IX Jornada de Comités de Bioética de la Comunidad Valenciana: «La problemática de las decisiones individuales respecto al proceso de muerte»

Nuestro modelo de vida, en nuestro ambiente y nuestro tiempo, pasa por incorporar la muerte como una experiencia que debe dejar de ser necesariamente traumática, para el que va a morir y para su entorno (familia, allegados, grupo social).

Existe una gran y evidente diferencia entre una muerte inesperada (accidente, enfermedad súbita,…) y una muerte esperable y esperada (enfermedad terminal, deterioro progresivo del estado de salud). El comportamiento y las expectativas del individuo cambian radicalmente y con ello la forma de percibir los momentos y procesos finales de la vida.

Lo que ha constituido el patrón de comportamiento tradicional ha ido modificándose a medida que los avances científicos, las nuevas tecnologías, los cambios sociales y otros mucho factores han ido determinando formas distintas de ver las cosas.
Una sociedad plural, multicultural y respetuosa, basada en la consideración igualitaria de todos sus componentes no puede aspirar a imponer vivencias morales y pautas éticas que no sean libre y voluntariamente aceptadas por cada uno de los miembros del colectivo.

Sin más deber absoluto que la protección de los vulnerables y el respeto a la dignidad y voluntad de todos, la sociedad debe abrir un proceso de reflexión, libre y no coaccionado, que pueda ofertar soluciones que sean aceptables sin imposición.

Este es el trasfondo de la IX Jornada de Comités de Bioética de la Comunidad Valenciana que, con el título de La problemática de las decisiones individuales respecto al proceso de muerte, busca intentar incorporar a nuestros planteamientos colectivos la posibilidad de atender las opciones personales, justificadas, libres y que no representen un daño a terceros.

Para alcanzar el objetivo, la Jornada contará con la presencia de D. García Marzá (Universitat Jaume I), M. Correoso (CBA, Médico Atención Primaria), P. Talavera (U. Literaria Valencia), M.A. Broggi (Comité Bioètica de Catalunya), P. Barreto (Universidad de Valencia) y R. Abizanda (Presidente del CBA).

Lugar de realización: Hospital General de Castellón de la Plana
Fecha: 6 de mayo de 2011

La confianza en la industria farmacéutica

Parece que negocio y salud son dos conceptos difíciles de integrar. En el caso de la industria farmacéutica esta dificultad radica en que no se produce un bien privado, sino un bien público: la salud.
Para complicar aún más la cuestión, la reputación del sector se ve dañada por diversos escándalos que saltan a la esfera pública, como por ejemplo: las enfermedades ad hoc – para las que tenemos el medicamento y nos falta la enfermedad -; la relación entre las patentes y los países en desarrollo, el problema del sida en África, la opacidad de muchas de las investigaciones, etc. Todas estas cuestiones construyen un clima de desconfianza, producen una erosión continuada de la confianza por parte no solo de los consumidores, sino también de las propias administraciones y, sobre todo, de la opinión pública. La industria farmacéutica tiene problemas de credibilidad, su legitimidad siempre está puesta en duda, y por lo tanto necesita emprender un gran esfuerzo para poder hacer frente a este reto que es la perdida continuada de confianza.
Dos razones básicas impulsan la desconfianza por parte de la opinión pública. La primera, es el gran poder que tienen estas compañías. Un poder difícil de concretar y, por tanto, de controlar. No sabernos ni quién, ni dónde, ni el por qué se toman unas decisiones que van a afectar a todos los ciudadanos. La segunda hace referencia directamente a la ética, pues este poder no está, ni muchos menos, a la altura de su responsabilidad. Si la responsabilidad tiene que ser proporcional al poder, es normal que la sociedad civil desconfíe de un sector que no se caracteriza precisamente por la transparencia.
¿Cómo pueden entonces las industrias farmacéuticas recuperar la confianza del público en el sector? Desde la ética empresarial entendemos que existen tres pasos básicos que estas empresas deberían dar en la dirección de un nuevo diseño institucional capaz de gestionar y recuperar la confianza necesaria para que tanto la sociedad como el mercado vuelvan a confiar en su, hoy más que nunca, necesaria contribución.
El primer paso se centra en la gestión ética de esta responsabilidad. Recordemos que la responsabilidad se refiere a la capacidad de respuesta que tiene la empresa frente a los diferentes grupos de interés. En este sentido, una industria es responsable cuando es capaz de responder de aquello que se espera de ella, cuando es capaz de integrar el beneficio económico con el social y el medioambiental, cuando es capaz de atender a todos los intereses en juego. Gestionar esta responsabilidad desde un punto de vista ético, esto es, desde el compromiso de la empresa y no sólo desde su instrumentalización, implica primero que todo definir cuáles son estos compromisos en un código ético que, como documento formal, presente el carácter de la empresa, su apuesta por la responsabilidad en este caso.
En segundo lugar, debe comunicarse el cumplimiento alcanzado de estos compromisos públicos. Nos referimos a los llamados informes de responsabilidad social o informes de sostenibilidad, que siguiendo una metodología específica, informan de todo aquello que la empresa ha aportado a la sociedad. Pero estos informes pueden servir también para ocultar la realidad y, por desgracia, la injusticia.
De ahí que el tercer paso en esta progresiva generación de confianza lo constituyan los Comités de Ética y Responsabilidad Social Corporativa (CERSC). La idea que desarrollamos desde la ética empresarial es que en la elaboración de estos informes de responsabilidad social, se incorpore la participación de los diferentes grupos de interés. De esta forma, los diferentes stakeholders no son simplemente grupos de receptores pasivos de una información elaborada y preparada de antemano, sino que puedan de alguna forma intervenir tanto en la aportación de información, como en la elaboración de la misma, así como en el seguimiento y control de toda esta comunicación.
Por último, siempre debemos recordar que responsabilidad significa siempre co-responsabilidad. Si queremos recuperar la confianza en un sector clave para el desarrollo social debemos implicar también en esta mejora a las administraciones públicas, como primeros clientes, así como a las asociaciones de consumidores, profesionales sanitarios, etc. Es muy difícil que estas empresas puedan generar confianza si no se trabajan estas tres ideas: los códigos, las memorias y los comités de ética.
Publicado en el Periódico Mediterráneo el 28/11/10

