Solchaga afirma que “los ajustes del Gobierno distribuyen de un manera más equitativa los costes de la crisis”

Carmen Martí, 08/06/10
“Las medidas de ajuste adoptadas por el Gobierno para la reducción del déficit público son una distribución centralizada del coste de la crisis”. Carlos Solchaga hacía estas declaraciones ayer, durante la clausura del 19º Seminario de Ética económica y empresarial de la Fundación ÉTNOR en Valencia, donde afirmó que “los 4,6 millones de parados también son un coste de la crisis, pero un coste por la evolución de los mercados, y no por la intervención del Estado”.
El ex ministro se mostró contundente al afirmar que “mientras los ajustes han sido resueltos de modo descentralizado por la evolución de los mercados, apenas ha hablado nadie. Los 4,6 millones de parados ¿no son la consecuencia de nadie? Sólo en el momento en el que el Gobierno ha tomado, entre otras, medidas que afectan a los funcionarios y los pensionistas es cuando se ha empezado a hablar de los costes de la crisis y la cuestión de la injusticia”. “Como si los parados del sector privado no fueran hijos de Dios y los dedicados a la función pública tuvieran privilegios especiales”.
Para Solchaga, el tema de la distribución de los costes de la crisis es importante, “pero es importante desde el primer momento”. Los ajustes aprobados son importantes para detener la acumulación de los costes de la crisis sobre los que tienen menos capacidad para hacer frente al problema. Esto es lo realmente injusto, y “España es uno de los países que más recursos dedica a aliviar la situación de los desempleados”. “Si algo hay que reprocharle a Zapatero es que hayan llegado demasiado tarde”.
El ex ministro de economía se mostró contundente al afirmar que las medidas adoptadas por España son una “fórmula que la mayor parte de los países socialdemócratas de nuestro entorno aceptarían como una distribución razonable de los costes de la crisis”. “Es una respuesta de justicia y ética que caracteriza el modelo del Estado del Bienestar Europeo”, un modelo donde la solidaridad es un valor fundamental, con un sistema de salud y educación básica para todos, protección para los desempleados, etc. “No es tan fácil deshacer un estado del bienestar con muchísimas virtudes. El Estado del Bienestar es ya una cuestión de civilización”, sentenció.
En cuanto a las lecciones aprendidas, Solchaga destacó que ante todo “no hay lecciones contundentes, porque la crisis todavía no ha acabado”, pero sí podemos sacar algunas “lecciones modestas, revisables, y no condenatorias, que deben guiar las pautas de funcionamiento para el futuro”. Entre éstas, el ponente destacó dos lecciones fundamentales, aprendidas de crisis anteriores, y que han evitado una situación peor: que no se podía dejar caer a los grandes bancos, y que era fundamental una coordinación internacional en materia económica. El que “cada uno aguante su vela” y el “sálvense quien pueda” llevaron al crash del 29 en EE.UU, y “esa es una importante diferencia con la situación actual”.
Solchaga se mostró contundente ante la posibilidad de un modelo alternativo económico o financiero: “no existe un sistema a priori que sea bueno, y sería bueno que quienes se dedican a pensar sobre lo que hay que hacer en la nación dejaran de fantasear sobre estas cosas, que son más bien frívolas, a propósito de la estructura productiva y se fijaran en las cosas que son importantes”. Desde el punto de vista del modelo sólo hay una cosa que es relevante; cual es la mezcla entre Estado y Mercado que queremos.
Por tanto, “la discusión de nuestros días, aquello que es relevante para mejorar el bienestar de los españoles, tiene que centrarse en cómo conseguir la mejor eficiencia del mercado mediante la libertad, y al mismo tiempo la supervisión adecuada del Estado”. El ex ministro destacó que “al Estado apelamos los que tenemos algún sentido de la necesidad de cierta tendencia a la igualdad de oportunidades, aquellos que creemos que no se puede dejar fuera a los que tiene menos fuerzas para sobrevivir a las fuerzas del mercado, que hay que velar contra la pobreza y la desigualdad. Es ahí donde queremos tener el Estado”.
Para terminar, Solchaga recogió las palabras de Adam Smith en su Teoría de los sentimientos morales al afirmar que “difícilmente puede ser feliz un país cuando una gran mayoría de sus ciudadanos vive en condiciones miserables”, “no podemos hablar de éxito en Europa cuando tenemos condenados a una gran parte de nuestros conciudadanos”.

