[Seminario ofrecido en la Fundación Étnor]
Tuve la oportunidad de conocer a la profesora Adela Cortina en Buenos Aires hace unos meses y fue un descubrimiento para mí importante el comprobar que teníamos intereses académicos, científicos e intelectuales en común. Quisiera, por tanto, en primer lugar agradecer a Adela Cortina y a D. Emilio Tortosa la invitación recibida por parte de la Fundación ÉTNOR para estar hoy con ustedes, y así también conocer mejor esta comunidad autónoma y su cultura.
El tema que voy a tratar, como muy bien ha anunciado la profesora Adela Cortina, es la relación entre la felicidad y la empresa, y el gobierno de las empresas. Actualmente es un tema bastante nuevo y estoy seguro de que en los próximos años se va a desarrollar más.
1. La paradoja de la felicidad
Voy a empezar con un fenómeno denominado en la literatura científica internacional la “paradoja de la felicidad”. En 1975 en Estados Unidos el economista Richard Easterlin ingenió una curva ya famosa en todo el mundo, después de mucho trabajo empírico, estadístico y econométrico: poniendo el ingreso per cápita en el eje horizontal, y un indicador de felicidad en el eje vertical. ¿Cómo se puede determinar un indicador de felicidad? Entre los parámetros objetivos de calidad de vida se tiene en cuenta el consumo de psicofármacos, la ruptura de matrimonios, suicidios, etc.; los parámetros subjetivos se basan en encuestas, preguntando a las personas acerca de su experiencia. Su equipo elaboró un algoritmo para sintetizar éstos parámetros, relacionando el indicador de felicidad con los ingresos per cápita. Lo que se obtiene es una curva creciente hasta que el nivel de ingresos per capita alcanza los 28.000 $ anuales, después la curva empieza a decrecer ligeramente, lo que significa que a partir de un determinado punto, con mayores ingresos per cápita va a disminuir la felicidad. Esto es hoy conocido como la “paradoja de la felicidad” (Paradoja, es una palabra griega y significa una cosa que maravilla, que uno no puede deshacer)
Voy a empezar con un fenómeno denominado en la literatura científica internacional la “paradoja de la felicidad”. En 1975 en Estados Unidos el economista Richard Easterlin ingenió una curva ya famosa en todo el mundo, después de mucho trabajo empírico, estadístico y econométrico: poniendo el ingreso per cápita en el eje horizontal, y un indicador de felicidad en el eje vertical. ¿Cómo se puede determinar un indicador de felicidad? Entre los parámetros objetivos de calidad de vida se tiene en cuenta el consumo de psicofármacos, la ruptura de matrimonios, suicidios, etc.; los parámetros subjetivos se basan en encuestas, preguntando a las personas acerca de su experiencia. Su equipo elaboró un algoritmo para sintetizar éstos parámetros, relacionando el indicador de felicidad con los ingresos per cápita. Lo que se obtiene es una curva creciente hasta que el nivel de ingresos per capita alcanza los 28.000 $ anuales, después la curva empieza a decrecer ligeramente, lo que significa que a partir de un determinado punto, con mayores ingresos per cápita va a disminuir la felicidad. Esto es hoy conocido como la “paradoja de la felicidad” (Paradoja, es una palabra griega y significa una cosa que maravilla, que uno no puede deshacer)
¿Es posible compaginar la competitividad de la empresa con la felicidad? A los economistas nos han enseñado que la riqueza, los ingresos, son en buena medida factores de aumento de la felicidad. Es verdad, pero hasta el vértice de la curva del Cuadro 1. Los países pobres están en la parte izquierda de la curva, su infelicidad radica en la falta de dinero suficiente para comer, para
estudiar, etc. No sé si somos felices en los países del mundo occidental avanzado, pero en Estados Unidos hoy los ingresos per cápita están alrededor de 38.000 dólares, en Italia de los 29.000 euros.
estudiar, etc. No sé si somos felices en los países del mundo occidental avanzado, pero en Estados Unidos hoy los ingresos per cápita están alrededor de 38.000 dólares, en Italia de los 29.000 euros.
La paradoja de Easterlin no despertó gran interés en 1975, a pesar de ser una cosa curiosa. Sin embargo, hoy es un problema preocupante de orden filosófico, si nos planteamos cuál es la legitimidad política, social y cultural de un sistema económico que es muy tajante en producir ingresos, servicios y cosas, pero a costa de ir disminuyendo la felicidad media.
