CSR In the internal management of organisations: a strategy for competiveness

During these early years of the twenty-first century, the European Union has made an important effort to show the intrinsic relationship between the implementation of Corporate Social Responsibility programmes in the private sector, organisations and institutions, and their increased competitiveness in the market.

The interest in this raising of awareness is due to the arrival of globalisation, a process that has developed in recent decades and one which has enabled markets to satisfy their demands with products from all over world. In view of this, Europe feels compelled to find a distinguishing feature which allows its organisations to compete with other markets with products and services which are, in many cases, of good quality and more affordable.
When it was published, the Green Paper (COM 2001) showed that the European Union was committed to the inclusion of Corporate Social Responsibility (CSR) in the planning and management of its organisations as a key factor in its positioning strategy. For the organisations, its acceptance and correct application would be a distinguishing feature enabling them to increase their competitiveness in the global market, at the same time contributing to the creation of a more dynamic, innovative and socially and environmentally sustainable European economy.
However, despite the importance of the strategic aspect, this article provides a perspective which goes beyond the scope of the Green Paper. It focuses particularly on its proposal for internal responsibility, and attempts to show that the benefits of correct implementation of Corporate Social Responsibility within organisations are not only strategic, but also communicative. In other words, Corporate Social Responsibility is not simply a tool for satisfying the particular interests of a particular internal group. It is also a resource which allows the organisation to create favourable conditions to strengthen and develop the moral resources necessary for carrying out its activities, such as trust and its reputation.
Indeed, the inclusion of Corporate Social Responsibility in the management provides guidelines for achieving a possible intersubjective understanding with all the internal parties affected by a given activity. In other words, as long as the organisation is responsible (economically, legally and morally) and can justify it publicly, it will have access to important capital; moral resources such as trust, reciprocity, reputation, solidarity, commitment, responsibility, etc…
The management of moral resources points towards a basic idea: the need for legitimacy. In the past, it was thought that continuous improvements in the account books and scrupulous respect for the law were enough to generate credibility in the organisation. However, the problem today is that the possibility of managing moral resources also requires other important questions to be answered. The various internal Stakeholders (workers, shareholders, managers, suppliers, etc…) expect the organisation not to pollute, to generate wealth and development in its surroundings, to respect human rights, to pay fair salaries, not to discriminate on the grounds of sex, religion or race, to provide decent conditions, and to comply with the agreements it reaches among many other things. Only by satisfying the internal Stakeholders’ legitimate expectations, the organisation can obtain the trust and reputation necessary to carry out its activity correctly and generate the greatest possible value. Because as García-Marzá argues, the organisation “achieves social credibility and legitimacy when it is able to maintain a level of response that generates consensus or agreement among all the groups involved or affected by its activity» (2005:95).
These ideas show us the real impact that generating a responsible culture in its internal management sphere can have for the organisation. Doing so provides access to both strategic and communicative benefits. The organisation can use internal CSR to generate greater efficiency, competitiveness, image and efficiency, strategic resources that make it possible to achieve various objectives of the organisation thanks to attracting talent, increasing the motivation of its agents, improving its corporate image, etc. But it can also generate trust, reciprocity, reputation, solidarity, commitment and responsibility. These moral resources can be used to think of an activity without conflict, which provides economic benefits as well as social and environmental ones.
In conclusión, these reasons aims to show that the need to include Corporate Social Responsibility in an organisation’s management cannot be valued solely on the basis of obtaining significant strategic benefits. Beyond the scope of the Green Paper, it is necessary to consider the possibility of access to another type of benefit which are equally important for the organisation’s activities.

La gestión ética de los territorios

?? La gestión de un territorio está relacionada a numerosas cuestiones, algunas de ellas de corte político y económico. Y, por esto, una reflexión profunda exige definir un horizonte de actuación que ayude a analizar si se está avanzando o retrocediendo en la aplicación del modelo de gestión elegido. En este sentido, si queremos pensar en el futuro de nuestro territorio haría falta una nueva alianza entre la administración pública, las empresas y la sociedad civil. Una alianza que sea capaz de frenar esta peligrosa tendencia de desmoralización de la vida pública. Y alcanzarla depende del protagonismo de la sociedad civil que es decisivo en la promoción del cambio.

