XIX Congreso de EBEN España «Transformar el mundo-Humanizar la técnica»

La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) o Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es considerada una cuestión importante para la dirección de las empresas y organizaciones. En los últimos años el interés por la RSE ha crecido significativamente debido a que se vislumbra como una herramienta de gestión muy potente, a la vez que las relaciones de las empresas con sus grupos de interés se han convertido en un aspecto central del debate económico y social (Freeman, XVIII Congreso EBEN España, Bilbao, 2010)

En el contexto actual de crisis, es necesario poner el empeño en demostrar que la aplicación de la ética y la RSE es rentable, que contribuye a reducir costes, y que puede llegar a ser un foco de innovación para crear nuevos mercados, productos y servicios. Por este motivo, es necesario abordar la tarea de transmitir este conocimiento a los profesionales para que tengan criterio y argumentos para ir avanzando hacia buenas prácticas de RSE, en cómo se han de planificar y medir estas acciones, cómo gestionar la diversidad, cómo comunicar interna y externamente, y cómo desarrollar las novedades, innovaciones o tendencias que van surgiendo día a día en las relaciones con sus grupos de interés.

En un entorno globalizado y competitivo como el actual, que se caracteriza por la aparición de nuevas tendencias, y en el que se producen cambios continuos y profundos basados en la creación y aplicación de nuevos conocimientos, que a su vez son difundidos a la sociedad con gran rapidez (Grant 2002), es donde la innovación se convierte en el principal motor de desarrollo económico, y donde las empresas y organizaciones en general cuentan con un papel fundamental en este proceso. En este sentido, tiene vital importancia la transmisión de esta información a la sociedad con los instrumentos de multimedia actuales. Algunos autores propusieron llamarla “sociedad del conocimiento y la información” (Castells 1995).

La implantación de los principios éticos y de las prácticas de RSE en las actividades de generación de conocimiento e innovación de la empresa beneficia a clientes, proveedores, instituciones con las que la empresa mantiene acuerdos de colaboración, y a la sociedad en general, al generarse productos, servicios y tecnologías que se ajustan a sus intereses concretos.

Los avances tecnológicos, que crecen a un ritmo exponencial, han puesto a la humanidad en la situación de transformar el mundo y tener un impacto en la configuración de la sociedad presente y futura, como nunca había sucedido. Este poder requiere ser utilizado con un sentido de responsabilidad para que vaya a favor de la humanidad y no en su contra. Los avances tecnológicos abren nuevas e importantes cuestiones éticas que deben ser planteadas y debatidas.

En conclusión, los principios éticos y la RSE son valores asentados en los nuevos modelos de estrategia empresarial. En un futuro, las empresas más eficientes y responsables, dirigidas por líderes éticos, tendrán una oportunidad muy valiosa para conseguir que la RSE se implante de manera coherente en la estrategia de la empresa y contribuya a conseguir eficiencia económica, a generar confianza e identificación con la cultura de la organización, y se convierta en un instrumento generador de conocimiento e innovación, y por tanto, en la base de su ventaja competitiva (Porter y Kramer, 2006).

Por ello, el XIX Congreso de EBEN España «Transformar el mundo – Humanizar la técnica: Ética, Responsabilidad Social e Innovación», pretende aportar una reflexión en torno a estas proposiciones, plantear su aplicabilidad y contribuir a la construcción de experiencias y desarrollo de estas teorías. Así los objetivos del Congreso se dirigen básicamente hacia 3 punto clave:

1. Reflexionar y plantear nuevas experiencias en el ámbito de la RSE en el ámbito de las empresas y profesionales relacionados con el uso de las tecnologías (ingenierías, arquitectura, gestión del conocimiento, etc.).

2. Generar nuevas líneas de trabajo e investigación para llegar a conocer las necesidades y expectativas de los grupos de interés en el impacto de los avances técnicos y tecnológicos.

3. Generar conocimiento sobre las relaciones de ética, RSE, innovación y creatividad de las organizaciones.

Los interesados en presentar comunicaciones en el congreso deben enviar un resumen amplio de la misma (entre 1.200 y 1.500 palabras) antes del 15 de abril de 2011. La información sobre la aceptación de las comunicaciones se enviará a los autores el 30 de abril. El texto completo de las comunicaciones aceptadas debería ser de unas 7.000palabras, con un resumen de unas 250 palabras. Se aconseja seguir las referencias de estilo del Journal of Business Ethics. El texto final de las comunicaciones aceptadas debería enviarse en formato electrónico antes del 10 de junio.

