La igualdad de género, asignatura pendiente en el Consejo Administrativo del IBEX 35

 La organización Ad Talentia realizó por segundo año consecutivo un estudio sobre el «Presente y Futuro de las Mujeres en los Consejos de Administración del IBEX 35». Entre las conclusiones sacadas destacan que sólo 10 de las 35 empresas del IBEX 35 superan los 15% de mujeres en el Consejo de Administración. Además, el nunero de mujeres en el Consejo del IEBX 35 no supera las 11% del total de consejeros.
Más información en:

http://addtalentia.com/images/prensa/informes/informe%20add%20talentia-2010.pdf

Debate multidisciplinar para superar la crisis

 Con el reto es señalar qué falla en la RSE, qué elemento podría hacerlo eficaz para superar la actual situación de crisis y prevenir o mitigar situaciones semajantes en el futuro, el congreso EBEN España reunió en 2009 a los mejores especialistas en este sentido con la idea de poner en común sus reflexiones e investigaciones y contrastarlas con los puntos de vista de politicos y gestores. Todo ello con la pretensión de generar ideas plausibles que contribuyan al diseño colectivo de una economía de futuro. Una ecopnomía que incorpore valores como la responsabilidad, el respeto y la justicia entre otras cuestiones importantes, elementos cuya operatividad impida al máximo la generación de crisis como la actual y que tanto daño está haciendo a los más débiles.
En este sentido, el libro «Ética y Responsabilidad ante la crisis» (2010) contiene gran parte de las intervenciones presentadas y debatidas en el congreso EBEN España 2009 celebrado en Granada, entre las que destacan Ramón Jáuregui, Adela Cortina, Pedro Francés, Domingo García-Marzá y Jesús Conill (Granada, Ediciones Sider).

Dividido en 4 grandes bloques temáticos -«Ética y Responsabilida ante la crisis», «Ética y crisis financiera», «Reflexiones éticas sobre la crisis económica: modelos teóricos», y «Reflexiones éticas sobre la crisis económica: temas y casos»- en él pueden leerse interesantes reflexiones alrededor de la crisis, así como propuestas de mejora de la economía actual y de las instituciones, organizaciones y empresas que la componen. Entre otras, destacan «Sistema integrado de comunicación ética: una propuesta para afrontar la crisis» de Dilnéia Tavares, «Una ética de las próximas generaciones para integrar el medio ambiente y la ética empresarial» de Daniel Arenas y Pablo Rodrigo, «La participación dialógica como herramienta de gestión empresarial responsable» de Patrici Calvo, «La responsabilidad social en las Pymes comerciales: una propuesta desde la ética» de Carmen Martí, Roberto Ballester y Domingo García-Marzá, y «Ética de la responsabilidad para transformar la cultura económica» de Jesús Conill.

Ética y Empresa ‘en serio’

 Si hubiera escrito este artículo hace poco más de un año seguramente no habría pensado en dedicar estas líneas a analizar por qué la empresa, y también la sociedad, no se toman en serio los asuntos éticos dentro de las organizaciones.

Es más, incluso podría haber destacado como un gran avance el número creciente de empresas que se adhieren al Pacto Mundial de Naciones Unidas, hace Memorias de Sostenibilidad o elaboran políticas de RSE. Partiendo de esta realidad, parece necesaria la reflexión acerca de lo que ha pasado en los últimos años con la ética empresarial, la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE) u otras cuestiones relacionadas con estos asuntos.

Creo que, como ha pasado en general en la economía, en la última década se ha generado también una cierta especulación de estos asuntos. Digamos que muchas empresas se han ‘emborrachado’ con la retórica de la RSE; casi cualquier empresa que quisiera jugar en primera división se subió a este tren, generando así una competencia, a mi modo de ver insana, para ver qué empresa hacía una política de RSE más espectacular y llamativa con el objetivo de llenar páginas de periódicos y sorprender en foros empresariales. Parecía que las cosas en el mercado estaban tomando un camino de incorporación y respeto de principios éticos. Entonces llegó, para algunos, la sorpresa: estalló la crisis y descubrimos todos los agujeros negros que el sistema, el mercado y las empresas estaban ocultando, y los que nos quedan por conocer. ¿Por qué no nos hemos tomado en serio la importancia que la ética tiene para llevar adelante proyectos empresariales con éxito?