Actualmente la situación de crisis económica por la que pasan las sociedades – y se refleja principalmente en los ámbitos locales – parece ser el punto de partida de los problemas políticos y sociales que se están viviendo. Sin embargo, el proyecto de repensar nuestras sociedades exige asumir una crisis de sentido de la democracia, de su legitimidad, la cual se fortalece en función de una percepción social de que la política está en manos de la economía lo que genera una crisis de confianza de las personas en sus representantes. A su vez, también una crisis social que se presenta a través de la atomización social que se vive en nuestras sociedades, en donde el individualismo y el egoísmo son los protagonistas de nuestras actuaciones. No se debe olvidar que la economía está relacionada intrínsecamente con la política y la política con la sociedad.

Por esto, para llevar a cabo una propuesta de desarrollo para nuestros territorios es importante empoderar a las personas y a las instituciones. Se trata de otorgarles poder para que se hagan responsables de parte de la vida pública y protagonistas de sus propios proyectos de vida. Previamente conviene pues tener en cuenta que, a diferencia de lo que se suele pensar, la responsabilidad pública y la responsabilidad estatal son dos ámbitos distintos y, los políticos no son los únicos responsables del ámbito público. La gestión de lo público es responsabilidad de los políticos, sin embargo la sociedad es responsable de la toma de decisión de como es la ciudad que se quiere construir. En otras palabras, cómo es la ciudad en la que quiere vivir.
Siendo así, se intentará explicar la aportación que se pretende hacer a través de una metáfora que es la de la construcción de la casa, ésta entendida como espacio común de convivencia. Para ello, la argumentación que sigue se dividirá en seis pasos. Un primer paso es preguntarse sobre qué tipo de casa se quiere construir. Y la respuesta podría ser que queremos una sociedad que sea capaz de generar las posibilidades para que todos puedan llevar a cabo su proyecto de vida buena dentro de ella, lo que se entendería como una sociedad justa.
El segundo paso es elegir dónde queremos construir, y es el momento de definir una apuesta fuerte por lo local, y preguntarnos qué están haciendo los organismos estatales y los empresarios para potenciar la edificación de las ciudades.
El tercer paso requiere definir las bases de la casa, que serán los valores morales que sean compartidos, como: la inclusión, la participación, la reciprocidad y la responsabilidad. Una estructura que debe ser fuerte y bien definida con bases sólidas para que sea posible sostener las estructuras que se construirán a continuación.
Un cuarto paso implica elevar los pilares de sostén de la casa, que no son más que las instituciones pensadas y diseñadas desde los siguientes principios: transparencia y control de las actividades, apertura al diálogo con la sociedad mediante mecanismos concretos que fomenten y permitan la participación activa de la sociedad.
Un quinto paso implica la construcción de las paredes de la casa, y aquí nos referimos a la ética profesional, es decir a la responsabilidad que tenemos como profesionales de las diversas áreas. Considerando que el hacer bien nuestro trabajo es colaborar directamente en lo público.
Y, finalmente, tendremos que techar la casa y aquí es donde situamos la educación. Esta es la condición para que construyamos nuestro carácter, pues uno no nace sabiendo ser un buen ciudadano. La educación es la única capaz de transformar este ciclo vicioso entre la economía, la política y lo social en un ciclo virtuoso. Todo ello, siempre considerando que la base de nuestra construcción son los valores morales compartidos y que, sin ellos, la cimentación de nuestra casa –nuestro territorio – será muy difícil de conseguir.

La confianza en la industria farmacéutica

Parece que negocio y salud son dos conceptos difíciles de integrar. En el caso de la industria farmacéutica esta dificultad radica en que no se produce un bien privado, sino un bien público: la salud.

Para complicar aún más la cuestión, la reputación del sector se ve dañada por diversos escándalos que saltan a la esfera pública, como por ejemplo: las enfermedades ad hoc – para las que tenemos el medicamento y nos falta la enfermedad -; la relación entre las patentes y los países en desarrollo, el problema del sida en África, la opacidad de muchas de las investigaciones, etc. Todas estas cuestiones construyen un clima de desconfianza, producen una erosión continuada de la confianza por parte no solo de los consumidores, sino también de las propias administraciones y, sobre todo, de la opinión pública. La industria farmacéutica tiene problemas de credibilidad, su legitimidad siempre está puesta en duda, y por lo tanto necesita emprender un gran esfuerzo para poder hacer frente a este reto que es la perdida continuada de confianza.

