Por este motivo, es necesario que la empresa se esfuerce en generar un tipo de participación a la altura de tales pretensiones estratégicas y comunicativas. En este sentido debería, desde mi punto de vista, en primer lugar trabajar por concretar una participación de carácter inclusivo que tuviera en cuenta a todos los Stakeholders internos implicados en su actividad. En segundo lugar, esforzarse por lograr concretar una gestión más permeable y sensible hacia las expectativas legítimas de estos grupos, tanto para conocer cuáles son, como para tenerlas en cuenta a la hora de tomar decisiones. En tercer lugar, mejorar su trasparencia, lo cual implica tanto hacer público lo que se está haciendo bien, como el nivel de respuesta ante aquellas cuestiones que impiden el acuerdo. En cuarto lugar, garantizar y potenciar canales de retroalimentación entre emisor y receptor que permitan generar un diálogo tendente al acuerdo intersubjetivo entre las partes implicadas. Y en quinto lugar, velar para que las condiciones óptimas que permiten este diálogo -comunicación, inclusión, igualdad, simetría y reciprocidad- estén garantizadas.
La participación de los Stakeholders internos, factor clave del beneficio empresarial
Por diferentes motivos, la participación se ha convertido actualmente en una de las mayores preocupaciones dentro de la empresa. En mayor o menor medida, todos sus grupos internos –trabajadores, directivos, propietarios, accionistas y proveedores– muestran interés en tomar parte de la gestión empresarial. En este sentido, desde la Ética Empresarial se observa que atender a tales expectativas de los Stakeholders internos ofrece a la empresa la posibilidad de generar y potenciar un doble beneficio: estratégico y comunicativo.
Desde el punto de vista estratégico, la Ética Empresarial entiende que el desarrollo de una participación interna que no excluya a ninguno de los implicados en la actividad empresarial permite a la empresa aumentar su competitividad en el mercado. Tres cuestiones al menos apuntan en esta dirección. En primer lugar por el mayor flujo de ideas que genera, un hecho relevante para captar creatividad, generar innovación y mejorar su funcionamiento y productividad. Más si cabe teniendo en cuenta la actual coyuntura de crisis económica, donde los recursos humanos disponibles para la empresa se han visto mermados por la constante reducción de las plantillas. En segundo lugar por ser un posible elemento de diferenciación de mercado que permita atraer futuras inversiones. Sin ir más lejos, durante la reciente elaboración del nuevo Código de Buen Gobierno para las Sociedades Cotizadas se ha podido constatar la exigencia del accionariado por asumir una mayor implicación en la gestión empresarial. Por ese motivo, satisfacer tales expectativas puede convertirse en un factor importante que decante la balanza a su favor ante futuros nuevos inversores. Y finalmente, en tercer lugar por el incremento de la motivación que puede generar en los trabajadores y proveedores, lo cual mejora el clima laboral y los vínculos de pertenencia, aumentando con ello la productividad y calidad de los bienes y servicios que oferta y, por consiguiente, la maximización del beneficio.
Además, desde el punto de vista comunicativo, la Ética Empresarial entiende que una participación interna de carácter inclusivo permite a la empresa aumentar sus expectativas de futuro gracias a la resolución de conflictos y al desarrollo de recursos intangibles tan importantes para su actividad como la confianza o la reputación. Este potencial comunicativo que mantiene la participación es sumamente relevante para la empresa, pues posibilita pasar de pactos y compromisos con los cuales operar en el corto plazo, a posibles acuerdos y consensos con sus Stakeholders internos que permitan pensar en una actividad empresarial a medio y largo plazo. En este sentido, la idea clave se encuentra en la necesidad que tiene la empresa de legitimar su actividad. Partimos de que existen ciertas expectativas que los Stakeholders han depositado en la empresa y que, de no verse satisfechas, generan conflicto. En tanto ésta, en la medida de sus posibilidades, responda a las exigencias legítimas en juego y lo comunique, lo haga público, optará a un posible acuerdo cuya continua renovación ofrece la posibilidad de gestionar los recursos intangibles necesarios. Desde este punto de vista, se entiende que, a través de la participación la empresa puede conocer qué se espera de ella, qué intereses legítimos hay en juego y cuándo éstos se ven satisfechos y generan credibilidad o, por el contrario, se vuelven conflictivos y reducen las posibilidades de lograr los diferentes objetivos empresariales. De esta manera puede adaptar sus respuestas a las expectativas generadas y pensar en el posible acuerdo.
Atender al menos a estas cinco propuestas posibilita desarrollar una participación interna que no sólo aporte beneficios estratégicos para la empresa, sino también comunicativos. Cuanto más y mejor comunique cómo está llevando a cabo su actividad y lo justifique discursivamente, cuanto más pública sea, más credibilidad generará ante sus Stakeholders internos y, por consiguiente, mayores posibilidades de maximizar el beneficio tendrá.