Stefano Zamagni: «Los empresarios tienen la llave del cambio de modelo económico»

Carmen Martí, 25/02/10
El Dr. Stefano Zamagni, profesor de la Università di Bologna, pronunció ayer la conferencia “Reciprocidad y fraternidad: El papel de los sentimientos en la economía” en la 5ª sesión del Seminario ÉTNOR.

Para Zamagni, el problema de la economía y la empresa actual no es la falta de recursos, sino saber aprovechar al máximo el talento y conocimiento de las personas. “Los problemas económicos del presente no se pueden resolver con el marco conceptual del pasado”.

Con esta idea iniciaba ayer Stefano Zamagni,Catedrático de Economía Política de la Universidad de Bolonia, su conferencia en la que analizó las bases de la Economía Política y las necesidades de la economía en la actualidad. Para Zamagni, los problemas de hoy ya no son problemas de falta de recursos, problemas entre el hombre y la naturaleza. “Los problemas económicos de hoy son problemas relacionales de los seres humanos”. “Tenemos multitud de recursos, pero no sabemos cómo utilizarlos”.

Zamagni explicó esta idea basándose en tres paradojas fundamentales del siglo XXI; la paradoja de la felicidad, la paradoja de la desigualdad y la paradoja del modelo taylorista. La paradoja de la felicidad la planteó en 1974 Sterling, quien afirmaba que después de un determinado nivel de renta, a mayor renta menor es la felicidad. En segundo lugar, la paradoja de la desigualdad tiene que ver con la cuestión de que cada vez hay más riqueza, y sin embargo las desigualdades van en aumento. Por último, la paradoja del sistema taylorista ha mostrado que ya no es posible este sistema de organización basado en un modelo piramidal donde la base de la organizaciónno aporta más que fuerza productiva. En el momento actual, para ser competitivo es necesario que todos los miembros de una empresa tengan un peso en la misma, y “el empresario que no adopte este sistema está condenado al fracaso”. “Difícilmente los esclavos –apuntó Zamagni- aportan nada a la organización”. “Si queremos aprovechar al máximo el conocimiento tácito de nuestros empleados, tenemos que saber establecer relaciones recíprocas con ellos, porque puedo obligar a una persona a llegar a las 8 de la mañana al trabajo, o a estar 8 horas en la oficina, pero no puedo obligarlo a que deposite sus mejores ideas, su capital intelectual en la organización”. “La única forma de aprovechar el conocimiento tácito de las personas –afirmó el ponente- es a través de la reciprocidad”.

Desde estas tres paradojas, la cuestión es “cambiar los esquemas mentales dela gente hacia un nuevo modelo, y eso lleva trabajo y tiempo, pero acabará imponiéndose por necesidad”. Zamagni esquematizó este nuevo modelo en tres principios básicos. Los dos primeros principios son el del cambio equivalente y la distribución. En el principio del cambio equivalente se basan las relaciones de mercado y es “un principio fundamental, porque sin él no es posible la eficiencia, y la eficiencia es un fin necesario en las sociedades capitalistas en las que vivimos”. Y el segundo, el de la distribución de la riqueza, es el principio del que se ocupa el Estado, y también es fundamental para tener sociedades justas. Toda la Economía Política se ha basado en estos dos principios, pero “no son suficientes enla era de la información y el conocimiento”. Para Zamagni, “es necesario combinar estos dos principios con un tercero, que es el principio de la reciprocidad, en el que se basa la Economía Civil”. Los primeros dos principios están basados en una relación de deber y derecho, de derechos de propiedad y deberes de cumplimiento de lo negociado. La reciprocidad, sin embargo, se basa en una relación de don, de gratuidad entre las personas. A ayuda a B con la expectativa de que cuando necesite algo, B le devolverá laayuda. Si B no es recíproco, se trunca la relación. Las relaciones de reciprocidad no se basan en la ley, no se puede obligar a ellas, “pero es la única manera de obtener el conocimiento de las personas, lo mejor de cada uno”.

