Domingo García-Marzá, 30/12/10
Parece que negocio y salud son dos conceptos difíciles de integrar. En el caso de la industria farmacéutica esta dificultad radica en que no se produce un bien privado, sino un bien público: la salud.
Para complicar aún más la cuestión, la reputación del sector se ve dañada por diversos escándalos que saltan a la esfera pública, como por ejemplo: las enfermedades ad hoc – para las que tenemos el medicamento y nos falta la enfermedad -; la relación entre las patentes y los países en desarrollo, el problema del sida en África, la opacidad de muchas de las investigaciones, etc. Todas estas cuestiones construyen un clima de desconfianza, producen una erosión continuada de la confianza por parte no solo de los consumidores, sino también de las propias administraciones y, sobre todo, de la opinión pública. La industria farmacéutica tiene problemas de credibilidad, su legitimidad siempre está puesta en duda, y por lo tanto necesita emprender un gran esfuerzo para poder hacer frente a este reto que es la perdida continuada de confianza.
Dos razones básicas impulsan la desconfianza por parte de la opinión pública. La primera, es el gran poder que tienen estas compañías. Un poder difícil de concretar y, por tanto, de controlar. No sabernos ni quién, ni dónde, ni el por qué se toman unas decisiones que van a afectar a todos los ciudadanos. La segunda hace referencia directamente a la ética, pues este poder no está, ni muchos menos, a la altura de su responsabilidad. Si la responsabilidad tiene que ser proporcional al poder, es normal que la sociedad civil desconfíe de un sector que no se caracteriza precisamente por la transparencia.
¿Cómo pueden entonces las industrias farmacéuticas recuperar la confianza del público en el sector? Desde la ética empresarial entendemos que existen tres pasos básicos que estas empresas deberían dar en la dirección de un nuevo diseño institucional capaz de gestionar y recuperar la confianza necesaria para que tanto la sociedad como el mercado vuelvan a confiar en su, hoy más que nunca, necesaria contribución.
El primer paso se centra en la gestión ética de esta responsabilidad. Recordemos que la responsabilidad se refiere a la capacidad de respuesta que tiene la empresa frente a los diferentes grupos de interés. En este sentido, una industria es responsable cuando es capaz de responder de aquello que se espera de ella, cuando es capaz de integrar el beneficio económico con el social y el medioambiental, cuando es capaz de atender a todos los intereses en juego. Gestionar esta responsabilidad desde un punto de vista ético, esto es, desde el compromiso de la empresa y no sólo desde su instrumentalización, implica primero que todo definir cuáles son estos compromisos en un código ético que, como documento formal, presente el carácter de la empresa, su apuesta por la responsabilidad en este caso.
En segundo lugar, debe comunicarse el cumplimiento alcanzado de estos compromisos públicos. Nos referimos a los llamados informes de responsabilidad social o informes de sostenibilidad, que siguiendo una metodología específica, informan de todo aquello que la empresa ha aportado a la sociedad. Pero estos informes pueden servir también para ocultar la realidad y, por desgracia, la injusticia.
De ahí que el tercer paso en esta progresiva generación de confianza lo constituyan los Comités de Ética y Responsabilidad Social Corporativa (CERSC). La idea que desarrollamos desde la ética empresarial es que en la elaboración de estos informes de responsabilidad social, se incorpore la participación de los diferentes grupos de interés. De esta forma, los diferentes stakeholders no son simplemente grupos de receptores pasivos de una información elaborada y preparada de antemano, sino que puedan de alguna forma intervenir tanto en la aportación de información, como en la elaboración de la misma, así como en el seguimiento y control de toda esta comunicación.
Por último, siempre debemos recordar que responsabilidad significa siempre co-responsabilidad. Si queremos recuperar la confianza en un sector clave para el desarrollo social debemos implicar también en esta mejora a las administraciones públicas, como primeros clientes, así como a las asociaciones de consumidores, profesionales sanitarios, etc. Es muy difícil que estas empresas puedan generar confianza si no se trabajan estas tres ideas: los códigos, las memorias y los comités de ética.