Dos razones básicas impulsan la desconfianza por parte de la opinión pública. La primera, es el gran poder que tienen estas compañías. Un poder difícil de concretar y, por tanto, de controlar. No sabernos ni quién, ni dónde, ni el por qué se toman unas decisiones que van a afectar a todos los ciudadanos. La segunda hace referencia directamente a la ética, pues este poder no está, ni muchos menos, a la altura de su responsabilidad. Si la responsabilidad tiene que ser proporcional al poder, es normal que la sociedad civil desconfíe de un sector que no se caracteriza precisamente por la transparencia.

¿Cómo pueden entonces las industrias farmacéuticas recuperar la confianza del público en el sector? Desde la ética empresarial entendemos que existen tres pasos básicos que estas empresas deberían dar en la dirección de un nuevo diseño institucional capaz de gestionar y recuperar la confianza necesaria para que tanto la sociedad como el mercado vuelvan a confiar en su, hoy más que nunca, necesaria contribución.

El primer paso se centra en la gestión ética de esta responsabilidad. Recordemos que la responsabilidad se refiere a la capacidad de respuesta que tiene la empresa frente a los diferentes grupos de interés. En este sentido, una industria es responsable cuando es capaz de responder de aquello que se espera de ella, cuando es capaz de integrar el beneficio económico con el social y el medioambiental, cuando es capaz de atender a todos los intereses en juego. Gestionar esta responsabilidad desde un punto de vista ético, esto es, desde el compromiso de la empresa y no sólo desde su instrumentalización, implica primero que todo definir cuáles son estos compromisos en un código ético que, como documento formal, presente el carácter de la empresa, su apuesta por la responsabilidad en este caso.

En segundo lugar, debe comunicarse el cumplimiento alcanzado de estos compromisos públicos. Nos referimos a los llamados informes de responsabilidad social o informes de sostenibilidad, que siguiendo una metodología específica, informan de todo aquello que la empresa ha aportado a la sociedad. Pero estos informes pueden servir también para ocultar la realidad y, por desgracia, la injusticia.

De ahí que el tercer paso en esta progresiva generación de confianza lo constituyan los Comités de Ética y Responsabilidad Social Corporativa (CERSC). La idea que desarrollamos desde la ética empresarial es que en la elaboración de estos informes de responsabilidad social, se incorpore la participación de los diferentes grupos de interés. De esta forma, los diferentes stakeholders no son simplemente grupos de receptores pasivos de una información elaborada y preparada de antemano, sino que puedan de alguna forma intervenir tanto en la aportación de información, como en la elaboración de la misma, así como en el seguimiento y control de toda esta comunicación.

Por último, siempre debemos recordar que responsabilidad significa siempre co-responsabilidad. Si queremos recuperar la confianza en un sector clave para el desarrollo social debemos implicar también en esta mejora a las administraciones públicas, como primeros clientes, así como a las asociaciones de consumidores, profesionales sanitarios, etc. Es muy difícil que estas empresas puedan generar confianza si no se trabajan estas tres ideas: los códigos, las memorias y los comités de ética.

Responsabilidad social, algo más que acción social

? De una forma cada vez más extendida en nuestro sector empresarial, no así en la ciudadanía, tiende a verse la Responsabilidad Social Empresarial como el acontecer de acciones exclusivamente filantrópicas y altruistas con las que la empresa devuelve a la sociedad parte de los recursos prestados. Por lo general, estamos ante acciones destinadas a actividades sociales y culturales, al desarrollo humano y a la mejora del entorno social y medioambiental, cuya implementación es posible gracias a la aportación de una parte del beneficio económico generado o de los recursos disponibles. Pero este altruismo, siempre bienvenido, no debe identificarse con la responsabilidad social, con aquello que la sociedad espera de la empresa. Se trata de dos conceptos diferentes cuya confusión está llevando a que muchas empresas realicen actividades que pueden resultar contraproducentes para sí mismas a pesar del coste y esfuerzo invertido, además de generar desconfianza en la sociedad.