Congreso: XIX Congreso de EBEN España «Transformar el Mundo – Humanizar la Técnica: Ética, Responsabilidad Social e Innovación»,

Lugar: Universitat Politècnica de Catalunya, EPSEB‐Escola Politècnica Superior de la Edificació de Barcelona, Avd. Doctor Gregorio Marañon, 44‐50, 08028‐ Barcelona.

Fechas: 29, 30 Junio y 1 Julio 2011

Más información en: http://www.eben-spain.org/

Dueño y esclavo de sus palabras

Laura Alegre, 18/03/11

De la misma forma que, con el paso del tiempo, los fundamentos normativos existentes para determinar qué es moral y que no (lo que nos proporciona felicidad, lo que nos dicte la razón, lo que “diga” Dios,…) han ido transformándose, lo mismo ha ocurrido con determinadas tendencias de pensamiento, es decir: las consecuencias de expresar opiniones racistas hoy en día no son comparables si nos trasladamos, por ejemplo, a EE.UU. durante la época de la esclavitud.
Este cambio es fácilmente comprobable al ver el revuelo mediático que se ha formado dentro y fuera del mundo de la moda, tras hacerse público un vídeo en el que John Galliano lanza insultos antisemitas a una pareja y proclama su admiración por Hitler en un café de París. Por supuesto, la firma Dior para la que trabaja el diseñador ha tomado medidas, despidiéndolo de inmediato hasta que se aclare lo sucedido.
Sin embargo, en mi opinión es bastante improbable que nadie dentro de Dior tuviera constancia de las deleznables opiniones de Galliano, y más aún cuando éste las “comparte” con dos desconocidas sin ningún tipo de reparo. Lo que me lleva a plantearme una cuestión: ¿Cuás es el verdadero problema? ¿Qué Galliano piense de esa forma o que la opinión pública se haya enterado? La moralidad no está enmarcada únicamente en el ámbito público, sino que debe regir también nuestro comportamiento privado; por tanto, aunque nadie se hubiera enterado nunca, las opiniones de J.G. seguirían estando fuera de lo que consideramos moral. Es evidente que la casa Dior ha intentado desmarcarse de la actitud del modisto y que ambos se han defendido mediante el uso de un discurso pragmático, es decir, con fines estratégicos. Dior sabe que las ventas pueden peligrar después del batacazo de su diseñador estrella, así que han declarado que existe dentro de la empresa una política de tolerancia cero hacia comportamientos antisemitas.

Por otra parte tenemos al propio Galliano que, al parecer, sólo ha pedido disculpas porque “hoy en día el racismo y el antisemitismo están mal vistos”, por lo tanto, no se retracta. Otro aspecto interesante es la recurrente excusa utilizada en infinidad de ocasiones que hace referencia a las copas de más que llevaba encima l’ enfant terrible de las pasarelas. No creo que nadie pueda hacer semejantes declaraciones si en el fondo no las piensa. Ahora, por supuesto, toca el ingreso en una clínica de desintoxicación: estrategia muy útil entre los famosos para propiciar un lavado de imagen, “expiar” sus pecados y salir como nuevo. Quizá lo que necesitaría el modisto es una cura de desintoxicación, pero mental.

Las reacciones posteriores las podemos englobar en lo declarado por Karl Lagerfeld, que está “furioso” por la mala imagen que J.G. ha ofrecido del mundo de la moda. En esto discrepo con Lagerfeld, en absoluto me parece que las desafortunadas declaraciones de un solo diseñador signifiquen que todo el mundo de la moda piensa lo mismo. Cada cual debe responder por sí mismo y se representa a sí mismo cuando habla.
Por último, y enlazando con lo expuesto al principio, resulta reconfortante saber que hoy en día este tipo de comportamientos son recibidos con rechazo por gran parte de la sociedad. Espero que poco a poco, hagamos extensible este rechazo no sólo a conductas racistas, sino también homófobas, machistas,…. Para así demostrar que la evolución de lo moral va por el buen camino.

IX Jornada de Comités de Bioética de la Comunidad Valenciana: «La problemática de las decisiones individuales respecto al proceso de muerte»

Nuestro modelo de vida, en nuestro ambiente y nuestro tiempo, pasa por incorporar la muerte como una experiencia que debe dejar de ser necesariamente traumática, para el que va a morir y para su entorno (familia, allegados, grupo social).

Existe una gran y evidente diferencia entre una muerte inesperada (accidente, enfermedad súbita,…) y una muerte esperable y esperada (enfermedad terminal, deterioro progresivo del estado de salud). El comportamiento y las expectativas del individuo cambian radicalmente y con ello la forma de percibir los momentos y procesos finales de la vida.

