Mes: mayo 2011
La VI sesión del Seminario de Ética y Neurociencia reflexiona sobre el último libro de Enrique Bonete
Adela Cortina, Jesús Conill, Domingo García-Marzá y el resto de colaboradores del proyecto reflexionaron durante más de dos horas alrededor de las aportaciones de Enrique Bonete a este campo de estudio a través de su último libro: «Neuroética práctica» [Declée, 2010]. Un libro cuya pretensión ―según el propio autor― es dar respuesta a los múltiples interrogantes que abre este nuevo saber a través de un lenguaje asequible tanto para el público en general, como para los profesionales, estudiantes y docentes interesados en conocer las incidencias prácticas, teóricas y sociales que comporta.
La próximo sesión del seminario, todavía dentro del curso académico 2010/2011, se llevará a cabo en el marco de la realización del verano UJI «Neurociencias: ¿Una nueva filosofía?» que tendrá lugar en el hotel El Palasiet de Benicàsim durante los días 20, 21 y 22 de julio de 2011. Dada la calidad de los ponentes, serán los propios contenidos del curso los que sirvan como propuesta de análisis y reflexión por parte de los participantes en el seminario.
Microeconomía. Comportamiento, Instituciones y Evolución
Sin duda, es una magnifica noticia para todos aquellos que quieran acercarse al pensamiento de este economista estadounidense, Profesor de economía de la Universidad de Siena y director del Programa de Ciencias del Comportamiento del Santa Fe Institute en Santa Fe, Nuevo México. Un pensamiento en el cual juega un destacado papel el comportamiento recíproco de los agentes económicos.
Como explica el propio autor, las páginas del libro presentan una microeconomía moderna, descendiente lejana de la economía de Adam Smith. Ella refleja las contribuciones de un conjunto diverso de economistas, entre ellos los galardonados con el premio Nobel, Kenneth Arrow, George Akerlof, Ronald Coase, Friedrich Hayek, Daniel Kahneman, John Nash, Douglass North, Elinor Ostrom, Thomas Schelling, Amartya Sen, Herbert Simon, Vernon Smith, Joseph Stiglitz y Oliver Williamson. Los avances recientes de éstos y otros académicos han revolcado incluso los principios más básicos de la tradición clásica y la subsecuente neoclásica. Entre las víctimas está la ley de un precio único, desplazada por teorías más adecuadas de contratos y de competencia de mercados. El campo nuevo de la economía experimental y la teoría comportamental de juegos (behavioral game theory) han, de la misma manera, cuestionado los supuestos psicológicos del hombre económico, proponiendo en su lugar un fundamento de comportamiento de la economía empíricamente más plausible. El reconocimiento de la información asimétrica como la norma y no como la excepción ha transformado nuestro entendimiento tanto de las interacciones económicas centralizadas como descentralizadas. Otros desarrollos han revivido la atención que los economistas clásicos le dieron a las interacciones sociales fuera del mercado, las instituciones económicas y su evolución en el largo plazo.
And the winner is… «todo sigue igual»
¿A ninguno de los anteriores?
Patrici Calvo, 22/05/11
El protagonista de aquella película era un jugador de las ligas menores de béisbol que por sorpresa hereda de un desconocido y excéntrico pariente lejano una estimable suma de dinero: 300 millones de dólares. La única condición para poder disponer de tamaña cuantía era lograr derrochar 30 millones de dólares en un mes sin que, una vez finalizado el plazo de tiempo estipulado, tuviera en su haber posesión alguna.
La intención del fallecido pariente era lograr que aborreciese intensamente el dinero, que lo odiara hasta el extremo de que le resultase repugnante su simple visión. Pensaba que sólo de esta forma sería capaz de no quedar atrapado en su tela de araña. Su hastío le permitiría poder apreciar el verdadero valor del dinero, evitando con ello ser arrastrado hacia una vida desdichada e infeliz como la suya, dedicada integralmente a su búsqueda y maximización.
El jugador de baseball acepta el reto sin pensárselo y empieza a gastar los 30 millones. Tras unos comienzos esperanzadores, se va dando cuenta poco a poco que no resultaba tan fácil conseguir el objetivo. Desesperado por la situación, se le ocurre la brillante idea de presentarse como candidato a unas elecciones [para gobernador o presidente de los EE.UU]. De esta forma sería fácil dilapidar durante la campaña todo el dinero que le restaba para poder convertirse en el heredero de su millonario pariente [tranquilos/as, el final de la película lo dejo para aquellos y aquellas que se hayan sentido intrigados por el argumento].