El 2005 en la Unión Europea de los quince se suicidaron 62.000 personas. ¿Qué significa esta cifra y quiénes son los que se matan? No son en general los pobres, porque éstos mantienen la esperanza de futuro; los que se suicidan son quienes tienen más poder adquisitivo y todas las cosas que desean, pero carecen del sentido de la vida. Este dato es preocupante porque va en aumento anual y ya es superior al número de personas que mueren en accidentes de trabajo. Los políticos y gobiernos tienen medidas para impedir este tipo de accidentes, y eso es bueno, pero el número de los que se suicidan es todavía superior.
2. Legitimación del sistema e interpretaciones de la paradoja
Entonces hay que ver cómo se legitima socialmente un sistema económico extraordinariamente productivo, pero que no hace que las personas estén contentas y felices. Desde la filosofía es una cuestión importante, pero también lo es desde el punto de vista económico. Daniel Kahneman fue Premio Nobel de Economía por desarrollar esta paradoja y ya advirtió que el dinero es importante para nuestra felicidad, pero hay otras que también lo son. Existen tres interpretaciones en la literatura contemporánea de esta paradoja.
Entonces hay que ver cómo se legitima socialmente un sistema económico extraordinariamente productivo, pero que no hace que las personas estén contentas y felices. Desde la filosofía es una cuestión importante, pero también lo es desde el punto de vista económico. Daniel Kahneman fue Premio Nobel de Economía por desarrollar esta paradoja y ya advirtió que el dinero es importante para nuestra felicidad, pero hay otras que también lo son. Existen tres interpretaciones en la literatura contemporánea de esta paradoja.
a) Daniel Kahneman
Lo que se llama el efecto “tapis roulant”2 o en inglés “treadmill”, en español sería “lo que ocurre siempre”, en el mismo círculo. Aplicado a la paradoja significa que fácilmente nos acostumbramos a un nivel de vida y cuando el ingreso aumenta no se aumenta la utilidad, como bien saben todos los economistas.
Lo que se llama el efecto “tapis roulant”2 o en inglés “treadmill”, en español sería “lo que ocurre siempre”, en el mismo círculo. Aplicado a la paradoja significa que fácilmente nos acostumbramos a un nivel de vida y cuando el ingreso aumenta no se aumenta la utilidad, como bien saben todos los economistas.
b) El efecto Debble
La segunda explicación está ligada a lo que se conoce como “efecto Debble”, original de un economista y sociólogo americano, muy ligado a la contribución de Hirsh, economista inglés que destacó por tener una visión muy interesante en el desarrollo de la teoría de los bienes posicionales. Para explicar la posicionalidad (la felicidad puede disminuir cuando los ingresos aumentan) Hirsh alude al problema de la “envidia social”: siempre vamos a envidiar a quienes están por arriba; queremos obtener siempre más no para cubrir nuestras necesidades, sino para posicionarnos en la escala social.
La segunda explicación está ligada a lo que se conoce como “efecto Debble”, original de un economista y sociólogo americano, muy ligado a la contribución de Hirsh, economista inglés que destacó por tener una visión muy interesante en el desarrollo de la teoría de los bienes posicionales. Para explicar la posicionalidad (la felicidad puede disminuir cuando los ingresos aumentan) Hirsh alude al problema de la “envidia social”: siempre vamos a envidiar a quienes están por arriba; queremos obtener siempre más no para cubrir nuestras necesidades, sino para posicionarnos en la escala social.
c) La “felicidad relacionada”
La tercera explicación, con la cual quiero contribuir junto con otros investigadores de diferentes partes del mundo, es lo que se llama la “felicidad relacionada”.
La tercera explicación, con la cual quiero contribuir junto con otros investigadores de diferentes partes del mundo, es lo que se llama la “felicidad relacionada”.