García-Marzá: «Es necesario gestionar la ética para frenar la erosión continuada de la confianza en las farmacéuticas»

 El pasado lunes 8 de noviembre tuvo lugar en la Llotja del Cànem en Castellón la mesa de debate “La industria farmacéutica, hoy”, que forma parte del Club de Debate organizado por el programa Campus Obert de la Universitat Jaume I.
En la ocasión han intervenido: Domingo García-Marzá, Catedrático de Ética de la Universitat Jaume I; José Eduardo Clérigues, director general de Farmacia y Productos Sanitarios de la Generalitat Valenciana; Paloma Fernández Cano, responsable de Relaciones Institucionales de MSD -Merk Sharp & Dohme- en la Comunidad Valenciana y, Luís Lizán, profesor asociado de la UJI y coordinador del Máster Universitario de Investigación en Atención Primaria. La moderación estuvo a cargo de Carmen Tomás, periodista del periódico Mediterráneo.
Entre los temas más destacados por los ponentes estuvo la cuestión de la gestión de las industrias farmacéuticas y sus retos ante las nuevas exigencias políticas y sociales. Una temática que, desde el punto de vista de la ética, fue abordada por García-Marzá. En su intervención, el catedrático de ética de la Universitat Jaume I destacó la necesidad que tiene hoy en día toda empresa de gestionar la ética para generar confianza. Por ese motivo, es importante que la industria farmacéutica emprenda un proyecto sólido de responsabilidad social empresarial que sea capaz de superar la actual “erosión continuada de la confianza” en la cual está cada vez más inmersa.
En este sentido, García-Marzá destacó tres importantes pasos que deben ser dados para la implementación de un proyecto de gestión ética y responsable de las organizaciones. El primero de ellos sería la “mejoría de la responsabilidad de las propias empresas”. El segundo paso gira en torno al tema de que “la transparencia es fundamental”, y “es directamente proporcional a la confianza”. Y, el tercer paso sería la implementación de una propuesta de gestión que tuviera en cuenta “la idea de trabajar empresas abiertas que son capaces de trabajar en corresponsabilidad, por ejemplo, con la propia administración pública, con las universidades, con asociaciones de consumidores, con hospitales, etcétera.”
Para finalizar, García-Marzá puntualizó “combinar negocio y salud es posible, pero para que estas empresas lo puedan hacer de forma responsable requieren también de la colaboración de las administraciones y de la sociedad civil”.