Cuando hablamos de responsabilidad social no hablamos sólo de filantropía, a la que también incluye. Cuando hablamos de responsabilidad hablamos de cómo la empresa responde de las exigencias legítimas que los diferentes grupos de intereses implicados en o afectados por su actividad han depositado en ella. Existen grupos internos, como trabajadores, directivos, accionistas, etc. Y, por lo tanto, una responsabilidad interna que afecta a beneficios, salarios, seguridad laboral, formación, etc. Y existen grupos externos como la comunidad en la que se inserta la empresa, la administración, etc. Hace muy poco tiempo se pensaba que las empresas alcanzaban credibilidad social, justificaban su actividad, sólo con maximizar el beneficio económico y cumplir con la legislación vigente. Sin embargo, actualmente la sociedad, los diferentes actores de la actividad empresarial, exige algo más, y ese algo más es lo que hoy ha quedado englobado dentro del concepto de responsabilidad social. En este sentido, la responsabilidad social consiste en la integración voluntaria de los temas sociales y medioambientales junto con los económicos. Es decir, una empresa responsable es aquella que se gestiona de manera sostenible, buscando el acuerdo de sus grupos de intereses e integrando en su gestión estos tres campos de actuación.

Estamos, pues, ante dos cuestiones relacionadas pero diferentes. Con la responsabilidad social, nos preguntamos por el cómo se han producido los beneficios y para quién son. Con la acción social, nos estamos preguntando qué hace la empresa con una parte de los beneficios alcanzados en el desarrollo de su actividad económica. Se trata de acciones filantrópicas dirigidas a la mejora del entorno natural y al desarrollo humano y social, actividades importantes y muy loables que son concretadas directamente por la propia empresa o indirectamente a través de organizaciones cívicas y solidarias. La acción social es parte de la responsabilidad social, de la ciudadanía corporativa, si así queremos llamar a la responsabilidad, pero no debemos confundir el todo con una de sus partes. Muchas veces tal confusión esconde la intención de ocultar acciones claramente irresponsables en el interior de la empresa al cubrirlas con el manto de la acción social. En este sentido, decimos que la ética se utiliza para “lavar más blanco”. Sin embargo, tales estrategias suelen acabar produciendo lo contrario de lo que pretendían, esto es, sólo reportan descrédito y desconfianza.

De hecho, uno de los resultados más significativos del Observatorio de Ética y Responsabilidad Social de la Comunidad Valenciana (ERSE-O6) realizado por la Fundación ETNOR, trata precisamente de esta diferenciación. Ante la pregunta “Qué cree que es la Responsabilidad Social Empresarial”, los directivos y empresarios respondieron en un 69,4% que “las empresas se preocupen por el impacto que su actividad tiene en la sociedad” y sólo en un 4’8% que “las empresas realicen acciones sociales”, alcanzando esta respuesta un escaso 11,4% cuando preguntamos a trabajadores, clientes y opinión pública en general. En definitiva, ni la empresa ni la sociedad confunden de hecho responsabilidad social con acción social.

En resumen, si queremos estar de acuerdo con aquello que se espera de la empresa, si queremos generar reputación y confianza, es necesario diferenciar y no confundir ambos conceptos, más aún ante la actual coyuntura de crisis económica. Es mejor dar los pasos convenientes hacia la responsabilidad social y comunicarlos a todos los grupos de intereses, buscando el diálogo y la aceptación. Entre estos pasos se encuentra la acción social. Pero ésta sólo será efectiva si forma parte de un conjunto más amplio de acciones que denominamos responsabilidad social. El gran reto pendiente para nuestras empresas es la comunicación de la Responsabilidad Social, de las acciones que están realizando y en la mayoría de las ocasiones no llegan a la opinión pública. Sólo desde esta comunicación, puede la acción social ser vista y apreciada como parte de la responsabilidad de la empresa.