Puedes seguir leyendo este post en el libro del XVI Seminario de Ética Económica y Empresarial de la Fundación Étnor, pp. 61 – 74 [ver]
Yo defiendo que la riqueza da la felicidad, pero coincido con que la da "hasta el vértice de la curva". Da la felicidad ya que permite resolver las necesidades, como el alimento o un techo donde vivir, pero cuando la riqueza aumenta, aumentan las responsabilidades. De ahí, que muchos empresarios frustrados o agobiados se suiciden.El consumismo no vuelve más contenta a la gente, hace que creen unas necesidades nuevas, y estas no disminuyen cuando son cumplidas, sino que se crean muchas otras.El dinero da poder, y el poder es peligroso. El efecto Debble es perfecto para explicar los problemas que da el dinero, ya que compararse es fatal, ya que si nos comparamos con alguien poderoso somos insignificantes y esto nos provoca una sensación desagradable, en cambio si nos comparamos con el tercer mundo vemos que tenemos todo lo que necesitamos. Aun teniendo estas dos posibilidades de comparación, siempre recurrimos a la primera, y esto nos crea envidias de poder que nos obliga a buscar formas de alcanzarlo.
La mayoría de las veces cuando nos compramos algún bien material nuevo nos aporta un gran placer inicial, pero con el tiempo nos acostumbramos a ello. Al principio, puede que sea una experiencia extraordinaria pero al final, no nos satisface y esa felicidad inicial desaparece.Cuantas más cosas son las que podemos conseguir , normalmente porque las tienen los demás, mayor es nuestra ansiedad y por tanto infelicidad por conseguirlas. “No es mas rico el que mas tiene sino el que menos necesita”.
Yo no creo que el dinero dé la felicidad ni antes ni después de los 28.000 dólares. Sí es cierto que ayuda a resolver necesidades, pudiendo hacer la vida más fácil, pero también es cierto que sin necesidad de poseer grandes riquezas, uno puede tener la vida que desea y la que le hace feliz. Las personas con mayores ingresos se acostumbran a una vida más lujosa, pero pueden ser igualmente felices aquellos que no tienen tanto dinero, y están acostumbrados a su vida, su día a día, y tienen a personas que les hacen felices. No creo que sea el dinero el que, a partir de cierta cantidad, haga que disminuya la felicidad; creo que lo que hace disminuir la felicidad es la soledad, y seguramente las personas que llegan tan alto se encuentren muy solas ahí arriba. Esto no quiere decir que porque una persona sea rica, automáticamente sea infeliz. Se trata de buscar la felicidad estando en cualquier situación, y sobre todo tener una vida que no gire en torno al dinero. Estoy completamente de acuerdo con la opinión de Hugo, la felicidad dada por bienes materiales es efímera.Una empresa puede seguir siendo competitiva y avanzar económicamente sin verse minada su felicidad y la de sus trabajadores. No obstante, hay que saber llevarlo, compaginarlo con otras cosas y no vivir únicamente de la riqueza, lo que es muy complicado para todas las personas, y normalmente para las empresas, ya que son instituciones que ambicionan llegar más arriba, y muchas veces pasan por alto lo que hay en el camino.
¿Qué es lo que ha hecho el capitalismo al convertir el consumo en consumismo? A lo largo de la historia, sólo unos pocos, los ricos, han podido disfrutar de productos carentes de necesidad pero muy estimados por su rareza, belleza o cualquier otro rasgo fuera de lo común. El resto tenían que conformarse con vivir en el nivel de subsistencia, es decir, con la comida, el abrigo y la casa.Desde la segunda mitad del siglo XIX algo cambió: el capitalismo norteamericano, con su sistema de producción en serie permitió estandarizar la producción y rebajar el precio, haciendo así que la gente corriente pudiese acceder a esos productos excesivos que sólo los ricos tenían hasta entonces. Desde ese momento la gente corriente aprendió a convivir con los caprichos que sólo antes tenían acceso los ricos, aspirando así, por primera vez en la historia, a los bienes de consumo.Y ante este panorama me pregunto ¿es ventajosa esta situación? Para mí, claramente, no. Una cosa es la “salud mental” que da el tener vicios como ir al cine o comprarnos un libro, y otra cosa muy distinta es el ser adictos al consumo, como por ejemplo algunas personas ven la necesidad de comprarse la ropa que su actor o cantante favorito (una ropa que, claro, cuesta cinco veces más que la no-patrocinada por dicha estrella).El otro día leí un artículo por Internet que decía que los parisinos son los habitantes menos felices y que los nigerianos son lo contrario: los más felices. ¿Por qué motivo? ¿Si generalmente felicidad es igual a riqueza? Puede ser que tengamos la razón ante nuestras narices y no queramos verla: por las opuestas expectativas de la vida que tienen. Y es que como bien dice el dicho: “Lo que posees acabará poseyéndote”