El posgrado en bioética de la Universitat Jaume I prepara el comienzo del nuevo curso

 La Universitat Jaume I de Castellón, en colaboración con un grupo de profesionales sanitarios, pondrá en marcha el próximo 18 de octubre una nueva edición del Curso de Especialista Universitario «Bioética: humanizar la asistencia sanitaria» (@ distancia).

Este postgrado @ distancia, que contiene una carga lectiva de 30 créditos ECTS, aborda los conceptos básicos de bioética y su aplicación desde una doble perspectiva. Por una parte, incide en la fundamentación ética y su desarrollo en la práctica sanitaria, las principales situaciones conflictivas y la toma de decisiones. Por otra parte, el curso se preocupa del diseño institucional de las organizaciones sanitarias que se requiere para la implementación de la ética.

El programa del curso se estructura en cinco bloques. Los primeros cuatro (27 créditos) abordan, desde la perspectiva bioética, la asistencia sanitaria tanto en su vertiente clínica como organizacional. El último bloque (3 créditos) complementará la formación teórico-práctica mediante el desarrollo de un trabajo final.

El próximo jueves 14 de octubre de 2010 finaliza el plazo para poder matricularse en este posgrado universitario en bioética. Para más información al respecto, puede consultarse la web del posgrado en bioética (www.cursobioetica.uji.es) o ponerse en contacto con la responsable del Centro de posgrado de la universitat Jaume I:

Sonia Falcó Aledón
Centre de Postgrau i Formació Continuada
Campus del Riu Sec
Universitat Jaume I
12071 – Castelló
email: falco@mail.uji.es
Telf +34 964 38 7230
FAX +34 964 38 7008

La Universitat Jaume I lanza una 2ª edición del postgrado en Bioetica

Patrici Calvo, 04/06/10.
La Universitat Jaume I de Castellón, en colaboración con un grupo de profesionales sanitarios, ha puesto en marcha la 2ª edición del Curso de Especialista Universitario «Bioética: humanizar la asistencia sanitaria» (@ distancia).
Este postgrado, dirigido por el doctor en medicina y presidente del Comité de Bioética Asistencial del Hospital General de Castellón Ricardo Abizanda y la doctora en filosofía Elsa González, aborda los conceptos básicos de bioética y su aplicación desde una doble perspectiva. Por una parte, incide en la fundamentación ética y su desarrollo en la práctica sanitaria, las principales situaciones conflictivas y la toma de decisiones. Por otra parte, el curso se preocupa del diseño institucional de las organizaciones sanitarias que se requiere para la implementación de la ética.
Orientación adicional sobre el curso:

IV Jornadas Autonómicas de Bioética de la Comunidad Valenciana y VIII Jornadas de Comités de Bioética Asistencial de la Comunidad Valenciana

Dilnéia Couto, 22/04/10
El próximo día 7 de mayo se realiza en el Salón de Actos del Hospital General de Castellón la IV Jornada Autonómica de Bioética de la Comunidad Valenciana y la VIII Jornada de Comités de Bioética Asistencial de la Comunidad Valenciana. La edición de este año bajo en tema: “Ética Cívica y Bioética: un enfoque multidisciplinar”.
El evento contará con la participación de diversos especialistas en la materia, que tratarán de presentar sus diferentes perspectivas sobre el tema de la ética cívica y la bioética. Todo ello, entendiendo la necesidad creciente de construir una propuesta de bioética asistencial que sea capaz de construirse bajo las exigencias del mundo plural en que vivimos.
La organización del evento está a cargo del Comité de Bioética Asistencial del Hospital General de Castellón, la Universitat Jaume I y la Fundación ÉTNOR (para la ética de los negocios y las organizaciones).
Más información e inscripciones en:

Neuroética: ¿existe o no la libertad humana?