Lo que me ha hecho pensar en esta película es precisamente el eslogan de la campaña política que orquestó el protagonista. Brewster [que así es como se llamaba] evidentemente no deseaba ganar, porque de hacerlo no heredaría los 300 millones de dólares, así que diseña toda la campaña alrededor de un curioso eslogan: «A ninguno de los anteriores». Sus comparecencias en público no tenían la más mínima intención de mejorar su imagen para aumentar la confianza de los electores de cara a las urnas, sino la de producir un cambio de mentalidad en el electorado: lograr que la gente votara por aquel candidato o candidata que considerasen más capaz para gobernar siempre y cuando éste/a no hubiera formado parte anteriormente del gobierno. Los «anteriores» habían tenido su oportunidad para poder cambiar las cosas y la habían desaprovechado. Ya no merecían renovar la confianza del pueblo. Su tiempo había expirado. Era hora de dar la oportunidad a otros.
¿Es esto tal vez lo que están pensando la mayoría de los «indignados» de este país? ¿Votar sí, pero “a ninguno de los anteriores”? Hay quienes pensaban e incluso decían públicamente que las manifestaciones en toda España buscaban promover el absentismo entre los votantes. No sé si finalmente van a tener razón, dado que a estas horas de la mañana es precipitado hablar de participación, pero la verdad es que hoy he visto mucha gente en los colegios electorales de mi distrito. Tal vez mañana nos levantemos con la grata sorpresa de que una de las reivindicaciones de los «indignados» de este país se ha cumplido: el fin del bipartidismo. Y digo «grata» porque estoy convencido de que la pluralidad de voces dentro de nuestras instituciones democráticas es uno de los requisitos básicos para abordar de manera pacífica cambios mayores en nuestras democracias.
Nuestra democracia española es imperfecta y necesita cambios estructurales ya, como bien se está argumentando en las calles de este país. Pero esto no pasa por promover el absentismo. Hay que pensar que tal vez el «no votar» sea también una forma de «votar», de legitimar cierto tipo de grupos antidemocráticos con los cuales tampoco nos identificamos lo más mínimo.
Cuidado con esto. Castigar a los partidos políticos utilizando nuestro derecho a «no votar» puede tener sus consecuencias a medio y largo plazo, consecuencias tal vez perniciosas para nuestra sociedad. Sin embargo, también entiendo que el desencanto hacia la política y la desconfianza hacia los políticos se ha apoderado del electorado en estos últimos años y está haciendo mella en nuestra voluntad. Yo mismo he estado a punto de no ir a ejercer mi derecho y mi deber de participación en estas elecciones por el hecho de querer castigar con ello a unas políticas y unos políticos cada vez más alejadas y alejados del pueblo, un pueblo por quien deberían trabajar y a quien le deben respeto y reconocimiento [algo que no han hecho durante toda la gestión de la crisis económica]. Finalmente han pesado más otras razones y formas de castigo y he decidido no abstenerme. Cada uno/a que encuentre las suyas y su manera particular de forzar los cambios.
¿Cuál será finalmente el eslogan de estas elecciones? ¿Será «a ninguno»? ¿Será «a ninguno de los anteriores»? ¿O será «todo sigue igual»? La solución esta noche tras el recuento de los votos.
Spanish revolution! Manifesto of the movement [English version]
We are ordinary people. We are like you: people, who get up every morning to study, work or find a job, people who have family and friends. People, who work hard every day to provide a better future for those around us.
The priorities of any advanced society must be equality, progress, solidarity, freedom of culture, sustainability and development, welfare and people’s happiness.
If as a society we learn to not trust our future to an abstract economy, which never returns benefits for the most, we can eliminate the abuse that we are all suffering.
For all of the above, I am outraged.
I think I can change it.
I think I can help.
I know that together we can.I think I can help.
I know that together we can.
Manifiesto en apoyo a las movilizaciones por la democracia desde las Universidades y los centros de investigación
Desde el día 15 de Mayo miles de personas (la mayoría jóvenes) ocupan las calles y las plazas de nuestro país pidiendo más democracia y menos mercado. Mucha gente nos hemos indignado y lo estamos demostrando en la calle. Se ha cumplido un sueño de tantos que nos quedan por cumplir, y si no nos dejan soñar, no les dejaremos dormir.
