Vivimos tiempos difíciles para la cooperación internacional al desarrollo. Los recortes en la ayuda oficial de los países desarrollados se generalizan y España, lamentablemente, no es una excepción. Sin duda, estamos ante una más de las casi innumerables consecuencias de la crisis. Una consecuencia quizás difícilmente evitable en alguna medida, aunque el recorte en la ayuda oficial española que reflejan los recientes Presupuesto de 2012 es, más que un recorte, un hachazo feroz: que agrava las ya durísimas reducciones del último gobierno del PSOE (dejando la AOD española en los niveles de 2005). Un hachazo que pone en grave peligro los avances conseguidos en los últimos años.
En todo caso, se trata de algo que no parece resultar tan terrible como debiera a muchos sectores de la ciudadanía, que no perciben que las reducciones en la ayuda al desarrollo afectan decisivamente a derechos humanos tan básicos como los producidos en servicios como la salud o la educación en nuestros propios países (y que, desde luego, no compensará la presunta mayor atención a la eficiencia de la ayuda). Estamos ante una falta de percepción que revela el importante déficit de información y de sensibilidad que todavía existe en España en torno a esta cuestión.
Sin embargo, no debería dejar de conmovernos el hecho de que sean precisamente las personas más vulnerables y desvalidas de la tierra las que acaben pagando con mayor intensidad los efectos de una crisis provocada por los países más desarrollados: por la incoherencia y las contradicciones perversas de su sistema económico y por la avaricia desmedida que ese sistema inocula inevitablemente en sus líderes. Y no deberíamos olvidar que -como señalaba el absolutamente oportuno comunicado que el pasado enero hizo público la Coordinadora de ONG para el Desarrollo de España- “la cooperación al desarrollo no es un lujo para tiempos de bonanza, sino una responsabilidad ética, una política pública que debe ser plenamente garantizada”. Más aún, un acto de justicia. Y también, como así mismo ha recordado la CONGDE, una herramienta fundamental frente a la forma en que la crisis está incidiendo en los países más pobres.
En esta situación, en Economistas sin Fronteras hemos creído de especial interés dedicar el último número de nuestra publicación digital trimestral Dossieres EsF a reflexionar de nuevo sobre la cooperación: en este caso, sobre “La cooperación al desarrollo en tiempos de crisis”. Ése es precisamente el título en torno al que hemos convocado a un reducido grupo de expertos para que, bajo la coordinación del profesor José Manuel García de la Cruz, analizaran la situación y las tendencias de la cooperación en este turbulento tiempo nuestro. Sin ánimo de extenderme, me gustaría señalar sólo seis de los muchos aspectos destacados en el dossier:
1. El impacto de la crisis en la ayuda oficial al desarrollo de los países más desarrollados y la evolución de un buen número de países emergentes y en desarrollo hacen necesario, como sostiene en su artículo el profesor David Matesanz, orientar cada vez más la ayuda a los colectivos más vulnerables.
2. Los datos económicos globales (renta por habitante) no deberían ser los únicos indicadores para delimitar la necesidad de cooperación: muchos países en los que estos datos han avanzado significativamente en los últimos años siguen manteniendo niveles de desigualdad y de pobreza que justifican sobradamente la cooperación.
3. La crisis en los países ricos contrasta con la evolución de muchas economías de los países emergentes e incluso con la de ciertos países de menor desarrollo. Algo que está en la base de las crecientes diferencias que en torno a la ayuda al desarrollo se aprecian entre los diferentes grupos de países. Diferencias que se han hecho notar claramente en la más reciente de las conferencias internacionales sobre esta cuestión: el IV Foro de Alto Nivel sobre la Eficacia de la Ayuda, celebrado en Busan (Corea del Sur) entre el 29 de noviembre y el 1 de diciembre pasados y que analizan con detalle en el dossier los profesores Luisa Moreno Y Daniel Gayo. Son de gran interés sus apreciaciones en torno a los principales consensos que, pese a las diferentes posiciones, se consiguieron en el foro: relevancia de la transparencia y de la rendición de cuentas; necesidad de enfocar la ayuda a resultados; importancia creciente de los nuevos donantes, de la ayuda no oficial, de la sociedad civil y de la empresa privada; énfasis en la igualdad de género y en los problemas que plantean los estados frágiles.
4. Pese a los recortes en la ayuda oficial al desarrollo por parte de la mayoría de los países desarrollados, la cifra total de ayuda no ha descendido durante la crisis, porque están creciendo las aportaciones de nuevos donantes: muy especialmente, algunos países emergentes. En el dossier se analiza el caso de Chile de la mano del profesor André Palma, que ha sido uno de los diseñadores del sistema de cooperación de ese país.
5. Pero tiene también una importancia considerable otro tipo de cooperación: la descentralizada que se desarrolla entre administraciones regionales y municipales del Norte y del Sur. Una ayuda crecientemente “horizontal”, crecientemente vinculada a las estrategias de desarrollo del Sur y cada vez más alejada de criterios asistencialistas. La profesora María del Huerto Romero (Subdirectora de Relaciones Internacionales de la Municipalidad de Rosario) analiza en el dossier este tema, con toda la carga de su experiencia práctica directa.
6. Finalmente, Eba Armendáriz, Freest Saralegui y María Luisa Gil Payno exponen la apuesta de Economistas sin Fronteras por un modelo de cooperación en el que la educación desempeñe un papel estratégico. Y ello no sólo en las sociedades receptoras, sino también en las donantes: “una educación para el desarrollo -como escriben las autoras- que contribuya a generar, en el Norte, una ciudadanía crítica informada sobre las consecuencias del modelo de desarrollo actual y… que promueva la participación política y la movilización social, con el fin de impulsar cambios en el modelo económico vigente y en las políticas que obstaculizan el desarrollo”. Una educación, en definitiva que posibilite paliar ese déficit de información y de sensibilidad (de conciencia) al que aludía al comienzo de esta nota.
Si en algo les interesan estos asuntos, no dejen de echar un vistazo al dossier: pueden verlo libremente en Economistas sin Fronteras.