Lo que ha constituido el patrón de comportamiento tradicional ha ido modificándose a medida que los avances científicos, las nuevas tecnologías, los cambios sociales y otros mucho factores han ido determinando formas distintas de ver las cosas.
Una sociedad plural, multicultural y respetuosa, basada en la consideración igualitaria de todos sus componentes no puede aspirar a imponer vivencias morales y pautas éticas que no sean libre y voluntariamente aceptadas por cada uno de los miembros del colectivo.

Sin más deber absoluto que la protección de los vulnerables y el respeto a la dignidad y voluntad de todos, la sociedad debe abrir un proceso de reflexión, libre y no coaccionado, que pueda ofertar soluciones que sean aceptables sin imposición.

Este es el trasfondo de la IX Jornada de Comités de Bioética de la Comunidad Valenciana que, con el título de La problemática de las decisiones individuales respecto al proceso de muerte, busca intentar incorporar a nuestros planteamientos colectivos la posibilidad de atender las opciones personales, justificadas, libres y que no representen un daño a terceros.

Para alcanzar el objetivo, la Jornada contará con la presencia de D. García Marzá (Universitat Jaume I), M. Correoso (CBA, Médico Atención Primaria), P. Talavera (U. Literaria Valencia), M.A. Broggi (Comité Bioètica de Catalunya), P. Barreto (Universidad de Valencia) y R. Abizanda (Presidente del CBA).

Lugar de realización: Hospital General de Castellón de la Plana
Fecha: 6 de mayo de 2011

Libro. Responsabilidad social: Una reflexión global sobre la RSE

“Responsabilidad Social: una reflexión global sobre la RSE”, coordinado por Juan José Almagro; José Antonio Garmendia e, Isabel de la Torre; prólogo de Ramón Jáuregui. La obra trata de abordar el tema de la RSE desde sus distintas perspectivas, buscando evidenciar la importancia de definir un proyecto de gestión que sea capaz de reunir teoría y práctica. Para ello, trabaja una propuesta que se apoya en entender la gestión de la RSE desde el interior de la organización, que reestructura el modo de entender el organigrama empresarial. Madrid, Prentice Hall, 2009.

Potenciar el tejido asociativo es clave para el desarrollo de la responsabilidad social

Carmen Martí, 10/03/11
“Sólo desde la corresponsabilidad y desde el interés de la sociedad de dotarse de empresas y organizaciones mejores la RSE avanzará como esperamos”. Así lo manifestó ayer José Ángel Moreno, Secretario de Economistas sin Fronteras, quien analizó la necesaria “interacción fecunda” entre empresas y organizaciones cívicas para la RSE en el Seminario de la Fundación ÉTNOR.

Para Moreno, empresas, organizaciones cívicas y ciudadanos se preocupan cada vez más por la RSE, aunque por razones diferentes. Los ciudadanos demandan instituciones más responsables porque empresas mejores generan sociedades mejores. Las Ong´s ven la RSE como fortalecedora de la economía y la sociedad, pero sobre todo como una exigencia de justicia. Por último, las empresas asumen la RSE fundamentalmente por cuatro razones: por convicciones éticas, por puro interés, por presión de organismos públicos internacionales como la ONU o la OCDE, y por presión social.

Moreno centro todo su discurso en esta última, y en la necesidad de vertebrar un tejido civil fuerte y desarrollar un movimiento asociativo potente, “porque es la clave para el desarrollo de la RSE en nuestro país”. “Si las organizaciones cívicas y los ciudadanos no exigimos empresas mejores, no las tendremos”.

Según una encuesta de Pricewaterhousecoopers, los altos directivos no sienten esa exigencia de la sociedad civil, y adoptan la RSE por toda una serie de presiones que van desde la reputación, las tendencias del sector o la demanda de accionistas y empleados, pero no de la sociedad.

“La situación en España del tejido asociativo es comparativamente débil frente a países del entorno”, “tenemos menos asociaciones y también menos voluntarios y socios; acudimos a ayudas puntuales ante emergencias, pero están descendiendo los apoyos estables y, sobre todo, la participación y el asociacionismo”. Para José Ángel Moreno “potenciar el tejido asociativo es una de las vías más potentes para potenciar la RSE”.