Me ha parecido muy interesante este artículo; “la paradoja de la felicidad”Hay un momento que el autor se pregunta filosóficamente ¿Cuál es la legitimidad política, social y cultural de un sistema económico que es muy tajante al producir ingresos, servicios y cosas, pero a costa de ir disminuyendo la felicidad la felicidad media?Examina distintas teorías que tratan de explicar esta paradoja, la de Daniel Kahneman, que dice que el hombre rápidamente se acostumbra al nivel de vida y que cuando el ingreso aumenta, no aumenta la utilidad. El efecto Debble/Hirsh, que habla de la envidia social: siempre vamos a envidiar a quien está más arriba y por último menciona la felicidad relacionada.Sin embargo el autor una vez constada e interpretada la paradoja no va más allá, por tanto la pregunta en realidad es:¿Hasta qué punto se puede mantener un sistema que no tiene en cuenta las necesidades del ser humano?.El año pasado nos enseñaron en clase a Maslow, psicólogo humanista, y su famosa pirámide, donde formuló una jerarquía de necesidades humanas defendiendo la teoría de que conforme se satisfacen las necesidades básicas, las personas desarrollan necesidades y deseos más altos.Una vez satisfechas las necesidades fisiológicas básicas y de seguridad, el hombre necesita la aceptación social y su satisfacer sus necesidades de autoestima y realización. Es por ello que el hombre para sentirse motivado y feliz necesita ir asciendo por esos peldaños en la medida que va satisfaciendo sus necesidades.En la mayoría de los países desarrollados las necesidades fisiológicas y de seguridad están cubiertas, es por ello que las empresas necesariamente deberían de preocuparse por satisfacer esas otras necesidades del ser humano y no únicamente de la producción.
Lydia Montesinos Alcodori:Estoy de acuerdo con El efecto Debble, la gente es envidiosa por naturaleza y además de que el poder corrompe siempre queremos tener más, esa sensación de envidia hacia el que mas tiene y el querer ser mas que el otro, nos lleva a un estado emocional donde no existe la felicidad, solo envidia y de la envidia al odio. Por eso no me extraña que gente adinerada se suicide, el poder corrompe y un gran poder exige una gran responsabilidad.
A mi me gustaría decir que muchas personas nunca tienen suficiente. La pirámide de Maslow nos cuenta que una vez vamos supliendo las necesidades primarias y de supervivencia como son el comer, vestir, un hogar, queremos seguir adelante y continuar escalándo la pirámide y llegar a tener un trabajo y un reconocimiento por parte de la sociedad. En mi opinión es la sociedad la que nos hace infelices y nos crea necesidades que nos llevan a tener una idea equivocada de felicidad. Es la sociedad la que nos muestra un mundo capitalista donde si no tienes dinero no eres nadie, y los que más tienen son los que aparentemente mejor viven. Como bien señala el Efecto Debble con la "envidia social", siempre vamos a envidiar a quienes están por arriba; queremos obtener siempre más no para cubrir nuestras necesidades, sino para posicionarnos en la escala social. Siempre es más fácil convertirse en rico habiendo sido pobre, que ser pobre habiendo sido rico.
A menudo se considera que la felicidad en una empresas proviene a raíz de la obtención de beneficios económicos altos, pero bien conocido es el dicho de "el dinero no da la felicidad". De este modo, la felicidad personal en el trabajo, se debe al dinero que obtengas por tu labor, puesto que facilita el camino para llegar a dicha felicidad, pero además, se necesitan más elementos para conseguirla."No son en general los pobres, porque éstos mantienen la esperanza de futuro; los que se suicidan son quienes tienen más poder adquisitivo y todas las cosas que desean, pero carecen del sentido de la vida." Ello ocurre porqué, tal y como he dicho anteriormente, para constituir dicha felicidad el dinero no es el único elemento que se necesita, sino que un buen ambiente laboral, motivaciones personales, reconocimiento… muchos son los elementos que ayudan a poder conseguir la felicidad y son imprescindibles para el trabajador.Respecto a las interpretaciones mostradas, bien es cierto que en numerosas ocasiones el ser humano se preocupa más por el reconocimiento hacia los demás que hacia si mismo. Eso es un error: tienes que estar orgulloso de tu trabajo y de tu labor, reconocerte, en un principio, el esfuerzo a ti mismo. Está claro que la valoración externa es un punto a favor que a todos nos gusta, pero para que ella sea posible, primero tienes que valorarte a ti mismo, una vez lo hagas, el resto podrán ver en ti lo que vales.De ese modo, necesitamos un cambio de pensamiento, en el que el dinero no sea el único elemento ligado a la felicidad y en el que tengamos marcados unos objetivos personales que nos proporcionaran la felicidad que tanto anhelamos.