Esta era la pregunta que rondaba en el XIX Congreso de la European Business Ethics Network (EBEN – www.eben-net.org), que se celebró en Atenas hace apenas unos días. Ciertamente, este desánimo contrasta con el aire de optimismo que se respiraba en los encuentros de años anteriores. Hemos pasado de ‘por fin las empresas nos escuchan’ a ‘las empresas no nos toman en serio’ en sólo un año.

Lo que parece evidente es que en la última década la apuesta de las empresas por la incorporación de la RSE ha tenido más de retórica que de realidad; una retórica muy bien elaborada, pero detrás de la que no había mucho fundamento. Es de justicia también decir que no es el caso de todas las empresas. Es cierto que un número importante se ha tomado esto en serio. Por suerte, el momento que vivimos traerán consigo algo positivo; ayudará a distinguir unas empresas de otras; las que han incorporado y asumido algo más que la retórica.

También, es momento de hacer cierta autocrítica. Las organizaciones como la Fundación ÉTNOR (http://www.etnor.org/) y muchas otras, que se dedican a investigar, formar y acompañar a empresas y organizaciones en estos asuntos deberemos reflexionar sobre lo que hemos hecho mal y en qué necesitamos mejorar. Quizá también nosotros hemos ayudado a construir esta retórica grandilocuente o nos hemos despistado un poco y no hemos sabido ver lo que se escondía detrás de las palabras.

En mi opinión, analizando lo que ha sucedido, creo que hay una cuestión clave que necesita ser aclarada para corregir el desenfoque en materia de RSE. La RSE es un modelo de gestión, una filosofía organizacional que implica una manera de hacer las cosas en las corporaciones. Y, cuenta con diferentes herramientas, quizá la más conocida sea las Memorias de RSE como instrumento de comunicación de la apuesta de la empresa en estos temas.

Pero intuyo que se ha tomado la parte por el todo. Es decir, se han desarrollado y puesto mucho énfasis en las herramientas, que no digo que esté mal, pero se olvidó que éstas si no tiene detrás un por qué y un para qué acaban sirviendo para bien poco y tienen un recorrido escaso, habitualmente muy ligado a las modas. Por tanto, propongo, como reza la última moda en gestión, el back to basics; repensar que propone la ética empresarial y el modelo de empresa socialmente responsable, o responsable sin más, porque también creo que la inclusión del término social en el concepto ha despistado a algunas organizaciones, invitándoles a fijarse solamente en lo que ocurría de puertas hacía fuera y olvidando que dentro de casa solemos tener, casi siempre, bastante trabajo.

Roberto Ballester es Gerente de la Fundación Étnor (Ética de los Negocios y las Organizaciones)

Empresa y derechos humanos

Adela Cortina, 11/10/10
 El discurso de los derechos humanos ha irrumpido en el mundo de la empresa desde hace años, pero especialmente desde que en 2003 las Naciones Unidas aprobaran unas Normas sobre las responsabilidades de las empresas transnacionales y otras empresas en la esfera de los derechos humanos, y desde que en 2005 la Comisión de Derechos Humanos de la ONU solicitara el nombramiento de un Representante Especial para estos temas. La resolución fue aprobada con el voto de 49 países, entre 53, y con la oposición de Estados Unidos, y en agosto de 2005 John Ruggie fue elegido para ese cargo. ¿Por qué era imprescindible abrir un ámbito explícito de reflexión y acción sobre derechos humanos en el mundo empresarial?

El recuerdo de catástrofes como la de Union Carbide en Bhopal (India) en 1984, al producirse un escape de una sustancia tóxica, que causó la muerte de miles de personas y la enfermedad de casi 200.000, las condiciones de explotación en que trabajan gentes en fábricas y plantaciones en distintos lugares del mundo, las consecuencias de las patentes farmacéuticas en las muertes por sida y otras enfermedades, la restricción de libertades, como las de expresión o asociación, en países del Sur, todo este conjunto de violaciones palmarias, ayuda a encontrar una respuesta.

Ante situaciones como éstas no basta con que las empresas asuman voluntariamente su responsabilidad corporativa y hagan un triple balance económico, social y medioambiental. Es necesario que respeten esos derechos que son cartas de triunfo, ante las que se debe anular cualquier otra jugada, y que lo hagan como una obligación de justicia básica, no como una opción voluntaria.