Para el experto “la relación entre empresas y organizaciones cívicas es compleja, pero positiva para ambos, y favorece claramente la responsabilidad social”. Una relación que se está intensificando en los últimos años desde las donaciones y colaboraciones hasta proyectos más ambiciosos y estables en el tiempo de asesoramiento a las empresas en cuestiones de RSE o relación con los grupos de interés, voluntariado corporativo, auditoria social y medioambiental externa, o el desarrollo de negocios inclusivos. “Incluso las relaciones más conflictivas son positivas, y las empresas emergen de esos conflictos siendo mejores empresas en todos los sentidos”. “Y una buena empresa, como afirmaba el Nobel de Economía, Amartya Sen, es sin duda un bien público”.

Ayuntamientos Responsables ante la Sociedad

Convencidos de la relevancia creciente de la Responsabilidad Social (RS) como enfoque de gestión para las grandes empresas, ahora se observa cómo las pymes también acogen con gran naturalidad estas prácticas atentas a la sociedad y hacen de ellas incluso un vector estratégico. Hasta existen microempresas absolutamente comprometidas.

Pero el desborde de la RS hacia organizaciones que ya no son grandes multinacionales también ha llegado a organizaciones no lucrativas, como las fundaciones, a organizaciones del conocimiento, como las universidades, y a organizaciones públicas, como los ayuntamientos.

Aún así, no podemos afirmar que esta generalización de la RS hacia todos los sectores sea un progreso falto de dificultades. Si la gran compañía argumentaba que su único objetivo era ganar dinero, importando poco los medios, el sector público considera que un cierto sentido de la responsabilidad ya está implícito en sus valores, de manera que le resultaría redundante gestionar su RS. Craso error.

Siendo éste el punto de vista, la corporaciones locales más proactivas han empezado en estos dos últimos mandatos a fomentar la RS de las empresas, a la vez que notan aún muy limitadamente la necesidad de afrontar la gestión proactiva de su propia RS. Y no sólo para cumplir unas leyes que en ocasiones vulnera (la LISMI como ejemplo) sino para plantearse un modelo con metodología RS.
Modelo propio para las AAPP

Se podría afirmar que la lógica del servicio público es sustancialmente diferente de la actividad privada y que cada organismo público ha sido creado precisamente para hacer frente a una necesidad de la sociedad de forma que en ella misma ya sería una RS. Aun así, el sentido responsable de la función no dice nada sobre la manera como se gobierna una institución. Y hoy pocos afirmarían que las AAPP ya han llegado al final del trayecto en su modelo de transparencia, rendición de cuentas, etc. ¿Qué información tenemos las partes interesadas sobre cómo un organismo público ha satisfecho sus objetivos? ¿Cómo podemos dialogar y pedir aspectos sobre su rendimiento?

La RSA debe llevarse a cabo desde un modelo propio pensado para las singularidades del sector público, lo cual no pide una mera traslación de indicadores empresariales. Si para una empresa su primera responsabilidad es ser sostenible económicamente para poder continuar creando riqueza y puestos de trabajo, para el sector público el reto es poder llevar a cabo sus políticas públicas para lo que hoy en día hace falta ahondar en la efectividad y garantizar su legitimidad. El sector público corre el riesgo de creer, en virtud de su posición monopolística, que tiene garantizada esa legitimidad.

Un ejemplo de práctica donde hay recorrido a hacer sería en la compra pública y subcontratación socialmente responsable, procurando que atienda no sólo a criterios económicos, o que éstos no se limiten al interés del órgano contratante sino de toda la Administración e incluso de toda la sociedad. Muchas AAPP se conforman con llegar al 0’7% para cooperación internacional sin darse cuenta de que con la compra responsable se puede tener un potencial de cambio enorme ya que pueden modificar las condiciones del mercado.

También se puede dar un salto en participación ciudadana, que no se quede en lo formal y en la legitimación de decisiones tomadas, y que parta de la transparencia, más allá de lo puramente mecánico, y de una evaluación profunda de las políticas públicas, que supere la comodidad de una gestión de base presupuestaria que desatiende los impactos reales. En la gestión interna sería conveniente la integración de las prácticas de RS, que no estén desvinculadas de una estrategia de gestión del cambio.

Son algunos puntos de vista que intentan situar la necesidad de una RSA que integre, pero vaya mucho más allá de las prácticas ya conocidas, entendidas como una decisión global que afecta también a la dimensión política y transversalmente a todas las áreas técnicas.


Antes se debe asumir la gestión del cambio como una necesidad y una urgencia

Si no nos lleva a una mejora de la propia cultura organizativa, en un cambio fundamental en nuestro ADN corporativo, este esfuerzo será poco sostenible y decaerá con el tiempo. Más aún, cuando no hablamos tan sólo de incorporar unas determinadas acciones sino de generar un estilo, una transversalidad, una coherencia.
Ante la necesidad del sector público de profundizar en la función adaptativa, la RSA es el motor que puede favorecer que se afronten los nuevos roles de gobernanza pública, que se trabaje por unos territorios socialmente responsables y, en clave más amplia, que se avance en la definición de un nuevo contrato social que renueve la confianza y la asignación de papeles entre las partes.