De manera involuntaria, y no por nada en concreto mas que por el simple recuerdo asociativo, al leer la pregunta que titula la entrada me ha venido a la cabeza una frase que le escuché decir a Julio Anguita en una entrevista: "en toda riqueza está la base del robo". Nada más recordarla, en un primer momento he concluido que estaba fuera de lugar en este post, y que no tenía relación con el tema si no era, como mucho, de manera muy subjetiva, pero tras cavilarlo un poco me he dado cuenta de que sí es posible establecer una relación de conceptos, aunque sólo sea particularmente mía.Cuando Zamagni ha mencionado la relación entre la felicidad y el gobierno de la empresa, yo he pensado en el dinero y en el robo respectivamente. Me entristece reconocer la primera referencia, y me sorprende realmente la segunda, pero que esas ideas hayan aparecido en mi mente de manera inconsciente debe tener su sentido, y es que es mucha la gente para la que la idea de felicidad se dibuja con el símbolo del dólar, y no son pocas las empresas que se enriquecen de manera ilegítima. A nivel individual, no creo que se pueda afirmar o desmentir que la riqueza sea el origen de la felicidad, podemos ayudarnos de teorías como la paradoja de la felicidad, pero creo que no es algo en lo que se pueda generalizar con certeza. Lo mismo ocurre en mi opinión a nivel de empresa, pues las habrá de todo tipo de políticas de competencia, con su mayor o menor índice de éxito y riqueza y consiguiente "felicidad". De lo que estoy seguro es de que, a cualquier nivel, uno es más feliz cuando cumple los objetivos que se propone en su esencia. Puede que una empresa que sólo se centre en conseguir beneficios a toda costa no sea "feliz" si no los consigue, mientras que puede que una empresa a la que en el fondo lo que le preocupa es trabajar de manera legítima se satisfaga de ver cómo sus productos se venden en base a unos principios éticos, independientemente de alcanzar unos beneficios excesivos.
Yo siempre he pensado que el dinero no da la felicidad, sino que constituye un elemento más en la consecución de esa felicidad. De nada sirve tener mucho dinero, ser empresario o director de una gran multinacional, si no tienes más en la vida o no has sabido gestionar otros aspectos fundamentales, tales como la familia, el ocio, las relaciones sociales…Evidentemente, unos mayores ingresos siempre garantizan un mayor bienestar, dado que ofrece la oportunidad de adquirir más bienes y servicios, siendo estos en muchos casos de mayor calidad y satisfaciendo nuestras necesidades de consumo. Pero esto no tiene porque traducirse en una felicidad mayor. De hecho, según señalan algunos autores, un sueldo alto compra la satisfacción vital, pero no la felicidad. Sin embargo los ingresos bajos se asocian tanto con una baja evaluación vital como con un limitado bienestar emocional, refiriéndose el primer concepto a los pensamientos que tiene una persona sobre su propia vida, y el segundo a la calidad emocional de la experiencia diaria del individuo. Sin embargo, debido a la sociedad en la que vivimos y a los duros momentos de crisis que está atravesando el país y que nos afectan a todos, cuesta creer que una persona adinerada no sea feliz. Y es que como bien dice el texto, la felicidad puede disminuir cuando los ingresos aumentan, aludiendo al problema de la envidia social. Y es que cuando una persona ha alcanzado un nivel de lujo, poder y riqueza tiende a convertirse en un individuo ambicioso que quiere más y más no para cubrir sus necesidades, sino como bien dice el texto, para posicionarse en la escala social y ser más que el otro. Quizás bajo esa impresión de tener la situación bajo control exista una falta de seguridad, de confianza en uno mismo, miedo al fracaso futuro…Concluyo este comentario diciendo que a mi parecer, el dinero no puede comprar la felicidad, pero si puede destruirla, ya que el dinero tiene capacidad para transformar a las personas, volviéndolas en muchas ocasiones inseguras, egoístas y ambiciosas.