Ciertamente, en 1999 el anterior Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, invitó a las empresas a sumarse a un Pacto Mundial para fomentar buenas prácticas en el terreno de derechos humanos, laborales, medioambientales y en la lucha contra la corrupción. Pero no basta con eso, menos todavía en un mundo globalizado, cuando en una gran cantidad de países del Sur existen enormes vacíos legales, que impiden defender a sus habitantes frente a actividades inhumanas de algunas empresas autóctonas, pero también transnacionales. Por eso se hizo necesario ir más allá del Pacto Mundial y de la Responsabilidad Social Empresarial, hacia algo tan básico como el ámbito referido a Empresa y Derechos humanos.

En este sentido, Ruggie recomienda promover un nuevo marco normativo internacional, centrado en tres pilares: el deber estatal de proteger los derechos humanos, la obligación empresarial de respetarlos, y la promoción de mecanismos para reparar las violaciones. «Proteger, respetar, remediar» es el nuevo mantra, que han de asumir Estados y empresas de cualquier dimensión y grado de complejidad, pero especialmente las transnacionales, porque no sólo los individuos son responsables de sus actuaciones, lo son también las organizaciones, algunas de las cuales tienen un enorme poder. Y a mayor poder, mayor responsabilidad.

Es urgente entonces integrar el respeto por los derechos humanos en el núcleo duro de la empresa, identificar los aspectos de la actividad empresarial que afectan a derechos básicos, diseñar prácticas de respeto, adoptar indicadores para evaluarlas y someterse al control de auditorías internas y externas. Todo ello compone un êthos, un carácter de la empresa, que tiene que ser asumido desde dentro.

Están en juego derechos de las tres generaciones, desde el derecho a la vida, en casos como el de Bhopal, la fabricación y el comercio de armas, las patentes, el precio de los alimentos y tantos otros, pasando por la libre expresión de quejas, la libre asociación, la no discriminación, el salario digno para mantener una familia, la no explotación infantil ni de adultos o la seguridad, hasta el derecho al desarrollo. Imposible será avanzar en los siempre aplazados Objetivos de Desarrollo del Milenio, si no se suman las empresas.

A día de hoy, el asunto está en la calle. Por poner un ejemplo, las fundaciones Carolina y Fòrum Universal de les Cultures han organizado un debate sobre ello, con la presencia de Mary Robinson, Presidenta de Iniciativa por una Globalización Ética, en el marco de la Presidencia Española de la Unión Europea. Dos desafíos, ante todo, se ponen sobre la mesa: las empresas, como cualquier organización humana, están obligadas a respetar los derechos humanos, a no dañar; pero también pueden promover su protección dentro de su área de influencia, pueden sí apoyar su protección positivamente.

Las empresas pueden ayudar a romper el círculo vicioso de las violaciones que se instala en países con lagunas legislativas y gubernamentales, y dar comienzo al círculo virtuoso de las buenas prácticas. Como bien ha dicho Sen, una empresa ética es un bien público, del que se beneficia la sociedad en su conjunto. Pero también pueden tratar de influir en el gobierno y en la sociedad para que se genere y se ponga en vigor una legislación acorde con los derechos humanos. Proteger no es sólo tarea de los Estados, a la empresa ciudadana cabe también la tarea de promover la protección, teniendo en cuenta que hoy la ciudadanía no puede ser sino, a la vez, local y cosmopolita.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, miembro de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas, y directora de la Fundación ÉTNOR.

Artículo publicado en el periódico El País el 04/02/2010

Monedas complementarias para desarrollos autónomos y sostenibles

Carmen Martí., 21/09/10

 “Otra economía no sólo es posible, si no que ya funciona desde hace décadas”.