Artículo Originalmente Publicado en el Periódico Mediterráneo el 27/02/11.

Fomentar la empleabilidad, la clave de la reforma del sistema laboral

Carmen Martí, 25/02/11

La globalización y los nuevos contextos sociales y empresariales plantean una nueva realidad también en el mercado laboral. Los nuevos retos de las normas laborales nacionales escapan a las fronteras de los países, y la maximización de los beneficios del trabajo gracias a la externalización de la fuerza del trabajo necesita soluciones globales de más amplias miras. Desde esta perspectiva global, el Seminario ÉTNOR de Ética Económica y Empresarial se planteó en su 6ª sesión analizar qué es necesario reformar en el mercado laboral para dar una respuesta ética y a la altura de los conflictos internacionales e interrelacionados de la actualidad.

“Nuestras señas de identidad pasan por mantener unos estándares laborales y unos sistemas de protección elevados, que deben estar en equilibrio con la externalización del trabajo en mercados donde estos estándares no son respetados”, afirmó el ponente Ignacio García-Perrote, pues “la convivencia pacífica está basada y sustentada en un trato correcto teniendo en cuenta todas estas diferencias. Es el reto extraordinario de la globalización”.

García-Perrote, Catedrático de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social, destacó que “no hay una solución única”, y que la mejor opción ha de venir de varios frentes: político, legal, sindical, y social. Entre las medidas adoptadas recientemente por el gobierno para paliar los efectos del paro en nuestro país García-Perrote destacó por encima de medidas relacionadas con el derecho laboral “el acceso al crédito, la educación, el protagonismo de la formación para el empleo, la movilidad, fomentar el cambio y la adaptación permanente, las tecnologías de la información, la sociedad de derechos y la flexibilidad”.

Según el experto, tenemos que fomentar el paradigma europeo centrado más “en proteger la empleabilidad, y no tanto el puesto de trabajo”, “hacer todo lo posible porque aquellas personas que pierdan su trabajo encuentren otro lo antes posible, y esto es una cuestión que tiene que solucionarse desde la relación entre las administraciones públicas y la empresa privada”.

García-Perrote habló también de la polémica necesidad de abaratar los costes empresariales de la indemnización por despido para en su lugar invertir en formación e itinerarios laborales que faciliten la rápida vuelta al mercado laboral, tal y como contempla el real decreto de ley 3/2011, porque “el trabajo -destacó el ponente- es una de las principales fuentes de inserción social”. “Aquí no sobra nadie para trabajar si existe un buen mercado laboral y un buen estado de derecho, pero formación para el empleo y empleabilidad son esenciales para nuestro futuro y presente” sentenció.

En definitiva, destacó el ponente, “hay muchas reformas posibles que realizar”, y lo más importante es haber recuperado el diálogo social, porque las soluciones tienen que venir de manera compartida entre todos los interlocutores, pero por encima está “la necesidad de mantener las señas de identidad europeas de protección a los trabajadores y extender la aplicación de estos elevados estándares a todos los países en los que se opera”.

Gestionar la RSE en la Red: herramientas de gestión en un nuevo panorama

Dilnéia Couto, 22/02/11
En este post se intenta realizar unos breves apuntes de cómo se podrían utilizar las nuevas herramientas de gestión que nacen con el desarrollo de las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación). Esto desde una perspectiva que adopta la gestión ética como base para el desarrollo de un plan de gestión de RSE sostenible a largo plazo.

Para ello, se identifican tres herramientas clave en este proceso: la página web; los blogs corporativos (internos y externos) y, las redes sociales.

Página web: la página web de una empresa es una herramienta eficiente que puede facilitar un proyecto de comunicación transparente para la organización. En este sentido, puede servir de plataforma de divulgación de la cultura empresarial, de los compromisos que la empresa asume con la sociedad, de las acciones que está realizando para hacer posible la consolidación de dichos compromisos, de medio de contacto entre los agentes internos y externos a la empresa. Para ello, es necesario definir un profesional capacitado para realizar este trabajo y que pueda servir de agente intermediario entre la empresa y sus públicos externos.

El lenguaje de la red es diferenciado y exige dinamismo para atraer la atención de los públicos, por esto una web multimedia podría ser una táctica de comunicación eficaz en la gestión de la RSE. Sin embargo, la forma no puede jamás sustituir el contenido, pues este el que define las bases de una comunicación responsable.

