Elsa González y
Domingo García-Marzá.
En el escenario europeo el discurso de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) o Responsabilidad Social Corporativa (RSC) ha ido ganando terreno, tanto en el ámbito teórico como práctico, desde que el 18 de julio de 2001 la Comisión de la Unión Europea lanzara el «Libro Verde: Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas».
El interés que tenía en aquel momento la Unión Europea, y que mantiene en la actualidad, era que las organizaciones empresariales fueran capaces de estar bien situadas para alcanzar el objetivo estratégico establecido en marzo de 2000 por el Consejo Europeo de Lisboa. Este objetivo afirma que la Unión Europa quiere para el año 2010 convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social (COM 2001).
Dentro de este marco general, se debe entender que el discurso actual de la RSE, en el contexto europeo, tiene al menos los siguientes objetivos. En primer lugar, fomentar un desarrollo económico sostenible, de largo plazo y donde no se produzca la exclusión social. En segundo lugar, dibujar las líneas maestras que permitan crear una visión bien definida de los valores europeos en su dimensión económico-empresarial. En tercer lugar, generar un intercambio de ideas acerca de qué procedimientos, modelos y experiencias pueden ser los mejores para la asunción de tal responsabilidad.
Y, en cuarto lugar, definir la actividad empresarial como una actividad que no funciona en el «vacío social» sino que tiene repercusiones en la sociedad, en los grupos y en los individuos con los que se relaciona, repercusiones que es importantísimo gestionar adecuadamente, con
altura moral, para lograr altas cotas de competitividad.
En este sentido, el discurso de la Unión Europea respecto a la RSE podemos decir que se sitúa dentro de un marco más amplio que implica una reflexión en profundidad acerca de los principios, normas y valores que deben regir la actividad económica y, concretamente, la empresarial. Dicho con otras palabras, podemos interpretar todo el trabajo desarrollado por la Comisión Europea como necesidad de reflexión ético-empresarial. Tras la publicación del Libro Verde en el año 2001, la preocupación por el fomento de ese marco para la RSE ha sido una constante hasta nuestros días. Durante el año 2002 el Libro Verde estuvo abierto a la revisión, crítica y sugerencias dando como resultado distintos documentos (COM 2002, COM 2005, COM 2006, European Comission, 2003a, 2003b, 2004a, y 2004b) en los que se muestra la decisión europea de apostar por principios, valores y estrategias para la dirección y gestión de las empresas que tuvieran como finalidad última la reducción de los «males sociales» (pobreza, abuso de los derechos humanos, degradación del medio ambiente, entre otros) y el aumento de los «bienes sociales» tales como modos de vida sostenibles, educación y biodiversidad (European Cornission, 2003b: 15).
Además, en octubre de 2002 se creó un foro Multi-stakeholder europeo sobre la RSE donde están presentes distintas voces o interlocutores presentes en las actividades empresariales empresarios, trabajadores y sindicatos, organizaciones cívicas y académicas- que tienen el encargo de la Unión Europea de converger en la adopción de enfoques comunes y soluciones únicas y universales, en la medida de lo posible, puesto que en todos los ámbitos no será posible. Pero, como afirma la Comisión, sí que es posible desarrollar un enfoque estructurado y asociativo entre las empresas y sus interlocutores, que permita aprovechar las experiencias prácticas,facilitar el consenso en la medida de lo posible y promover la innovación (COM 2002: punto 6). En la actualidad, la Unión Europea, siguiendo con esta filosofía, ha lanzado, en el año 2006, una propuesta de Alianza Europea para la RSE. Esta plataforma política pretende ser el lugar desde el que las empresas europeas voluntariamente trabajen asociativamente para que se desarrollen las siguientes áreas prioritarias que Europa se ha marcado en materia de RSE (COM 2006: 12):
– Fomentar la innovación y el espíritu empresarial en las tecnologías sostenibles; productos y servicios que respondan a necesidades de la sociedad.
– Contribuir al florecimiento y crecimiento de las PYME.
– Ayudar a las empresas a integrar las consideraciones sociales y ambientales en sus operaciones empresariales, sobre todo en las que afectan a la cadena del suministro.
– Mejorar y desarrollar las cualificaciones para la empleabilidad.
– Responder mejor a la diversidad y al reto de la igualdad de oportunidades teniendo en cuenta los cambios demográficos y el rápido envejecimiento de la población europea.
– Mejorar las condiciones laborales, también en cooperación con la cadena del suministro.