La RSE en la tienda de la esquina

El pequeño comercio hace responsabilidad social empresarial sin saberlo. Le hace falta la utilización del nombre ´comercio ciudadano´ como rasgo básico de la identidad, un plan de formación que incluya la RSE, y avanzar en la visibilidad de las buenas prácticas.
A pesar del entorno económico complejo en el que nos encontramos hoy en día, y de que algunos hayan presagiado la desaparición de los temas relacionados con la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE), siguen presentándose propuestas que defienden que estos temas pueden ser de gran ayuda para salir reforzados de la situación actual. Siempre y cuando se entienda que la RSE es una parte de la ética de la organización, es decir, de su manera o forma de ser y no un simple recurso estratégico.
Con esta filosofía, la Fundación Étnor ha realizado una investigación que lleva por título «Una aproximación ética al comercio valenciano«. Dicho trabajo ha sido financiado por la Conselleria de Industria, Comercio e Innovación y ha contado con la colaboración de Unió Gremial y la empresa pública del Ayuntamiento de Burjassot Cemef.
Desde el equipo de trabajo éramos conscientes de que esta investigación constituía un reto y una innovación, tanto para Étnor como para la propia Conselleria y el resto de organizaciones implicadas. Un reto porque las investigaciones acerca de la situación real de la RSE se han realizado, normalmente, en grandes empresas y en menor medida en pymes. Éste es el caso del Observatorio realizado por Étnor (ERSE´06 y ERSE´09). Parecía, pues, que los temas de la RSE poco tenían que ver con las pymes comerciales, con el comercio tradicional de toda la vida.
Y una innovación porque la investigación partía de una hipótesis básica fruto del conocimiento de la situación del comercio valenciano, a saber: la RSE puede convertirse en una razón básica que justifique la presencia, importancia y necesidad del pequeño comercio en el actual escenario económico global, convirtiéndose en uno de los recursos clave de mejora en la diferenciación y competitividad de las pymes comerciales.
De ahí que el objetivo de la investigación fuera doble. Por un lado, realizar un diagnóstico de la situación actual del pequeño comercio de la Comunitat Valenciana en lo referente a la ética y la RSE. Y, por otro lado, a partir de este diagnóstico, identificar las potencialidades y recursos que de hecho poseen este tipo de empresas para avanzar en la identificación y gestión de la RSE.
Los resultados de la investigación muestran una serie de rasgos característicos del pequeño comercio: calidad, proximidad y profesionalidad. A los que se añade de una forma cada vez más evidente el valor compromiso social y ciudadano. Dicho compromiso lo encontramos en frases que habitualmente escuchamos como el comercio activa la ciudad.
Uno de los resultados más significativos del estudio tiene que ver con la falta de relación entre las buenas prácticas, reconocidas y valoradas por la sociedad, y el propio concepto de RSE. Mientras que en las grandes superficies nos encontramos con una gestión y comunicación explícita de los temas de RSE, este concepto aún no ha calado en el pequeño comercio.
La investigación muestra también que existe una plataforma sólida en el pequeño comercio para la implementación de los temas de la RSE, ya que estos reconocen como principal motivación para entrar en temas sociales y medioambientales la propia mejora de la gestión, más allá de las cuestiones de mera reputación e imagen. Como siempre, la principal dificultad es cómo llevar estas ideas a la práctica. El trabajo aporta una serie de propuestas en esta dirección.
En primer lugar, la utilización del nombre comercio ciudadano como rasgo básico de la identidad del pequeño comercio. En segundo lugar, es necesario un plan de formación que incluya la RSE dentro la propia profesionalización del sector. Por ejemplo, un concepto de calidad que incluya también aspectos sociales y medioambientales. En tercer lugar, avanzar en la visibilidad de las buenas prácticas en RSE, bien sea a través de un certificado de comercio ciudadano como parte del actual sello de excelencia, bien haciendo públicos los compromisos adquiridos del pequeño comercio y los resultados obtenidos. Recordemos que responsabilidad viene de responder, de dar razón ante la comunidad de nuestras acciones y decisiones empresariales.
Por último, la investigación se apoya en la exigencia por parte de los comercios de una mayor participación y diálogo con las Administraciones Públicas locales, con el objetivo de forjar una alianza por un comercio ciudadano que sea capaz de reconocer en el pequeño comercio un interlocutor válido en el desarrollo del modelo de ciudad.