Blogs Corporativos (Internos y Externos): los blogs corporativos además de ser una herramienta con un coste bastante bajo pueden ser la forma más eficaz de facilitar la comunicación entre los grupos de interés de la organización.

Los blogs internos ayudan a difundir y consolidar la cultura interna; facilitan la comunicación entre los directivos y los empleados; proporcionan agilidad en la divulgación de información (eventos, actividades de formación, reuniones, publicaciones variadas que hará la empresa), pues no se debe olvidar que antes de que la información llegue a los públicos externos los públicos internos deben estar bien informados de lo que hace y comunica la empresa. Ej.: Desarrollar una memoria de sostenibilidad de la organización sin que los empleados sean participes y sepan cuando y donde será publicada es más bien negativo que positivo para la empresa.

Los blogs externos, a su vez, sirven como puente de comunicación entre la organización y los públicos externos. En un proyecto de gestión que entiende la RSE como el punto clave de una buena gestión ética de la organización, estos pueden servir para divulgar información acerca de las políticas medio ambientales y sociales, fomentando el feedback, los públicos externos son agentes que si se sienten participes del proyecto empresarial pueden ayudar en el control del bien hacer de dichas políticas empresariales. Fomentar su participación en los blogs corporativos es esencial, pues la comunicación en la red es ‘por definición’ transversal, es decir no basta con que se divulgue información relativa a la empresa sin promover un espacio de participación efectiva.

Redes Sociales: Crear un perfil en una red social y publicitar ‘las maravillas’ que hace la empresa no es el objetivo de un plan de gestión de la RSE que inserta los medios no-convencionales en su plan de medios.

Las redes sociales pueden servir de plataforma de divulgación informativa de la empresa que no es sólo información publicitaria, pero también informaciones relacionadas a cambios internos, problemas detectados y las soluciones que se han dado para su resolución, futuros proyectos que serán aplicados en el plan social y medio ambiental, atendimientos variados a los públicos ‘consumidores’, etc.

Insertar la red en el plan de gestión de la empresa es una tarea que exige entender la comunicación de una forma integral, dinámica y sobretodo ‘transversal’.

Propuestas para cambiar el paisaje [PARTE II]

En la entrada anterior he realizado un análisis crítico de la situación de la RSE después de una década de su surgimiento y desarrollo. Después de vislumbrar este paisaje, que para nada parece alentador ni optimista, propongo algunas salidas al problema apuntado: posibles iniciativas que creo que ayudarían a mejorar la práctica de políticas de RSE serias y capaces de ir más allá del maquillaje.
Iniciativas que apuntan a repensar el terreno del necesario debate de la RSE. No tanto para enredarse en un creciente barroquismo (tan querido de los que buscan medrar al calor de su complejidad), cuanto, simplemente, para regular con mucha mayor firmeza y claridad unos pocos aspectos esenciales: por ejemplo, la forma como se gobiernan, operan e informan las empresas.
Cómo se gobiernan: porque la empresa sólo integrará realmente los intereses de sus grupos de interés en su estrategia (y en eso consiste la RSE) cuando éstos se integren consistentemente en su sistema de gobierno. Sólo la empresa que asuma esta (paulatina) inclusión, dejando de estar imperialmente regida por algunos accionistas y por la máxima dirección, estará en condiciones de poder ser una empresa socialmente responsable. Y no es -como muchos defienden- el objetivo último e idílico al que se aspira en el horizonte -nunca alcanzable- del camino, sino un prerrequisito previo e imprescindible para la responsabilización.
Cómo operan: porque muchas implicaciones sociales no reguladas de la forma en que producen y comercian las empresas no pueden ser dejadas al albur de la voluntariedad empresarial. Muy especialmente, todo lo que se refiere a la generalización absoluta de condiciones laborales dignas y al cumplimiento riguroso de los derechos humanos básicos. Exigencias incondicionales que deben extenderse en las grandes empresas a toda la cadena de valor y a la operativa en países en los que la legislación es insuficiente o, aunque exista, no se cumple. Algo que, como vienen reclamando muchas organizaciones cívicas desde largo tiempo atrás, sólo puede ser corregible con una regulación obligatoria de carácter internacional impulsada por Naciones Unidas y que todos los Estados de origen de las empresas tengan la obligatoriedad de imponer a sus empresas donde quiera que operen.
Cómo informan: porque, por encima de la polémica sobre la posible obligatoriedad de los informes de RSE para determinados tipos de empresas (que, desde luego, defiendo), lo que verdaderamente importa es que las empresas no distorsionen ni oculten información significativa en los documentos que -obligatoria o voluntariamente- generen. Algo que exigiría extender criterios similares a los aplicados a la información financiera a toda la información adicional (y también a la de RSE) que publique institucionalmente la empresa. Es decir: criterios mínimos de información (que necesariamente deben respetarse de forma que la información sea evaluable de forma objetiva), auditoría externa obligada (pero auditoría real, no las amables verificaciones habituales en los informes de RSE) según criterios públicos y penalización legal en caso de descubrirse que la empresa ha manipulado u ocultado información relevante. Sólo así, de paso, podría superarse el estomagante tono publicitario y la muy baja calidad de tantos informes de RSE.
Creo que no somos pocos los que desearíamos que ese imprescindible (e inevitable) debate público sobre la RSE no dejara de lado este tipo de preocupaciones. Pero no deberíamos olvidar que eso es algo que dependerá decisivamente del interés (y de la corresponsabilidad) de la sociedad por tener empresas mejores y más responsables: es decir de la fuerza de los contrapoderes (viejos y nuevos) que, frente al poder empresarial, sepa construir la sociedad. Si la RSE consiste en esencia en la respuesta equilibrada que la empresa ofrece a las demandas de sus diferentes grupos de interés, sus avances dependerán inevitablemente de que esos grupos de interés se doten de la capacidad de presión necesaria para equilibrar la posición con que la empresa negocia con cada uno de ellos. Sólo así, como ha demostrado abrumadoramente la mejor teoría económica, se puede reducir el grado de dominación en el mercado y el nivel de imperfección de la competencia: algo que tiene mucho que ver con la RSE. Por eso, cada día que pasa comparto con más firmeza el convencimiento de que una de las medidas públicas más eficaces para intensificar y extender la RSE es fortalecer el tejido cívico de la sociedad.