Publicado en el Periódico Mediterráneo el 28/11/10
Me parece interesantísimo este tema ya que lo comentábamos en una clase práctica de la asignatura de Ética y deontológica profesional. El tema de las empresas farmacéuticas que tanto tienen que decir en el mundo una que se pueden considerar de las más poderosas del mundo, creo que la idea que plasmas de la falta de trasparencia y credibilidad en las sociedades modernas hacia las farmacéuticas está de capa caída. En clase veíamos en caso de Pfizer en Nigeria y la experimentación con seres humanos. La ética sobrepasa los límites de la razón y lo hace en pos de un interés totalmente económico. Las dos razones argumentadas de la falta de confianza están más que justificadas. ¿Cuánto poder real tienen estas empresas? Creo que nunca llegaremos a saber esto. Los tres pasos para que este tipo de empresas consiga una necesitada confianza en las personas y la opinión pública en general me parecen más que acertadas: gestión de responsabilidad, seguir los métodos de responsabilidad social mediante informes y por último los comités para que se incorporen todos los grupos de interés. Para que las farmacéuticas como muchas otras empresas emprendan el camino correcto deberían empezar por aquí, deberían empezar por tratar a todos por igual y de establecer una relación fructífera con el ente que debería ser más importante para estas empresas, la opinión pública.
Estoy totalmente de acuerdo en relación a la falta de transparencia informativa que se da por parte de las empresas creadoras de productos farmacológicos.Muchos han sido los casos que, a través de los medios de comunicación, han podido conocerse a cerca de los negativos efectos secundarios que algunos fármacos han provocado en el organismo de las personas. Efectos que han sido conocidos a través del testimonio de los pacientes, que desconocían completamente las consecuencias que podían provocar los medicamentos en su organismo.La industria farmacéutica, por este motivo, ha de replantearse la imagen negativa que puede dar a la sociedad. Por este motivo, tendrá que incrementar el nivel de confianza que pueda tener el paciente en la empresa en cuestión aumentando, a su vez, la transparencia informativa. Es preferible informar al consumidor de una manera clara y no contradictoria sobre las características del producto antes que realizar una gran campaña publicitaria con el objetivo de obneter beneficios, para después generar opiniones negativas en el usuario a cerca del producto.Es decir, es preferible tener un número más limitado de consumidores y que éstos sean fieles, por lo que sería necesario dejar un poco de lado los intereses económicos de la empresa.Considero que la industria farmacéutica debería centrarse más en la calidad de sus productos centrándose más en la salud de los consumidores y no tanto en la adquisición de beneficios.
muy interesante este artículo, en el que se contrasta por un lado, algo tan importante como es la salud, y por otro algo que se puede convertir en algún caso en egoísta como puede ser el negocio. Lo cuál muchas veces puede crear impotencia ante el caso de algún familiar enfermo y la imposibilidad de comprar algún medicamento por su alto precio, como puede pasar en los países más pobres.
Este articulo me parece muy interesante ya que nos comenta cuales son las acciones que realizan las empresas farmaceuticas y los hechos que nos hacen dudar de ellas, ya que se interesan más por ganar dinero que por intentar ayudar a las demás personas.Por ello estas empresas deberían replantearse su forma de actuar e intentar por el bien de la sociedad establecer unos criterios favorables para todo el mundo como por ejemplo reducir lo posible el precio de los medicamentos o centrarse en causas de primera necesidad como conseguir eliminar el problema del sida en África.
Tal y como dice Domingo García Marzá, coincido en que tiene que existir un órgano regulador de los informes sobre RSC que se publican. Porque de lo que se dice a lo que se hace hay un trecho y alguien debería revisar que se cumpla lo que se dice. El problema surge cuando esos organismos reguladores se corrompen y dan el visto bueno a informes que se alejan de la realidad. De nuevo volvemos a hablar de la confianza que depositamos en empresas, personas, organismos, gobiernos, etc…