Ayer tarde tuve la suerte de poder compartir dos horas largas con un experto japonés, “Miguel” Yasuyuki Hirota para los amigos españoles, experto en bancos de tiempo y monedas sociales, que por extrañas confluencias pasa unos días en Europa y afortunadamente para los pocos que compartimos con él la tarde de ayer, también en Valencia. Acudí al encuentro, organizado por varias asociaciones, y directamente recomendado por el Colegio de Economistas de Valencia. He de reconocer que en principio me sorprendió un tema tan “diferente” convocado directamente por los propios economistas; “¿piedras en su propio tejado?”. No me sorprendió tanto que a pesar de lo novedoso del tema, de la excepcionalidad de que el ponente pudiera estar en Valencia compartiendo su experiencia por todo el mundo con nosotros, y de vivir en una ciudad con cerca del 30% de paro, en la sala no hubiera más de 30 personas. ¿Falta de poder de convocatoria? El resto de actos organizados por el COEV muestran lo contrario.

He de reconocer que aunque mi condición de experta en ética y responsabilidad social me empuja a buscar alternativas justas y más equitativas que el actual sistema económico dominante, no soy experta en economía, y suelo acercarme con cautela a las alternativas económicas que se presentan y que la mayoría de las veces desde el punto de vista práctico son difícilmente realizables y completamente incompatibles con el sistema económico actual. Se habla de cambios de mentalidad, de “giros” de 180º sin los que no es posible aplicar ninguna de estas alternativas. La grandeza del seminario de ayer reside, a mi modo de ver, no sólo en la justificación de que otra economía más justa es necesaria, y los valores que se deben potenciar para un mundo más humano, más justo, y más sostenible, sino en la cantidad de ejemplos exitosos que Yasuyuki compartió con los allí presentes. Mis conocimientos sobre monedas alternativas eran muy limitados, y se reducían a los ejemplos de bancos de tiempo con los que contamos en nuestro país. Yasuyuki nos dio herramientas suficientes en apenas unas horas para seguir trabajando y ampliando conocimientos sobre estos modelos alternativos, incluso mejor aún, complementarios a los actúales.

Comparto con todos vosotros/as algunas de las claves, y sobre todo algunos ejemplos dados por Yasuyuki, para vuestro conocimiento y difusión de este modelo, para que el paso de Miguel por Valencia no quede en esas 30 personas.

A comienzos de los años 30 del siglo pasado, los habitantes de Wörgl, un pequeño pueblo situado en el Tirol austriaco, tomaron la decisión de acuñar su propia moneda para afrontar las consecuencias de la Gran Depresión. En poco tiempo vieron como se solucionaban los problemas del presupuesto municipal, el desempleo y la actividad económica local. Poco después, en Suiza se fundó una Cooperativa de Crédito que lanzó una moneda propia denominada Wir y que desde entonces ha sido una moneda complementaria del Franco Suizo, a la vez que un eficaz estabilizador para la economía y apoyo para las pequeñas empresas del país (más de 72.000 asociados). Más recientemente, a partir de la década de los 80’s del siglo pasado, han surgido numerosas experiencias relacionadas con la creación de bancos de tiempo y monedas sociales con gran beneficio para las comunidades locales que las han comprendido y apoyado, siendo muy reputadas las experiencias de Japón, con su moneda Fureai-Kippu y Estados Unidos, con sus míticos “Time- Dollars” e “Ithacas”. La Política Regional impulsada por la Unión Europea contempla la posibilidad de que las regiones europeas se doten de monedas sociales y regionales. Alemania cuenta con más de 60 de ellas y en Francia ya son seis regiones las que disponen de ésta clase de mecanismos.

La experiencia de Yasuyuki en su país natal, Japón, cultural y geográficamente muy distinto a Europa, es sin embargo la experiencia de un país con un 60% de paro, una crisis económica muy severa y enormes desigualdades sociales. Una experiencia, por ende, similar a la que muchos países de todas partes del mundo viven hoy día. La crisis económica actual se ha convertido en la primera crisis prácticamente mundial, razón por la cual cualquier experiencia exitosa, cualquier ejemplo de cualquier parte del mundo es hoy digno de estudio y atención. Miguel Yasuyuki, sin embargo, habla un español perfecto con acento argentino, y tiene un conocimiento profundo de estos ejemplos de Monedas Complementarias (MC) a lo largo de todo el mundo. La razón de esto es doble: por un lado, el deseo de conocer cuantos más ejemplos posibles de estas experiencias. Por otro, sin embargo, las trabas del gobierno japonés al desarrollo de estos sistemas complementarios por el éxito que tuvieron en Japón hace unos años. Japón no es el único caso donde estas verdaderas alternativas, que han sacado de la miseria y devuelto la dignidad a través del trabajo a miles de personas, han sido prohibidas o dificultadas por autoridades políticas o económicas. La iniciativa austriaca de Wörgl, gracias a la cual hubo una recuperación rápida del comercio local y se cubrieron las necesidades básicas de los habitantes de esta región tirolesa, fue prohibida por el Banco Central Austriaco al año siguiente de su puesta en marcha, en 1933.

