María Ferrer, Universidad Jaume I
En un contexto profesional, cuando la idiosincrasia de la cultura origen produce best sellers que en la cultura meta pueden ser discriminatorios y misóginos, los profesionales de la traducción y la edición se ven obligados a recapacitar sobre su función: el editor, vehículo del conocimiento y de la cultura, quiere vender el libro, pero el mensaje, entendido en su forma original, puede ser, cuando menos, controvertido. El enfoque de la traducción en ese caso será clave. Un día, una comida (Yoshinori Nagumo, 2012), un método de adelgazamiento articulado en torno a la idea de que pasar hambre nos hace más bellos, refleja el triunfo del enfoque comercial aunque sea socialmente inaceptable (apología de la anorexia) sobre el enfoque intelectual y el enfoque de mediación (es decir, comprender cómo piensa la sociedad japonesa en general y el autor en particular). El profesional de la traducción, por indicación del editor, utiliza el editing o la adaptación para que lo conflictivo pase desapercibido y diluye la presencia de ideologías demasiado alejadas de nuestra cultura como para que sean aceptables. Este proceso culmina con la eliminación de pasajes concretos que anulan la carga que puede ser ofensiva para el lector occidental. Ello demuestra, por un lado, que para el editor no es prioritario transmitir el mensaje sino reforzar el potencial comercial del autor-marca y del producto. Por otro lado, que los esfuerzos sociales por luchar contra la discriminación de los grupos más vulnerables producen el rechazo de determinados componentes ideológicos que, mediante la traducción, desaparecen. En este proceso, el profesional de la traducción, experto en la cultura origen, desempeña una función de mediador no solo cultural sino también ideológico.