02/11/09 Patrici Calvo
El catedrático de la UCM Diego Gracia, dentro del programa de doctorado interuniversitario en Ética y Democracia, ofreció ayer en Valencia un exquisito seminario sobre el estado actual de la neurología y los últimos progresos en su afán por descifrar los secretos del comportamiento humano.
Según el profesor, la neurología –y más concretamente la neuroética– se ha convertido hoy en todo un fenómeno científico. Sólo es preciso observar la cantidad de libros, revistas y jornadas que florecen mes a mes por todos los rincones del mundo y cuya temática se centra casi exclusivamente en esta disciplina concreta de la neurofisiología, la ciencia que se preocupa de las funciones del cuerpo. Este nuevo movimiento se debe a los espectaculares avances tecnológicos que permiten detectar qué zonas se activan en el cerebro cuando odiamos, amamos, reímos, etc. Avances que supuestamente permiten albergar esperanzas de conocer qué determina la conducta humana, la conducta moral de las personas.
La preocupación de la ciencia por adentrarse en un campo que hasta hora parecía exclusivo de los filósofos, tiene históricamente tres momentos importantes:
El primero de ellos se remonta a los años 60. Concretamente a la publicación por parte de Karl Popper y John C. Eccles de “El Yo y el cerebro”. Éstos llegaron a la conclusión de que el cerebro no lo controla todo, que existe un impulso inicial que no deviene de sí mismo. Un impulso inicial que los autores identificaron como el Yo.
A raíz de la controversia generada por la publicación del libro, se gesta el segundo momento. Benjamin Libet, discípulo de Eccles, diseñó un dispositivo para demostrar las teorías de su maestro y acabar con la controversia generada. Sin embargo, los resultados fueron sorprendentes a la vez que contrarios a las pretensiones del neurólogo. El experimento demostró que 400 milisegundos antes de tomar una decisión, el cerebro humano ya ha enviado un impulso de movimiento. La conclusión fue clara: Eccles no tenía razón. El cerebro ya ha decidido antes de que nosotros tomemos la decisión. Por tanto, no existe la libertad humana.
El experimento de Libet produjo el tercer momento y que continua vigente en la actualidad. Este tercer momento tiene que ver con el aumento de los estudios neurológicos sobre la libertad, sobre la capacidad de decidir libremente nuestros actos.
Sin embargo, el mayor problema actual estriba en que estos neurólogos dedicados a tales estudios tienen escasos conocimientos filosóficos, con lo cual sus conclusiones suelen ser falaces, erróneas o restringidas.
En primer lugar, porque la gran mayoría de las investigaciones se centran en un concepto de libertad restringido, un concepto de libertad cuyo significado se alimenta básicamente del libre albedrío. Sin embargo, es necesario concretar de qué libertad estamos hablando, pues ésta no tiene el mismo significado para los clásicos que para los medievales, los modernos o los post modernos, para Aristóteles que para Guillermo de Ocam, Kant, Heidegger o Derrida. Por ello, es necesario conocimientos filosóficos para poder abordar este tipo de estudios y determinar si estamos en condiciones de afirmar que un experimento demuestra o no la libertad de las conductas humanas.
Y en segundo lugar porque en los estudios neurológicos referentes a las conductas humanas se suele confundir los planos del cómo y del qué. Estudiar la cualidad en tanto que cualidad es el qué, estudiar la cualidad en tanto que otra cualidad es el cómo. Los neurólogos intentan reducir las cualidades primarias a otras cualidades, sin embargo, una cualidad primaria no puede explicarse por medio de otra, por lo que suelen caer en reduccionismo. Podemos explicar a un ciego que el color verde se produce por esto y por lo otro, pero eso, por más que lo intentemos, no le permitirá imaginarse qué es color verde. Es imposible explicar una cualidad primaria mediante su reducción a otra u otras cualidades.
En conclusión, es cierto que el acto libre tiene que ver con un conjunto de mecanismos fisiológicos que se producen 400 milisegundos antes. Se trata de un acto no humano que condiciona y determina, un factor que es genético. Ahora bien, también existe un factor formal en todo ello que no puede quedarse al margen. Es legítimo estudiar el cómo, pero también debe estudiare el qué. No hay que eliminar ninguno de estos planos. Ambos son necesarios para no perder el sentido. Y si el neurólogo no tiene ni idea de filosofía, no puede pretender explicar la libertad a través del cómo.
Los valores son cualidades primarias. No pueden explicarse a través de otras cualidades. Sabemos que devienen –entre otras cosas– de sentimientos, pero intentar explicar los valores desde éstos es un grave error. Cada valor es una cosa en sí que debe explicarse desde sí mismo, como cualidad en tanto que cualidad, no sólo como cualidad en tanto que otra cualidad.

La teoría de los cuatro principios básicos: el mantra de la Bioética.