Contestando a la pregunta de si es posible compaginar la competitividad de la empresa con la felicidad, creo que sí, y creo que no es algo opcional sino que debería ser el objetivo de cualquier proyecto. Un ejemplo de ello es el éxito que ha alcanzado la agencia publicitaria Herraiz Soto & Co., un grupo muy cercano que cree que las marcas deberían hacer cosas que valgan la pena para la gente, y así ganarse su respeto y admiración.Creo en la bondad de las personas por encima de todo y cuando pienso en la envidia, el egoísmo o la explotación, creo que son el resultado de la importancia desproporcionada que el sistema capitalista le otorga al dinero. Desde pequeños vivimos a expensas de ese ente omnipresente que todo lo rige y perdemos de vista lo realmente importante, la felicidad. Y eso es lo que hay que cambiar, como dice Josep M. Lozano en su artículo “El ascensor cultural”, la cuestión es reclamar el retorno a las humanidades. Acceder a la herencia del pasado para potenciar una mayor lucidez en la manera de cómo nos situamos en el presente es la clave. No hemos de dejarnos embaucar por el individualismo que nos imponen, sino que hay que pensar de forma colectiva porque todos formamos parte de un pueblo, de un país y del mundo entero, y por tanto, tenemos la responsabilidad de crear un mundo mejor e intentar fatigar las barbaries que en él acontecen. Además, cuando somos felices hacemos las cosas con mayor ilusión, motivación y ganas, y el resultado siempre es positivo, bien sea para una empresa o para la vida misma de cualquier personaRespecto a lo que han comentado algunos compañeros a cerca de la piramide de Maslow, es cierto que es necesario el apoyo del grupo, pero más importante es nuestra propia autoestima y voluntad de hacer bien las cosas. Además, la aceptación social se consigue aceptandonos nosotros en primer término y si el reconocimiento social se antepone al personal difícilmente seremos felices porque nos estamos engañando a nosotros mismos. Otro punto importante es que ascender en la pirmide de Maslow no tiene por qué ir ligado al crecimiento económico; creo que es la seguridad, la autoestima y la realización de las personas lo que las hace felices, y no el sueldo que cobran a final de mes. Con lo cual, una empresa que fomente estos valores obtendrá mejores resultados que una que se riga por la lógica del mercado.
Si los bienes que se poseen no dan la felicidad, tampoco los que no se tienen garantizan estar en condiciones de disfrutarla, sobre todo si el empeño de alcanzar la riqueza ya constituye de por sí una tensión incompatible con una mente feliz. Son pocas las personas que alcanzan este estado de felicidad porque el quererse a sí mismo sigue la tendencia animal de la supervivencia, y desde que tenemos algunos bienes los consideramos como un valor de lo que nos estimamos propiamente.Lo que ocurre es que ese poder no genera felicidad ya que no sigue la pauta del deber bien hecho, es decir, de la autorrealización, sino la de la ambición personal de encumbrarse a sí mismo. Desde este presupuesto la conciencia se materializa, desaparece cualquier referencia de solidaridad que no sea un costumbrismo social y se imposibilita todo atisbo de felicidad.
Leyendo el texto de Stefano Zamagni me viene a la cabeza la idea de que las empresas (las grandes) no han visto la curva de la felicidad y se han salido de la pista.Con lo que está cayendo hoy en lo económico y a ninguna gran compañía se le pasa por la cabeza volver atrás y revisar sus objetivos de futuro.Esta curva es perfectamente aplicable a una empresa, y la prueba la tenemos en el hecho de que cuando una empresa supera ese punto de inflexión en la curva, en lugar de aplicar el dicho de "para qué cambiar lo que funciona", comienzan a hacer ajustes para buscar unos resultados que, si bien pueden darse, conllevan una pérdida mucho más importante. Cuando una empresa crece con sus empleados, éstos se identifican con dicha empresa y luchan por verla crecer. Pero cuando la empresa comienza a crecer a costa del bienestar de sus empleados todo se viene abajo. Las presiones y las fricciones que los objetivos económicos crean en los empleados vuelven a estos últimos contra la propia empresa, a la que ya sólo pertenecen a cambio de un sueldo.