Muchas personas de la universidad estamos participando activamente en este movimiento que está naciendo con gran fuerza.
A pesar de las resistencias de los medios de comunicación, de las Juntas Electorales y de la policía (o a lo mejor gracias a ellos), las concentraciones, las posteriores acampadas y las redes de difusión en facultades, centros de trabajo, pueblos y barrios, se van a suceder, como mínimo, hasta el domingo 22 de Mayo.
Esperamos que este movimiento continúe y nos comprometemos a promover procesos democratizadores también desde y en nuestras Universidades.
Por último, con este llamamiento queremos animar a todo el mundo a que contribuya con todas sus fuerzas a construir este movimiento, a construir más democracia y a terminar con la dictadura de los mercados.
Si eres PDI, PAS, Investigador o Estudiante universitario y quieres firmar este manifiesto en apoyo a las movilizaciones por la democracia, pincha aquí:
Sociedad civil global: la lucha por el reconocimiento de las capacidades
Hace unos meses quedaba atónito frente al televisor contemplando cómo nuestros líderes políticos europeos apoyaban incondicionalmente los diferentes movimientos surgidos en sendos países del mundo islámico. Aquellas revueltas pacíficas de la sociedad civil, que todavía hoy siguen muy latentes a pesar del silencio de la mayoría de los medios de comunicación, terminaron convirtiéndose en revoluciones que acabaron derrumbando fuertes y consolidadas dictaduras. Regímenes totalitarios que durante décadas habían restringido duramente las libertades de sus ciudadanos, o como diría el premio Nobel de economía Amartya Sen sus capacidades «para poder llevar a cabo aquello que tienen buenas razones para valorar».
Durante aquellos días insistía una y otra vez que la democracia en España, y en general en toda Europa, estaba empezando a revelar claros síntomas de agotamiento. La sociedad se estaba mostrando muy desencantada con sus políticos y sus políticas, sobre todo después de observar con cierto aturdimiento cómo políticos y políticas eran incapaces de proteger a los más débiles de los efectos perniciosos de una crisis económica que no habían ayudado a construir y, sin embargo, muy capaces de salvar -e incluso maximizar- el patrimonio y el estatus de quienes tuvieron responsabilidades directas en ello, sobre todo banqueros y grandes empresas multinacionales. No es de extrañar que, como mostraba El País el 14 de marzo de 2011 a través de los datos de una encuesta realizada en diferentes países de la Unión Europea, el 90% de los encuestados «no confía mucho» o «no confía nada» en la honestidad e integridad de sus políticos; cifras ciertamente alarmantes y escandalosas tratándose de países con una fuerte y consolidada democracia.
Ayer nos levantamos con la noticia de que Castellón, Valencia y otras ciudades españolas [50] se habían adherido al movimiento «indignados» que desde el 15 de mayo ha tomado las calles de Madrid y que tiene su centro neurálgico en la misma Puerta del Sol de la capital española. Tras el lema «¡Democracia real ya! No somos mercancía en manos de políticos y banqueros» muchas personas de diferentes edades mostraban en las calles y plazas de sus ciudades su frustración e indignación con el sistema actual, y reclamaban al mismo tiempo el respeto y el reconocimiento que les ha sido negado por sus políticos durante toda la gestión de la crisis económica actual. Por ello, la sociedad española está hoy en la calle y exige cambios en el sistema democrático. Entre los cuales destaca la reforma necesaria del Senado, la realización de un referéndum para decidir si el pueblo quiere o no que se ayude con dinero público, su dinero, a los bancos y cajas –al igual que sucedió en Islandia- y la imposibilidad de que políticos imputados por corrupción puedan presentarse a unas elecciones. En definitiva, lo que está pidiendo la sociedad española es una democracia participativa donde sus argumentos válidos y no un mero voto cada cuatro años sean tenidos en cuenta por sus dirigentes.
Efectivamente son situaciones muy distintas las que produjeron las revoluciones en los países musulmanes y las que están produciendo los primeros movimientos en la Unión Europea, pero sin embargo lo que subyace en la base de todo ello es muy similar y ataca en un mismo sentido: la falta total de libertades en el caso de unos, la pérdida continuada de libertades en el casos de los otros.