Patrici Calvo, 26/10/09
El Catedrático de Historia de la Medicina de la UCM Diego Gracia reflexionó durante el curso de verano de la Jaume I “Bioética: de la práctica clínica a la estructura organizacional” sobre cómo los cuatro principios de la bioética -autonomía, beneficiencia, no maleficiencia y justicia- ya no se sostienen, pues son en realidad una simplificación que busca resolverlo todo.
Según explicó Diego Gracia, los famosos cuatro principios de la bioética nacieron en los años setenta del siglo XX a raíz de la aparición de ciertos escándalos relacionados con farmacéuticas estadounidenses. A partir de ese momento y durante dos décadas, éstos gozaron de una gran aceptación entre la comunidad científica, convirtiéndose de este modo en lo que actualmente ha venido a denominarse despectivamente el mantra de la bioética, una simplificación de la realidad que aparentemente permite encontrar solución a todos los problemas prácticos que puedan surgir o plantearse.
La teoría se fue desarrollando con los años a la luz de numerosos estudios al respecto. En este sentido tuvo especial relevancia para los bioeticistas conocer cuál era realmente el estatuto de estos cuatro principios básicos de la bioética. Tras numerosos trabajos publicados al respecto, finalmente la respuesta giró en torno a su inclusión dentro de un segundo nivel. Existiría por tanto un primer nivel, el de la fundamentación (utilitarista, deontologista, etc.), y un segundo nivel, el nivel donde se encuentran aquellos principios que pueden ser aceptados por cualquier tipo de fundamentación a pesar de su incompatibilidad manifiesta. Los cuatro principios de la bioética estarían dentro de este segundo nivel, puesto que utilitaristas, deontologístas o cualquier otro tipo de fundamentación aparentemente incompatible los aceptaba.
Con el tiempo esta primera etapa de la bioética comenzó a ser cuestionada. El problema que suscitaban los cuatro principios no era tanto conocer cuál era su estatuto sino, más allá de lo que puede ser su sentido intuitivo o popular, qué se entiende concretamente por autonomía, por justicia, por beneficencia y por no maleficencia, puesto que tales palabras pueden albergar muchos y diferentes significados. Todo ello llevó a que en 1994 el británico de origen hindú Raanan Gillon se interesase por retomar toda esta tradición teórica y comprobar su viabilidad. Para tales cuestiones pidió la participación de un buen número de bioeticistas, recogiendo todos los estudios en el ya clásico “Principles of Health Care Ethics”, un libro que según los expertos certificó la defunción de la teoría de los cuatro principios de la bioética.
En «Principles of Health Care Ethics» surgieron varias críticas al respecto de la primera etapa. Entre otras cuestiones, que en realidad no se sabe demasiado bien de qué se está hablado con eso del segundo nivel. ¿Vale cualquier fundamentación en ese nivel o lo que pasa es que se ha perdido precisión? También se criticó el uso que se le daba a los cuatro principios, como una especie de ábaco donde los cuatro elementos podían ser articulados de diferente manera para encontrar respuesta a todos los problemas prácticos de la medicina. Y así otras muchas cuestiones que fueron surgiendo con la elaboración del libro y que pusieron en jaque la primera etapa.
Para demostrar la incongruencia de la teoría, Diego Gracia ejemplificó su reflexión sobre el principio de autonomía. En este sentido, qué significa autonomía o qué se entiende por autonomía es algo que el “Informe Belmont» lo tenía muy claro: consentimiento informado. Así, una persona es autónoma cuando cumple tres requisitos: tener información adecuada, ser capaz de decidir y no estar coaccionado. Ahora bien, como explicó el profesor Gracia, esto es una interpretación de autonomía en sentido jurídico: autonomía es aquello que dice la ley del paciente.
Sin embargo, existen otras interpretaciones al respecto. En la Atenas clásica, por ejemplo, su sentido no era moral o jurídico, sino político. Autonomía significaba para los ciudadanos de la polis griega poder darse sus propias leyes. Otra interpretación que podemos encontrar tiene que ver con un sentido trascendental. Todo ser humano es autónomo por el hecho de ser racional, con lo cual no puede no serlo. Así, la autonomía no es una cuestión de los actos del ser humano, sino de ontológica. Los actos pueden ser autónomos y heterónomos, pero lo seres humanos, en tanto que racionales, no. Finalmente, también existe una interpretación del sentido de autonomía en tanto que responsabilidad. Un ser es autónomo cuando se hace responsable de sus actos, cuando decide por sí mismo y no por otros y se responsabiliza de ello. Esta interpretación está ligada a una idea de ser humano que, como diría Heidegger, no está hecho, sino que consiste en proyecto y posibilidad. La vida es un cúmulo de posibilidades, y de pendiendo de las decisiones que tome el ser humano conforma su esencia, su vida. Así, podría decirse que el ser humano será autónomo cuando sea capaz de evaluar todos los elementos que intervengan en una decisión y de asumirla de manera responsable.
Pero dejando un poco de lado su sentido, para Diego Gracia el problema principal que suscita el principio de autonomía es el importante esfuerzo que requiere para materializarse, algo que no todo el mundo está dispuesto a ofrecer. Es más sencillo dejarse llevar por lo convencional, por el grupo, por la comunidad, que atreverse a pensar por uno mismo, a adentrarse en las fronteras del post-convencionalismo y decidir. Por ello, es muy difícil salir de los convencionalismos y alcanzar un nivel de desarrollo moral superior. El ser humano, con tal de no tomar decisiones, es capaz de hacer el primo o incluso matar.
Precisamente, la Bioética se encuentra en la actualidad manchada de ciertos reduccionismos que la alejan del post-convencionalismo, parcelándola dentro de los límites de lo heterónomo. Uno de estos reduccionismos es la religión. Desde este punto de vista la ética se comprende como la resolución de conflictos según la religión que uno procese. Se cumple con lo ético por obediencia a una religión determinada, porque así lo determina ésta. Por tanto, no se requiere un esfuerzo reflexivo, de autonomía. Simplemente se obedecen sus mandamientos. En segundo lugar está el derecho. Lo ético es cumplir con lo que dicen las leyes, con lo cual tampoco es necesario pensar: acato la ley vigente y punto. Y finalmente está la tecnocracia, donde un problema ético no es más que un problema técnico mal planteado.
En este sentido, el reduccionismo es el acto de lanzar las culpas fuera de uno mismo. Hago lo que hago porque así lo dice la religión, el derecho o la técnica. No se actúa por deber, se actúa porque se dice, porque se hace, por el uso, por la costumbre, porque me lo manda la iglesia o porque me lo manda la ley. Sin embargo, la ética debe partir de algo que muy bien explicó Kant: el deber. Lo hago porque pienso que debo. Y para ello hay que empezar desde uno mismo, identificando en cada uno de esos actos ese deber que nos mueve.
Hoy, en opinión de Diego Gracia la «función de la ética no es más que una: formar personas autónomas, y personas autónomas son aquellas que actúan con deber teniendo en cuenta los hechos, los valores y, a partir de ellos, mediante deliberación madura y prudente, llegar a las decisiones que se tengan de tomar, y dudo mucho que con los cuatro principios y el modo en que ha venido funcionando la bioética, estemos haciendo esto».

