que es la información y la comunicación, de que en muchas ocasiones desconocemos la verdad de lo que ocurre en la sociedad, y nos llega una realidad distorsionada o parcial con la que creamos nuestro mapa del mundo.Me parece que no hay ningún principio ético que Pfizer no haya violado, ya que el único principio que ha demostrado mantener firme ha sido el de lucrarse a costa de todo y de todos.
Tomando como referencia los derechos fundamentales del ser humano, PFIZER tuvo un comportamiento totalmente inmoral ya que aprovecho la situación crítica que se estaba viviendo en Nigeria para hacer los experimentos con el trovan, sin importar las consecuencias que podrían acarrearles a los niños que fueron objeto de esto. Aquí podemos analizar como PFIZER aplico los principios de la teoría de Friedman, ya que con su afán de enriquecerse y generar mayores utilidades para la compañía dejaron de lado el aspecto más relevante, la dignidad humana. Como todos pensamos, no fue para nada ético probar un fármaco experimental en niños en situación de emergencia en un mundo en desarrollo, donde la calidad general de la atención medica es mucho menor que en los países desarrollados, y donde no se siguen los protocolos adecuados. Asimismo, PFIZER debió ser más precavido ya que la empresa no tenía pleno conocimiento acerca de los efectos colaterales que traería el suministro de esta droga a los niños. Bajo mi punto de vista, ellos eran conscientes de los riesgos que este experimento acarrearía por lo que deberían haber tenido un plan de contingencia por si las cosas no salían como lo habían planeado, ya fuera otro tipo de medicina que contrarrestara los efectos del trovan o parar el suministro del mismo a los infantes en el momento en que empezaron notar que los niños no mejoraban sino al contrario empeoraban mas.