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Categoría: Ética Económica
Debate multidisciplinar para superar la crisis
Dividido en 4 grandes bloques temáticos -«Ética y Responsabilida ante la crisis», «Ética y crisis financiera», «Reflexiones éticas sobre la crisis económica: modelos teóricos», y «Reflexiones éticas sobre la crisis económica: temas y casos»- en él pueden leerse interesantes reflexiones alrededor de la crisis, así como propuestas de mejora de la economía actual y de las instituciones, organizaciones y empresas que la componen. Entre otras, destacan «Sistema integrado de comunicación ética: una propuesta para afrontar la crisis» de Dilnéia Tavares, «Una ética de las próximas generaciones para integrar el medio ambiente y la ética empresarial» de Daniel Arenas y Pablo Rodrigo, «La participación dialógica como herramienta de gestión empresarial responsable» de Patrici Calvo, «La responsabilidad social en las Pymes comerciales: una propuesta desde la ética» de Carmen Martí, Roberto Ballester y Domingo García-Marzá, y «Ética de la responsabilidad para transformar la cultura económica» de Jesús Conill.
Ética y Empresa ‘en serio’
Es más, incluso podría haber destacado como un gran avance el número creciente de empresas que se adhieren al Pacto Mundial de Naciones Unidas, hace Memorias de Sostenibilidad o elaboran políticas de RSE. Partiendo de esta realidad, parece necesaria la reflexión acerca de lo que ha pasado en los últimos años con la ética empresarial, la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE) u otras cuestiones relacionadas con estos asuntos.
Creo que, como ha pasado en general en la economía, en la última década se ha generado también una cierta especulación de estos asuntos. Digamos que muchas empresas se han ‘emborrachado’ con la retórica de la RSE; casi cualquier empresa que quisiera jugar en primera división se subió a este tren, generando así una competencia, a mi modo de ver insana, para ver qué empresa hacía una política de RSE más espectacular y llamativa con el objetivo de llenar páginas de periódicos y sorprender en foros empresariales. Parecía que las cosas en el mercado estaban tomando un camino de incorporación y respeto de principios éticos. Entonces llegó, para algunos, la sorpresa: estalló la crisis y descubrimos todos los agujeros negros que el sistema, el mercado y las empresas estaban ocultando, y los que nos quedan por conocer. ¿Por qué no nos hemos tomado en serio la importancia que la ética tiene para llevar adelante proyectos empresariales con éxito?
Esta era la pregunta que rondaba en el XIX Congreso de la European Business Ethics Network (EBEN – www.eben-net.org), que se celebró en Atenas hace apenas unos días. Ciertamente, este desánimo contrasta con el aire de optimismo que se respiraba en los encuentros de años anteriores. Hemos pasado de ‘por fin las empresas nos escuchan’ a ‘las empresas no nos toman en serio’ en sólo un año.
También, es momento de hacer cierta autocrítica. Las organizaciones como la Fundación ÉTNOR (http://www.etnor.org/) y muchas otras, que se dedican a investigar, formar y acompañar a empresas y organizaciones en estos asuntos deberemos reflexionar sobre lo que hemos hecho mal y en qué necesitamos mejorar. Quizá también nosotros hemos ayudado a construir esta retórica grandilocuente o nos hemos despistado un poco y no hemos sabido ver lo que se escondía detrás de las palabras.
En mi opinión, analizando lo que ha sucedido, creo que hay una cuestión clave que necesita ser aclarada para corregir el desenfoque en materia de RSE. La RSE es un modelo de gestión, una filosofía organizacional que implica una manera de hacer las cosas en las corporaciones. Y, cuenta con diferentes herramientas, quizá la más conocida sea las Memorias de RSE como instrumento de comunicación de la apuesta de la empresa en estos temas.
Pero intuyo que se ha tomado la parte por el todo. Es decir, se han desarrollado y puesto mucho énfasis en las herramientas, que no digo que esté mal, pero se olvidó que éstas si no tiene detrás un por qué y un para qué acaban sirviendo para bien poco y tienen un recorrido escaso, habitualmente muy ligado a las modas. Por tanto, propongo, como reza la última moda en gestión, el back to basics; repensar que propone la ética empresarial y el modelo de empresa socialmente responsable, o responsable sin más, porque también creo que la inclusión del término social en el concepto ha despistado a algunas organizaciones, invitándoles a fijarse solamente en lo que ocurría de puertas hacía fuera y olvidando que dentro de casa solemos tener, casi siempre, bastante trabajo.
Empresa y derechos humanos
El discurso de los derechos humanos ha irrumpido en el mundo de la empresa desde hace años, pero especialmente desde que en 2003 las Naciones Unidas aprobaran unas Normas sobre las responsabilidades de las empresas transnacionales y otras empresas en la esfera de los derechos humanos, y desde que en 2005 la Comisión de Derechos Humanos de la ONU solicitara el nombramiento de un Representante Especial para estos temas. La resolución fue aprobada con el voto de 49 países, entre 53, y con la oposición de Estados Unidos, y en agosto de 2005 John Ruggie fue elegido para ese cargo. ¿Por qué era imprescindible abrir un ámbito explícito de reflexión y acción sobre derechos humanos en el mundo empresarial?