Curso de Verano sobre Bioética en Benicásim

 21/06/09  Patrici Calvo
Como viene siendo habitual en los últimos años, en julio arrancan los Cursos de Verano 2009 de la Jaume I. Este año, el Área de Filosofía Moral de la UJI ha querido abordar los diferentes problemas de la práctica sanitaria, tanto desde el plano asistencial de los profesionales implicados como de la estructura organizacional de los centros sanitarios.
La bioética se ha convertido en objeto de atención por parte de todas aquellas personas implicadas en la prestación de protección de la salud, ya sea a nivel individual u organizativo, de prevención o curativo. El usuario es cada vez más consciente de sus derechos y reclama el respeto de los mismos a la luz de una relación bilateral más justa y humanitaria que no esté amparada por conceptos periciales ni por un paternalismo en desuso.
La deficiente formación en bioética que proporciona en estos momentos el curriculum formativo de los implicados, la confusión entre bioética y deontología, o entre norma legal y norma ética, hace necesario plantearse la posibilidad de que los interesados puedan acceder a este cuerpo de conocimiento. La aplicación de estos principios bioéticos generadores de un valor de calidad, es hoy una cuestión fundamental para todos aquellos responsables de organizar y gestionar esta relación con el usuario-cliente de las respectivas organizaciones sanitarias.
El Curso de Verano, por tanto, busca reflexionar sobre los mejores caminos para abordar tanto la toma de decisiones en la práctica profesional como la construcción de un nuevo diseño de las instituciones sanitarias que sea coherente con las exigencias actuales
El curso, que lleva por título «Bioética: de la práctica clínica a la estructura organizativa», se celebrará los días 7, 8, 9 y 10 de julio en el hotel «El Palasiet» de Benicásim.
Más información en:
http://www.uji.es/CA/serveis/sasc/cest2009/