La base de las teorías de moneda social es la insostenibilidad e injusticia del sistema monetario actual. El caso de Grecia en Europa, que ha afectado enormemente a la zona euro, muestra la debilidad de la moneda, y como el medio de intercambio depende enormemente de factores externos que ni gobiernos centrales, ni autonomías, ni bancos centrales pueden controlar al 100%. Otro de los aspectos esenciales de esta teoría es la cuestión de si deberían crecer las economías nacionales siempre, de forma exponencial. Esta clave capitalista pone en severo riesgo la sostenibilidad del mundo. Yasuyuki utilizó un símil que aunque severo es una llamada de atención importante ante esta corriente económica: “El hombre no crece exponencialmente toda su vida, digamos que a los 20 años deja de crecer. ¿Qué elemento natural crece hoy en día de manera exponencial? El cáncer. Nuestro sistema económico está destinado a agotar todos los recursos naturales del planeta”.

Margrit Kennedy, arquitecta, profesora y ambientalista alemana, defensora de las monedas complementarias y la economía sin inflación, afirma que es “prácticamente imposible llevar a cabo los conceptos ecológicos actuales sin alterar fundamentalmente el sistema monetario actual o la creación de nuevas monedas complementarias”. Su obra más conocida está traducida al español y es gratuita en Pdf, Dinero sin inflación ni tasas de interés. Para Kennedy “con el sistema económico actual estamos redistribuyendo la riqueza entre los ricos”, como es el caso de Alemania, donde el 80% de la población paga más que gana mientras sólo el 10% gana más que paga.

Por otro parte, el actual sistema monetario premia y favorece las inversiones a corto plazo debido a las tasas de interés positivas. “No merece la pena invertir en robles, si los pinos son más rentables a corto plazo”. Pero las cosas importantes en la sociedad son proyectos a largo plazo, como invertir en sanidad o educación. Es necesario otro modelo económico que favorezca y premie las inversiones a largo plazo.

Yasuyuki destacó también la importancia de saber “¿qué es el dinero?”, porque todos hablamos de él, y sabemos qué podemos hacer con él, pero muy pocos conocen exactamente qué es. Aunque hay varias definiciones, Yasuyuki recogió la de Bernard Lietaer que define el dinero como “un acuerdo dentro de una comunidad de usar algo como medio de intercambio” en su libro, publicado también en español, El futuro del dinero. Para Yasuyuki esta definición es fundamental, pues “podemos cambiar nuestro sistema monetario y/o tener sistemas monetarios complementarios”. “Podemos llegar a otro acuerdo válido y provechoso para la comunidad”. Esta es una de las razones fundamentales que están debajo de las iniciativas de monedas complementarias, el acuerdo de mejorar la sociedad al margen de lo establecido, que no es de ningún modo el “único” sistema posible, ni tampoco el más deseable.

Otro concepto fundamental en economía es el de capital. Según la Real Academia Española, capital es “factor de producción constituido por inmuebles, maquinaria o instalaciones de cualquier género, que, en colaboración con otros factores, principalmente el trabajo, se destina a la producción de bienes”. Pero capital no es sólo el capital físico, o el capital financiero; hay otro tipo de capitales igualmente fundamentales como son el capital natural (los ríos, los montes, los bosques, etc.), el capital humano, y el capital social (la confianza, el conocimiento, etc.). Como afirma el Catedrático D. García-Marzá, los “peligros del reduccionismo economicista” nos han llevado a no valorar los recursos intangibles. “La racionalidad económica nos tiene acostumbrados a considerar sólo aquello que se puede contar, medir y calcular que despreciamos un significado importante de la palabra intangible que recoge perfectamente nuestro diccionario: `de tal naturaleza que merece extraordinario respeto y no pueden ser alterado, menoscabado o violado´” [García-Marzá, Ética empresarial. Del diálogo a la confianza, Trotta, 2004, pág.50]. El capital social subyace a la estabilidad que requieren los mercados y las empresas, y precisamente la crisis de confianza en la economía, la empresa, los políticos, que se ha dado en los últimos años ha puesto de nuevo sobre el tapete la importancia de estos “recursos morales” para el buen funcionamiento de las instituciones.