Como dice Sen, las libertades instrumentales [servicios económicos, libertades políticas, oportunidades sociales, garantías de transparencia y seguridad protectora] están interconectadas y se complementan para lograr la concreción de la libertad positiva, la capacidad real de una persona de poder ser o de hacer algo que tiene buenas razones para valorar. Esta interrelación propicia que cuando una de ellas se ve insatisfecha, difícilmente las demás pueden alcanzar su objetivo y la libertad positiva no se concreta. Y esto es precisamente lo que está sucediendo actualmente. Hoy tal vez tengamos libertad para ir a votar, pero la falta de transparencia de nuestras democracias e sus instituciones, organizaciones y agentes principales, los recortes significativos en oportunidades sociales, la minimización de las posibilidades de acceso a un salario justo, y la reducción considerable del estado de bienestar hace que los ciudadanos se sientan defraudados con el sistema y con sus representantes y busquen el reconocimiento y el respeto que se merecen y que se les sigue negado desde las instituciones democráticas, actitud que no han tenido éstas con buena parte de los grupos privilegiados.
Castellón, al igual que otras muchas ciudades españolas, también se ha echado a las calles para luchar por el reconocimiento y el respeto que merecen sus ciudadanos y ciudadanas. Hay quienes predicen que todas estas protestas persiguen un fin político, el de la izquierda, y acabará tras las elecciones del 22 de mayo. Tal vez tengan razón y tengamos que aceptar que la sociedad española no es más que una marioneta en manos de políticos y de medios de comunicación. Una sociedad heterónoma, sin carácter ni personalidad, e incapaz de razonar o valorar las cosas por sí misma. Pero tal vez se equivoquen y estemos frente una posible revolución pacífica que contagie al resto de Europa y se convierta —como ha señalado el Washington post— en «una primavera de frustración» que haga realmente cambiar las cosas.
Hoy más que nunca desde el final de la Segunda Gran Guerra, el sentido y la legitimidad de nuestras democracias europeas y de sus instituciones, organizaciones y agentes principales está en juego. Sin duda es necesario que nuestros políticos recuperen la confianza del pueblo, y eso sólo lo conseguirán si dejan que los ciudadanos se expresarse libremente, si escuchan lo que tienen que decir, y si permiten que los argumentos válidos dejen su impronta e influyan en sus acciones y decisiones.
Ciudadanía Económica y Política Democrática
Probablemente una de las primeras preguntas que surgen al leer el titular de este artículo es ¿Se puede hablar de ciudadanía económica para construir una innovación en el ámbito de la política democrática? Puesto que, en general se entiende que la ciudadanía está relacionada al ámbito político pero no al ámbito económico y que se caracteriza como el espacio de lo bueno mientras que la economía por el ámbito de lo malo, ambos por naturaleza.
En verdad, lo que parece todavía echarse en falta es la construcción de una ciudadanía activa que se haga corresponsable en la praxis del desarrollo de un modelo socio-económico sostenible. Y definitivamente abandone la pasividad ciudadana de esperar que después de la crisis económica las cosas vuelvan a sus roles “normales”, pues esto tampoco está garantizado. En suma, las herramientas propias del ciudadano económico se sostienen en el propósito de construir una autonomía responsable que a través de influencias de cooperación recíproca podría ayudar en el cambio de modelo socio-económico vigente.
A Cooperative Species: Human Reciprocity and Its Evolution
In A Cooperative Species, Samuel Bowles and Herbert Gintis–pioneers in the new experimental and evolutionary science of human behavior–show that the central issue is not why selfish people act generously, but instead how genetic and cultural evolution has produced a species in which substantial numbers make sacrifices to uphold ethical norms and to help even total strangers.
The authors describe how, for thousands of generations, cooperation with fellow group members has been essential to survival. Groups that created institutions to protect the civic-minded from exploitation by the selfish flourished and prevailed in conflicts with less cooperative groups. Key to this process was the evolution of social emotions such as shame and guilt, and our capacity to internalize social norms so that acting ethically became a personal goal rather than simply a prudent way to avoid punishment.
Using experimental, archaeological, genetic, and ethnographic data to calibrate models of the coevolution of genes and culture as well as prehistoric warfare and other forms of group competition, A Cooperative Species provides a compelling and novel account of how humans came to be moral and cooperative.