Regulación y contrapoderes: nada nuevo, decíamos; una muy vieja canción. Una canción, sin embargo, que no es de otro tiempo: que recuerda el carácter eminente e inevitablemente político y social de la RSE. Es la poco original y un tanto escéptica lección que a algunos nos queda de una década de la que se esperaba mucho, y en la que probablemente no poco se ha avanzado, pero que finaliza dejándonos un embarazoso aroma de melancolía, una inocultable insatisfacción y una lacerante sensación de frustración.

Artículo Originalmente Publicado en Diario Responsable el 3 de febrero de 2011.

RSE: Paisaje después de una década [PARTE I]

Cuando acabamos apenas de sortear el quicio final de un desquiciante 2010, la filosofía de la responsabilidad social empresarial (RSE) cumple casi una década de aplicación sistemática en muchas empresas de nuestro país. Y unos pocos años más en los países más adelantados en este terreno (que son los más desarrollados). Un tiempo que debería ser suficiente para que los resultados, inevitablemente lentos y paulatinos, empezaran a dejarse notar de una manera ya suficientemente perceptible. En todo caso, un tiempo apropiado para hacer balance.
¿Cuál es el saldo de este balance? No es fácil concretarlo. Sin duda, se han producido muchos avances. Avances quizás que muchos no sospecharían diez años antes: estructuras organizativas ya muy consolidadas en muchas empresas, formalización de políticas, códigos de gobierno y de conducta, informes de RSE y procedimientos de verificación, sistemas de diálogo con grupos de interés, desarrollo de políticas más avanzadas de acción social, incluso progresivo (aunque todavía epidérmico) contagio de la RSE en todos los ámbitos de la actividad…
¿Deberíamos entonces los partidarios de la RSE sentirnos satisfechos? ¿Optimistas, al menos, ante las perspectivas de un futuro crecientemente halagüeño para estas ideas? Es posible: yo, ciertamente, no lo rechazo, pero tampoco acabo de estar completamente seguro. Es verdad que hay motivos para pensar que bastante se ha mejorado, pero quizás haya muchos más para pensar lo contrario. En todo caso, creo que no está demás contemplar la década pasada con una -siempre necesaria- perspectiva crítica: una perspectiva que es también autocrítica respecto de lo que muchos hemos venido defendiendo y en lo que hemos venido creyendo, a veces, quizás, demasiado ingenua o complacientemente.
Por una parte, y pese a todas las excepciones que puedan hacerse, la RSE no acaba de superar una limitación decisiva: sigue sin llegar de forma significativa a las pymes, que constituyen la inmensa mayoría del tejido empresarial. La cuestión de la RSE es todavía una cuestión marcadamente minoritaria y acentuadamente focalizada en la gran empresa.
Pero incluso en este ámbito no deja de ser algo todavía periférico: aún en el colectivo mucho más restringido de las grandes empresas aparentemente preocupadas por la RSE, el balance dista de ser nítidamente positivo para quien lo contemple con una sana mirada objetiva. ¿O es que, pensando a calzón quitado, nos sentimos capaces de afirmar sinceramente que, tras una década de esfuerzos, la gran empresa es, de verdad, más responsable?; ¿es que ha cambiado realmente sus criterios y pautas de comportamiento?; ¿es que ha integrado con autenticidad la responsabilidad social en su estrategia, en sus sistemas de gobierno, en sus modelos de negocio, en sus políticas de relaciones laborales, en su transparencia y en su sensibilidad hacia los intereses de todos aquellos a quienes, directa o indirectamente, su actividad afecta?; ¿es que contempla con franqueza la RSE como un ineludible criterio de calidad integral imprescindible para la mejora de la competitividad?