Precisamente las monedas complementarias basan toda su fortaleza en el capital social, en los “recursos, mecanismos o medios de los que disponen los actores sociales para la cooperación y la satisfacción de los intereses recíprocos. En definitiva, para agruparse y organizarse con el fin de alcanzar objetivos comunes”. [García-Marzá, 2004:52]. Un capital que, a diferencia del financiero o el físico, tiene la naturaleza de “bien público”, y se multiplica cuanto más se usa.

En su libro Lietaer presenta una interesante teoría que equipara el dinero convencional con los valores masculinos (Yang) y las monedas complementarias con los femeninos (Yin). Para Lietaer, la clave es conseguir el equilibrio entre ambas esferas (Ver A World in Balance? ).

Más allá del homo economicus

Patrici Calvo, 30/07/10
Durante la última década, diferentes estudios han empezado a vislumbrar y a reivindicar una figura tan importante como necesaria para el correcto funcionamiento de la economía: el homo reciprocans; la cual no por olvidada ha dejado de llevar a cabo su cometido a lo largo de la historia.
El pensamiento neoclásico ha entendido tradicionalmente la economía como una esfera autónoma y aislada donde los individuos se integran y se relacionan con el único propósito de maximizar sus utilidades. Así, cuestiones como el amor, la compasión, la cooperación, la solidaridad, la justicia, la gratitud o la reciprocidad sólo aparecen en nuestras vidas cuando otras esferas se hacen visibles, como el Estado o la sociedad civil. Dentro del mercado, por consiguiente, prima el individualismo, el egoísmo, la avalorabilidad, el desarraigo, la neutralidad, la eficiencia, la indiferencia, la búsqueda por sobrevivir en un mundo de contrarios, etc.
Esta visión descarnada y deshumanizada del ser humano está siendo atacada muy duramente por, sobre todo, economistas que comprenden la futilidad de seguir manteniendo un discurso tan alejado de la realidad como pernicioso para el correcto funcionamiento de nuestras economías y para el desarrollo y supervivencia de nuestras sociedades. A tenor de las evidencias y del día a día, se hace más necesario que nunca empezar a reconsiderar esa máxima del pensamiento neoclásico que defiende al homo economicus, egoísta y asocial, como único miembro participante en la esfera económica. Como nos argumentan Bowles y Hintis en sus numerosos escritos, la realidad se empecina en mostrar una y otra vez la existencia de personas con una fuerte predisposición a, por una parte, cooperar y colaborar con aquellas otras que mantienen una disposición similar y, por otra, a castigar a aquellas que violan la cooperación y otras normas sociales, aun sabiendo que ambas cuestiones pueden suponer un costo personal elevado: “llamamos a estas personas que actúan de este modo Homo Reciprocans”, un ser «que no busca resultados equitativos, sino equilibrio entre costos y beneficios, una situación de equilibrio” (2001:173).
En el mismo sentido se mueve Zamagni. Éste entiende que las sociedades no pueden desarrollarse sin la economía, y que ésta no puede funcionar correctamente sin que en ella se den tres principios básicos: eficiencia, equidad y reciprocidad. Una economía ineficiente es una economía que a medio y largo plazo tiende a desaparecer. Introducirnos en la historia nos aportar numerosos ejemplos de cómo fuertes economías dejaron su lugar en el tiempo por no lograr mantener este principio. Del mismo modo, una economía que sólo mire la eficiencia y se olvide de hacer partícipes de sus beneficios a todos aquellos que lucharon por conseguirlos, es una economía que igualmente tiene los días contados. Y finalmente, una economía que se desentiende de la autorrealización de los participantes es una economía triste y falta de la motivación necesaria para continuar avanzando, y mucho menos existiendo. Por ello, cabe pensar que nuestras sociedades necesitan de economías que atiendas correctamente estas tres esferas con la intención de armonizar los tres principios básicos. O lo que es lo mismo, como argumenta Zamagni, necesitamos de economías civilizadas, con sentido de existir, con un rumbo al cual dirigirse. Que contemplen la reciprocidad como algo interno y necesario. Que entiendan la experiencia humana como parte y no como aparte, como una externalidad que no merece consideración alguna. Por tanto, necesitamos economías que se esfuercen en consolidar la armonización de los tres principios básicos apuntados: eficiencia, equidad y reciprocidad (2007:22). Sólo de esa forma es posible su evolución y, por consiguiente, en tanto que condición de posibilidad de su existencia, su supervivencia en el tiempo y la supervivencia de las sociedades a las cuales sirven y por las cuales logran generar sentido.