– Innovar en el sector ambiental, centrándose especialmente en integrar la ecoeficiencia y el ahorro de energía en el proceso de creación de productos y servicios.
– Consolidar un diálogo y un compromiso proactivos con todas las partes pertinentes.
– Seguir abordando los retos de la transparencia y la comunicación para hacer que los resultados no financieros de las empresas y organizaciones sean más comprensibles para todos los interesados y mejor integrados en sus resultados financieros.
– Operar como empresas más allá de las fronteras de la Unión Europea de la misma manera social y ambientalmente responsable que dentro de la Unión Europea.
Con este trabajo elaborado por la Unión Europa o a su amparo, podemos decir, parafraseando a Adela Cortina, que la RCE está de actualidad y no es una moda pasajera (Cortina et al., 2000). Entre otras razones, porque las modas como los métodos o los nuevos instrumentos pueden verse modificados con facilidad, el tiempo no es compasivo con ellos. Sin embargo, el discurso y debate acerca de la RSE no sólo no se ha abandonado sino que se está planteando como una cuestión de urgencia y de gran calado. La urgencia se presenta especialmente porque en cuestiones de exclusión social y medioambiental se pone de manifiesto, cada vez más, la importancia que tiene una buena planificación y respuesta desde planteamientos críticos; en estos temas no se pueden improvisar respuestas, es necesario un marco claro de actuación y de valores y principios que orienten y guíen tales respuestas. El gran calado se descubre cuando nos damos cuenta de que las organizaciones empresariales son instituciones sociales que trabajan con valores y también generan valores, y puesto que éstos pueden ser positivos o negativos, tendremos que definir muy bien qué valores queremos que tengan presencia en nuestra sociedad europea y cuáles no (Cortina et al. 2000 y García-Marzá, 2004).
La RSE un concepto resbaladizo
Hasta el momento, se ha hecho hincapié en la apuesta decidida de la Unión Europea por apostar por la asunción de la empresa de su responsabilidad social como factor de competitividad, innovación y cohesión social. Y también se ha subrayado que existen disparidad de concepciones de la misma, así como la necesidad de ir acercando posturas y visiones, especialmente, para conseguir que tal concepto sea compartido y operativo por todos.
Europa viene definiendo la RSE como un concepto por el cual las empresas integran voluntariamente preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y en sus interactuaciones con sus stakeboldm o interlocutores (COM 2001, 2002, 2005 y 2006). El hecho de que tal perspectiva de gestión y dirección de empresas sea z;oluntaria no implica que deba ser entendida en términos filantró@icos. Más bien debiera entenderse que existe una conciencia, por parte de las organizaciones empresariales, de integrar en el corazón de la estrategia empresarial la preocupación por los valores y principios de carácter social y medioambiental, así como la atención a intereses o expectativas que poseen todos los interlocutores que con ella se relacionan. Interpretando esta definición en terminología ético-discursiva, podríamos decir, que el concepto de RSE apunta a la atención de los intereses generalizables, por tanto universalizables, que existen alrededor de la actividad empresarial. Por tanto, implica este concepto un compromiso permanente y explícito con los stakebolders -trabajadores y sus representantes, clientes o consumidores, inversores y accionistas, comunidad local, organizaciones de la sociedad civil, autoridades públicas y medioambiente-.
El concepto de RSE se torna resbaladizo debido a que, siendo un concepto de autorregulación de las conductas y decisiones empresariales, requiere de una reflexión más amplia y profunda acerca de la legitimidad de las organizaciones empresariales. De esta tarea, de estudiar los presupuestos que subyacen a la credibilidad y legitimidad de la empresa, y por tanto de la extensión de la RSE, se ocupa la ética empresarial (Conill, 2004, Cortina et al. 2000; Cortina, 2005 y García-Marzá, 2004).
Delimitar el alcance y significado de la RSE es fundamental para que tal asunción voluntaria se torne operativa y seamos capaces de alcanzar,como se dijo al principio del artículo, el objetivo estratégico establecido en marzo de 2000 por el Consejo Europeo de Lisboa.
A continuación, se muestra una propuesta de fundamentación del concepto de RSE y se propone un modelo teórico-práctico que pretende orientara las organizaciones acerca tanto del significado de la responsabilidad empresarial como de su aplicación y operatividad. También se ofrecen, por una parte, algunos ejemplos que se han llevado a cabo recientemente siguiendo este modelo de RSE fundamentado en la teoría ético-discursiva y, por otra parte, algunas reflexiones acerca de las ventajas y desventajas del modelo, así como unas recomendaciones generales para su aplicación.
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