El recuerdo de catástrofes como la de Union Carbide en Bhopal (India) en 1984, al producirse un escape de una sustancia tóxica, que causó la muerte de miles de personas y la enfermedad de casi 200.000, las condiciones de explotación en que trabajan gentes en fábricas y plantaciones en distintos lugares del mundo, las consecuencias de las patentes farmacéuticas en las muertes por sida y otras enfermedades, la restricción de libertades, como las de expresión o asociación, en países del Sur, todo este conjunto de violaciones palmarias, ayuda a encontrar una respuesta.
Ante situaciones como éstas no basta con que las empresas asuman voluntariamente su responsabilidad corporativa y hagan un triple balance económico, social y medioambiental. Es necesario que respeten esos derechos que son cartas de triunfo, ante las que se debe anular cualquier otra jugada, y que lo hagan como una obligación de justicia básica, no como una opción voluntaria.
Ciertamente, en 1999 el anterior Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, invitó a las empresas a sumarse a un Pacto Mundial para fomentar buenas prácticas en el terreno de derechos humanos, laborales, medioambientales y en la lucha contra la corrupción. Pero no basta con eso, menos todavía en un mundo globalizado, cuando en una gran cantidad de países del Sur existen enormes vacíos legales, que impiden defender a sus habitantes frente a actividades inhumanas de algunas empresas autóctonas, pero también transnacionales. Por eso se hizo necesario ir más allá del Pacto Mundial y de la Responsabilidad Social Empresarial, hacia algo tan básico como el ámbito referido a Empresa y Derechos humanos.
En este sentido, Ruggie recomienda promover un nuevo marco normativo internacional, centrado en tres pilares: el deber estatal de proteger los derechos humanos, la obligación empresarial de respetarlos, y la promoción de mecanismos para reparar las violaciones. «Proteger, respetar, remediar» es el nuevo mantra, que han de asumir Estados y empresas de cualquier dimensión y grado de complejidad, pero especialmente las transnacionales, porque no sólo los individuos son responsables de sus actuaciones, lo son también las organizaciones, algunas de las cuales tienen un enorme poder. Y a mayor poder, mayor responsabilidad.
Es urgente entonces integrar el respeto por los derechos humanos en el núcleo duro de la empresa, identificar los aspectos de la actividad empresarial que afectan a derechos básicos, diseñar prácticas de respeto, adoptar indicadores para evaluarlas y someterse al control de auditorías internas y externas. Todo ello compone un êthos, un carácter de la empresa, que tiene que ser asumido desde dentro.
Están en juego derechos de las tres generaciones, desde el derecho a la vida, en casos como el de Bhopal, la fabricación y el comercio de armas, las patentes, el precio de los alimentos y tantos otros, pasando por la libre expresión de quejas, la libre asociación, la no discriminación, el salario digno para mantener una familia, la no explotación infantil ni de adultos o la seguridad, hasta el derecho al desarrollo. Imposible será avanzar en los siempre aplazados Objetivos de Desarrollo del Milenio, si no se suman las empresas.
A día de hoy, el asunto está en la calle. Por poner un ejemplo, las fundaciones Carolina y Fòrum Universal de les Cultures han organizado un debate sobre ello, con la presencia de Mary Robinson, Presidenta de Iniciativa por una Globalización Ética, en el marco de la Presidencia Española de la Unión Europea. Dos desafíos, ante todo, se ponen sobre la mesa: las empresas, como cualquier organización humana, están obligadas a respetar los derechos humanos, a no dañar; pero también pueden promover su protección dentro de su área de influencia, pueden sí apoyar su protección positivamente.
Las empresas pueden ayudar a romper el círculo vicioso de las violaciones que se instala en países con lagunas legislativas y gubernamentales, y dar comienzo al círculo virtuoso de las buenas prácticas. Como bien ha dicho Sen, una empresa ética es un bien público, del que se beneficia la sociedad en su conjunto. Pero también pueden tratar de influir en el gobierno y en la sociedad para que se genere y se ponga en vigor una legislación acorde con los derechos humanos. Proteger no es sólo tarea de los Estados, a la empresa ciudadana cabe también la tarea de promover la protección, teniendo en cuenta que hoy la ciudadanía no puede ser sino, a la vez, local y cosmopolita.
Monedas complementarias para desarrollos autónomos y sostenibles
Carmen Martí., 21/09/10
Ayer tarde tuve la suerte de poder compartir dos horas largas con un experto japonés, “Miguel” Yasuyuki Hirota para los amigos españoles, experto en bancos de tiempo y monedas sociales, que por extrañas confluencias pasa unos días en Europa y afortunadamente para los pocos que compartimos con él la tarde de ayer, también en Valencia. Acudí al encuentro, organizado por varias asociaciones, y directamente recomendado por el Colegio de Economistas de Valencia. He de reconocer que en principio me sorprendió un tema tan “diferente” convocado directamente por los propios economistas; “¿piedras en su propio tejado?”. No me sorprendió tanto que a pesar de lo novedoso del tema, de la excepcionalidad de que el ponente pudiera estar en Valencia compartiendo su experiencia por todo el mundo con nosotros, y de vivir en una ciudad con cerca del 30% de paro, en la sala no hubiera más de 30 personas. ¿Falta de poder de convocatoria? El resto de actos organizados por el COEV muestran lo contrario.