Ante la evidente cristalización de la eficiencia y la equidad en la economía –patente a través de las empresas y del Estado–, la pregunta que subyace aquí es cómo incluir la reciprocidad dentro de ésta. Para Zamagni está claro: a través del tercer sector, aunque dándole su valor real y no el uso estético e interesado que tanto empresas como Estado hacen libremente de él. Zamagni habla de la necesidad de generar organizaciones de la sociedad civil que se guíen por el Principio de reciprocidad y no por la filantropía, ya sea como depositaria de ésta o como ejecutora. El sentido de tal afirmación se debe a que mientras la reciprocidad se sustenta bajo un sentimiento de gratitud, el cual crea un vínculo entre reciprocador y receptor que permite establecer ciertos tipos de relaciones dentro de la economía -relaciones que no pueden regularse por contrato-, la filantropía se basa sin embargo en un sentimiento de compasión, el cual no crea vínculo alguno y no posibilita, por lo tanto, el establecimiento de tales relaciones económicas. Quien recibe un don (un regalo) fundamentado en la reciprocidad, se siente obligado a responder proporcionalmente porque se genera con ello un sentimento de gratitud. Tal respuesta se espera que esté a la altura, no en cantidad, sino en calidad. O lo que es lo mismo, que sea proporcionada, no equitativa. Pero además, ésta no tiene porque ser dirigida necesariamente hacia la persona de quien partió el don, sino hacia cualquier otro participante de la comunidad.
Estas y otras ideas nos muestran un cambio de tendencia que parece tan irreversible como inevitable. Crisis como la actual nos recuerdan que desligar las economías de las sociedades que les dan sentido es un error que suele pasar factura de manera cíclica y, por desgracia, cada vez con mayor virulencia; un coste que suelen pagar los más desprotegidos. Ante tales situaciones, es más que evidente que nuestras sociedades necesitan replantearse el papel que juega el mercado, el Estado y de la propia sociedad dentro de la economía. Del mismo modo, comenzar a reivindicar la necesidad de integrar en la teoría económica la realidad del ser humano económico, un ser que se hace visible como egoísta e individualista, como maximizador de utilidades, pero que también puede ser contemplado como reciprocador, como ser que coopera y se solidariza a pesar de que tal acción pueda tener un coste nulo o negativo para sí o para su comunidad. Como dice Zamagni, hemos aprendido muy bien que en la economía se mueve un bien privado, presente en el mercado y que se fundamenta a la eficiencia, y un bien público, presente en el Estado y que se fundamenta a la equidad, pero todavía nos falta atender al bien relacional, un hecho que se cristaliza en la sociedad civil y que se fundamenta en la reciprocidad, o lo que es lo mismo, en la felicidad de sus ciudadanos, en la generación de aquellas condiciones de posibilidad que permiten la autorrealización de sus participantes. Es momento, por tanto, de empezar a dejar atrás caducas teorías -que terminan por justificar irresponsabilidades como las acontecidas en esta crisis- y vislumbrar otras posibilidades que permitan el desarrollo y la potenciación de nuestras sociedades.

Stefano Zamagni: «Los empresarios tienen la llave del cambio de modelo económico»

Carmen Martí, 25/02/10
El Dr. Stefano Zamagni, profesor de la Università di Bologna, pronunció ayer la conferencia “Reciprocidad y fraternidad: El papel de los sentimientos en la economía” en la 5ª sesión del Seminario ÉTNOR.

Para Zamagni, el problema de la economía y la empresa actual no es la falta de recursos, sino saber aprovechar al máximo el talento y conocimiento de las personas. “Los problemas económicos del presente no se pueden resolver con el marco conceptual del pasado”.