La responsabilidad social como factor de competitividad

Con el concepto de responsabilidad se da una situación curiosa a la hora de definir su significado: aquello que primero se entiende como una obligación moral, como una exigencia de justicia, provocando recelos, sospechas y rechazos, se retoma después con toda firmeza como un recurso estratégico, como un instrumento al servicio de la eficacia y del beneficio económico. Sin embargo, por el camino ha perdido toda su fuerza crítica e innovadora. Esta situación ya se había producido con otros conceptos de tipo normativo, como es el caso de la participación.
Hace diez años hablar de responsabilidad ante un foro empresarial era casi menos que imposible, no interesaba. Nadie quería hablar de un concepto que implicaba, intuían todos, la adquisición de compromisos más allá de los resultados económicos. Lo más asombroso es que ocurría lo mismo en los ámbitos sindicales, ante el temor de la entrada en el juego de otros actores empresariales. El reparto del poder en el seno de la empresa corría peligro. Ambas intuiciones eran ciertas, pero se equivocaban en ver en ellas sólo un peligro, un pasivo o lastre para la satisfacción de los intereses en juego. La significación actual de la responsabilidad social responde más bien a un cambio en esta comprensión de la empresa, cuando ya es evidente que el beneficio económico no es separable del beneficio social y ecológico. Ahora bien, lo novedoso es ver en esta integración una de las claves para la competitividad de nuestras empresas.
La Unión Europea ha sido uno de los factores decisivos para este cambio de posición. El Libro Verde presentado por la Comisión Europea y titulado Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas, parte ya de estas premisas. En este documento encontramos una definición clara y sencilla de lo que debemos entender por responsabilidad social empresarial: “Integración voluntaria por parte de las empresas de las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y en sus relaciones con sus interlocutores” Como vemos, el alcance de la definición excede, y por principio, al cumplimiento estrictamente legal.
Precisamente es la asunción voluntaria la característica básica de la responsabilidad y lo que persigue, se dirá en varias concreciones de este documento, es el diálogo social como la plataforma para “reconciliar los intereses y las necesidades de las distintas partes de manera aceptable para todos ellos”. El objetivo no es otro que llevar a cabo una estrategia de medio y largo plazo para convertir a la Unión Europea en “la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con una mayor cohesión social”. También la OCDE entiende la responsabilidad como un elemento clave para la búsqueda de nuevas oportunidades para la empresa5. De nuevo la idea, plasmada ahora en documentos que tienen su origen en los mismos actores empresariales, de que la responsabilidad es uno de los factores más importante para hablar de competitividad.
No obstante, todo queda en un mero ejercicio de marketing publicitario o, peor aún, en una justificación de situaciones moralmente injustificables, si no somos capaces de definir, en primer lugar, en qué consiste esta responsabilidad, cuáles son sus márgenes; y, en segundo lugar, cómo podemos medirla y evaluarla. No basta con decir que debemos ser responsables, es necesario concretar esta responsabilidad pues es la reputación de la empresa lo que está en juego y, con ella, la confianza y el respaldo de los diferentes grupos de intereses que la componen. Es en esta dirección donde la ética empresarial aporta su perspectiva propia, su contribución a la comprensión e implementación de la responsabilidad social de la empresa.

La Universidad al servicio de la gestión de la ética y la responsabilidad social en empresas y organizaciones

En la actualidad, la relación del beneficio económico con el social y el ecológico es una demanda de la sociedad, y la reputación de la organización o empresa económica depende en gran parte de su respuesta ante estos nuevos retos. Precisamente, la ética empresarial aporta una perspectiva innovadora para la gestión y la comunicación de la responsabilidad social, un hecho que ha generado un considerable aumento de la demanda  de servicios avanzados en este sentido por parte de las organizaciones y empresas económicas.
GERSE (Gestión de la Ética y de la Responsabilidad Social Empresarial) es un grupo de investigación de la Universitat Jaume I que, dirigido por el catedrático de ética empresarial Domingo García-Marzá, ofrece  desde 1991 servicios avanzados en el ámbito de la ética empresarial y la responsabilidad social. Su principal objetivo es ayudar a las organizaciones y empresas económicas en la implementación de los valores éticos y en la definición y gestión de su responsabilidad social y ecológica a través de diversas herramientas: códigos éticos, memorias de  responsabilidad, auditorías éticas, códigos de buenas prácticas, comités de ética, etc.
El equipo humano de GERSE está caracterizado por ser un grupo de trabajo multidisciplinar , experimentado y altamente cualificado en temas de ética empresarial, responsabilidad social y comunicación corporativa, avalado por trabajos realizados en distintas empresas como son Mercadona, Unión de Mutuas, Bancaja, Aceralia, ONCE, Intercoop, ATOS ORIGIN España Y ENCE, entre otras.

Concha Roldán reivindica a Leibniz en el XXI Congreso Valenciano de Filosofía

La investigadora del Instituto de Filosofía del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Concha Roldán ha reivindicado la actualidad del filósofo alemán Leibniz, cuando se cumplen 300 años de su muerte en 1716, de cara a afrontar la situación ética y política en la que se encuentra Europa. Roldán ha destacado la capacidad de anticipación del que ha calificado como último genio universal ya que, además de en el campo de la filosofía, Leibniz destacó en otras muchas ciencias siendo lógico, matemático, jurista, bibliotecario y político. Roldán ha ofrecido la conferencia «Ética y política en Leibniz: mejorando el mejor de los mundos» en el marco el XXI Congreso Valenciano de Filosofía que se celebra del 10 al 12 de marzo en la Universitat Jaume I con la participación de destacados expertos nacionales, investigadores y estudiantes.