En definitiva, concluyó Zamagni, el olvido de este tercer principio da respuesta a las paradojas planteadas, ¿Por qué no somos felices con tantos recursos? Porque la felicidad está ligada a la reciprocidad, y “algunos economistas, no inteligentes –apostilló Zamagni-, han confundido utilidad con felicidad, y la felicidad depende de la relación con los otros, no de la acumulación de cosas”. Del mismo modo, el problema de las empresas hoy no esun problema técnico, sino un problema relacional. No se transmite el conocimiento tácito de la gente por falta de reciprocidad en el grupo. Para Zamagni, la llave del cambio, “la minoría profética” de hoy, está en los empresarios. Ellos son lo que pueden poner en práctica este modelo y demostrar que funciona, que es posible, que es el adecuado, y servir de ejemplo para los demás.

“De la crisis, los valores éticos tienen que salir reforzados” según Manuel Olivencia

12/11/09 Carmen Martí

Manuel Olivencia pronunció ayer la conferencia “El papel del BuenGobierno para mejorar las empresas”, en la 2ª sesión del Seminario ÉTNOR de Ética Empresarial. Olivencia analizó el papel que han jugado los Códigos y recomendacionesde Buen Gobierno en la actual crisis económica. “Esa debe ser la lección aprendida de la crisis actual, que en su fondo y fundamento es una crisis de valores”. Con estas palabras concluía anoche Olivencia una conferencia en la que repasó las responsabilidades de los Códigos de Buen Gobierno ante la actual crisis económica. Olivencia resaltó que “la culpa de la crisis no la tiene el incumplimiento de estos códigos,como se ha acusado fraudulentamente”, la crisis se ha generado por el “incumplimiento generalizado de normas generales, de ordenamientos jurídicos y no de recomendaciones como son estos códigos”.
El ponente recalcó que estas falsas acusaciones se basan en una mala interpretación de la relación entre regulación y autorregulación, ya que “setiende a confundir autorregulación con soft law”. Los Códigos de Buen Gobierno orientan al buen hacer, aconsejan, pero autorregulación y normatividad no son modelos excluyentes sino coexistentes. Es más, en Españaestos códigos, desde el de Olivencia, pasando por el Informe Aldama hasta el último Codigo Conthe, no sólo no han producido desregulación, sino que han provocado una mayor regulación, dando un soporte normativo importante no sólo para las sociedades cotizadas, sino también para las no cotizadas. “En la base de la crisis no está la inexistencia de normas, sino la inobservancia de las mismas”, recalcó contundentemente. Olivencia dedicó gran parte de la conferencia ha analizar el sentido mismo del concepto de Buen Gobierno, y destacó que en la traducción de la acepción inglesa, Corporate Governance, se han perdido matices importantes de ambostérminos. El Buen Gobierno, destacó, tiene que ver con “dirigir bien lanave, la empresa, con gobernar concertadamente y cuerdamente, con orden, prudencia, cordura, sensatez y sabiduría”. Es fundamental distinguir entreel buen y el mal gobierno, y no perder el concepto ético de “bueno”. “La cultura de la autorregulación no ha relajado la función supervisora”, incidió Olivencia, “la evidente dejadez de la autoridad reguladora en el orden americano de la crisis es sólo imputable a los responsables cualquierasea la causa del incumplimiento de sus obligaciones. Los que han fallado no son los códigos de conducta, sino los autores de estas conductas antijurídicas y quienes eran responsables de su control: los auditores, las agencias de rating, las sociedades de calificación, en definitiva, los encargados de la vigilancia de regular el buen funcionamiento del mercado”.
La crisis económica, concluyó el ponente, la permite una crisis del derecho, una falta de respeto a las normas, una ocultación sistemática de lo ilícito, con opacidad y con engaño. Pero en el derecho hay un fundamento deprincipios morales, que dan sustento a todo el ordenamiento jurídico. La crisis del derecho a su vez acusa una crisis de valores y, como en tantas ocasiones, es la crisis la que hace renacer los valores conculcados, la que provoca la reforma y origina un rearme moral. “Hay que restaurar valoresdeteriorados, hay que reformar lo que no ha funcionado, hay que rearmar lamoralidad de nuestro pueblo”.