Con esta idea iniciaba ayer Stefano Zamagni,Catedrático de Economía Política de la Universidad de Bolonia, su conferencia en la que analizó las bases de la Economía Política y las necesidades de la economía en la actualidad. Para Zamagni, los problemas de hoy ya no son problemas de falta de recursos, problemas entre el hombre y la naturaleza. “Los problemas económicos de hoy son problemas relacionales de los seres humanos”. “Tenemos multitud de recursos, pero no sabemos cómo utilizarlos”.

Zamagni explicó esta idea basándose en tres paradojas fundamentales del siglo XXI; la paradoja de la felicidad, la paradoja de la desigualdad y la paradoja del modelo taylorista. La paradoja de la felicidad la planteó en 1974 Sterling, quien afirmaba que después de un determinado nivel de renta, a mayor renta menor es la felicidad. En segundo lugar, la paradoja de la desigualdad tiene que ver con la cuestión de que cada vez hay más riqueza, y sin embargo las desigualdades van en aumento. Por último, la paradoja del sistema taylorista ha mostrado que ya no es posible este sistema de organización basado en un modelo piramidal donde la base de la organizaciónno aporta más que fuerza productiva. En el momento actual, para ser competitivo es necesario que todos los miembros de una empresa tengan un peso en la misma, y “el empresario que no adopte este sistema está condenado al fracaso”. “Difícilmente los esclavos –apuntó Zamagni- aportan nada a la organización”. “Si queremos aprovechar al máximo el conocimiento tácito de nuestros empleados, tenemos que saber establecer relaciones recíprocas con ellos, porque puedo obligar a una persona a llegar a las 8 de la mañana al trabajo, o a estar 8 horas en la oficina, pero no puedo obligarlo a que deposite sus mejores ideas, su capital intelectual en la organización”. “La única forma de aprovechar el conocimiento tácito de las personas –afirmó el ponente- es a través de la reciprocidad”.

Desde estas tres paradojas, la cuestión es “cambiar los esquemas mentales dela gente hacia un nuevo modelo, y eso lleva trabajo y tiempo, pero acabará imponiéndose por necesidad”. Zamagni esquematizó este nuevo modelo en tres principios básicos. Los dos primeros principios son el del cambio equivalente y la distribución. En el principio del cambio equivalente se basan las relaciones de mercado y es “un principio fundamental, porque sin él no es posible la eficiencia, y la eficiencia es un fin necesario en las sociedades capitalistas en las que vivimos”. Y el segundo, el de la distribución de la riqueza, es el principio del que se ocupa el Estado, y también es fundamental para tener sociedades justas. Toda la Economía Política se ha basado en estos dos principios, pero “no son suficientes enla era de la información y el conocimiento”. Para Zamagni, “es necesario combinar estos dos principios con un tercero, que es el principio de la reciprocidad, en el que se basa la Economía Civil”. Los primeros dos principios están basados en una relación de deber y derecho, de derechos de propiedad y deberes de cumplimiento de lo negociado. La reciprocidad, sin embargo, se basa en una relación de don, de gratuidad entre las personas. A ayuda a B con la expectativa de que cuando necesite algo, B le devolverá laayuda. Si B no es recíproco, se trunca la relación. Las relaciones de reciprocidad no se basan en la ley, no se puede obligar a ellas, “pero es la única manera de obtener el conocimiento de las personas, lo mejor de cada uno”.

En definitiva, concluyó Zamagni, el olvido de este tercer principio da respuesta a las paradojas planteadas, ¿Por qué no somos felices con tantos recursos? Porque la felicidad está ligada a la reciprocidad, y “algunos economistas, no inteligentes –apostilló Zamagni-, han confundido utilidad con felicidad, y la felicidad depende de la relación con los otros, no de la acumulación de cosas”. Del mismo modo, el problema de las empresas hoy no esun problema técnico, sino un problema relacional. No se transmite el conocimiento tácito de la gente por falta de reciprocidad en el grupo. Para Zamagni, la llave del cambio, “la minoría profética” de hoy, está en los empresarios. Ellos son lo que pueden poner en práctica este modelo y demostrar que funciona, que es posible, que es el adecuado, y servir de ejemplo para los demás.