Roldán señala cómo Leibniz «veía ya hace más de 300 años que Europa había conseguido avanzar mucho en desarrollo científico y tecnológico pero que necesitaba avanzar más en el desarrollo moral y de una ciencia política». Para el pensador alemán, según ha resaltado la filósofa, era fundamental la contribución del colectivo de intelectuales para alcanzar un progreso que fuera más allá de lo cuantificable y contribuyera al bienestar de todas las personas. Asimismo, Leibniz reivindicaba la necesidad de aprender y compartir avances con otras culturas como la china, en la que el filósofo alemán tenía gran interés.
«Ya entonces Leibniz entendía que todo proyecto necesita para su viabilidad del poder y hay que poner medidas para que éste no se convierta en un poder despótico», ha señalado Roldán, quien ha recordado la originalidad de algunas de las propuestas planteadas por el pensador alemán hace tres siglos, como la creación de un fondo monetario en el que los monarcas realizaran un depósito de caución que permitiera cumplir las sentencias de los tribunales en el caso de que estos fallaran en contra de los monarcas.
Roldán ha hecho además hincapié en la importancia del concepto de tolerancia a lo largo de la obra de Leibniz, explicando que «frente a la tolerancia en sentido negativo de ‘soportar’ sitúa la tolerancia en sentido positivo de ‘comprender’ que supone el respeto a los otros» y vincula a las libertades de creencia y de expresión, entre otras. «Pero la tolerancia para Leibniz también tiene sus límites, hay que respetar la libertad de pensamiento pero no abandonarla a sí misma», ha señalado Roldán.  
Fotografías de la conferencia
Vídeo completo de la conferencia

Comienza el XXI Congreso Valenciano de Filosofía

La filosofía y su papel en la sociedad actual centran el congreso que reúne en la UJI a expertos, estudiantado de secundaria e investigadores

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Fecha: 10, 11 y 12 de marzo de 2016
Acto: Congreso
Título: XXI Congreso Valenciano de Filosofía
Lugar: Centro de Estudios de Posgrado y Consejo Social
Entidad: Societat de Filosofia del País Valencià y Universitat Jaume I


La Universitat Jaume I se convertirá del 10 al 12 de marzo de 2016 en el centro del debate sobre la filosofía y su papel en la sociedad actual en varios ámbitos, contando para lo cual con la participación de destacados expertos a nivel nacional, cerca de un centenar de investigadores que presentarán sus comunicados y estudiantado de secundaria que protagonizará una exposición de pósteres preparados en los institutos sobre la filosofía y su actualidad. La Societat de Filosofia del País Valencià organiza cada dos años el XXI Congreso Valenciano de Filosofía que en esta ocasión se celebra en el campus castellonense con la colaboración del Departamento de Filosofía y Sociología de la UJI.
La Societat de Filosofia del País Valencià nació en la década de los 80 del siglo pasado con el fin de promover la filosofía y su didáctica. Entre sus principales actividades, destaca la celebración bienal del Congreso Valenciano de Filosofía, un espacio de reflexión e intercambio de ideas que, estructurado alrededor de cuatro grandes áreas de estudio filosófico (Filosofía, Lógica y Filosofía de la Ciencia, Metafísica y Teoría del conocimiento, y Filosofía Moral y Política) contribuye al ejercicio de su principal objetivo.
La XXI edición del congreso que se realizará en la UJI contará con destacados ponentes de cada una de las áreas filosóficas, entre los que se encuentran Edgar Maraguat, de la Universitat de València; Concha Roldán, del Instituto de Filosofía del CSIC; Jesús Ezquerro, de la Universidad del País Vasco, y Esa Díaz León, de la Universitat de Barcelona. La participación en el congreso se verá enriquecida y complementada con las aportaciones de un total de noventa comunicaciones.
La jornada será inaugurada por el rector de la UJI, Vicent Climent, el jueves 10, a las 9.30 horas, en la sala de actos del Centro de Posgrado y Consejo Social. En esta misma sala se inaugurará, a las 17.30 horas, la exposición de pósteres de alumnado de Educación Secundaria. En cuanto a las comunicaciones, se realizarán en horario de mañana y tarde a lo largo de los tres días en diferentes edificios del campus, intercalándose con las cuatro conferencias invitadas y una mesa redonda sobre la filosofía en el sistema educativo actual.