Lo que la realidad nos sigue evidenciando con terca tozudez en no pocos casos es que la RSE sigue siendo para muchas empresas una cuestión, en el fondo, básicamente de imagen y de reputación. Una cuestión a la que, ciertamente, bastantes empresas dedican ya presupuestos y esfuerzos considerables, para la que implementan políticas crecientemente sofisticadas y en la que se comprometen con todo tipo de acuerdos. Pero muy frecuentemente sin sobrepasar la esfera de lo simplemente formal, con una empalagosa instrumentalización y limitando en la práctica la actuación a ámbitos relativamente marginales de la gestión.
Y lo que es peor: políticas y compromisos que, en demasiadas ocasiones (repetimos: no siempre), se establecen y de los que se presume al tiempo que se sigue manteniendo una perspectiva esencialmente cortoplacista, se siguen minusvalorando los problemas que la actividad genera en el entorno, se siguen despreciando (o tratando de trasladar al conjunto del sistema) buena parte de los riesgos potenciales y se sigue supeditando el interés de todo grupo de interés a la persecución del beneficio puro y duro. El año que acaba de finalizar nos deja, en este sentido, jugosos ejemplos: desde los comportamientos de algunas de las entidades financieras más responsables de la crisis hasta el desastre de BP en el Golfo de México.
Sin duda, se pueden (y se deben) hacer muchas excepciones, pero mucho me temo que la oscura realidad apuntada no es una simple distorsión provocada por un pesimismo exagerado. Es el paisaje después de una batalla en el que -como en la desasosegante novela de Juan Goytisolo cuyo título parodia el de este modesto artículo- domina sobre todo una gran contradicción: la RSE parece -tanto en el campo académico como en el empresarial- cada día más claramente vencedora; pero pocas veces como en el final de la década pasada hemos podido ser testigos de mayor irresponsabilidad en la gestión empresarial (incluso entre empresas que hacían pública -y bien publicitada- fe de responsabilidad social).
No es posible, en este sentido, olvidar el trasfondo general del tiempo en que vivimos y la durísima enseñanza de la crisis en la que permanecemos encenagados. Una crisis que marca nuestra experiencia vital y que obliga a repensar radicalmente muchas ideas (y desde luego, en el campo de la RSE). Una crisis generada y extendida en buena medida por grandes empresas (algunas, con elegantes políticas y sistemas de gestión y espléndidas evaluaciones de RSE), agravada por los recursos públicos que ha sido necesario destinar para evitar el hundimiento de esas grandes empresas y agudizada hasta lo impensable por las actuaciones que muchas de esas mismas empresas han venido manteniendo después.
No es posible, así mismo, olvidar que, tal como la crisis ha mostrado (una vez más), muchos de los aspectos valorados para calibrar la responsabilidad social de las empresas no son más que elementos (¿ornamentos?) complementarios de importancia secundaria, que pueden ser perfectamente asumidos en medio de comportamientos de una flagrante irresponsabilidad social.
No es posible, igualmente, olvidar la responsabilidad de las grandes empresas en el modelo socio-económico que, con carácter general, se está arbitrando como presunta solución frente a la crisis: ¿o es que no tienen estas poderosas entidades ninguna influencia en la creciente desigualdad que se está generando en las economías occidentales -y claramente también en la española- y en la distribución de esfuerzos necesarios para costear una crisis provocada por unos (muy pocos), pero pagada (muy duramente) por la inmensa mayoría?
Como tampoco es posible, finalmente, olvidar que -como muchos expertos vienen sosteniendo- la RSE no es independiente de las tendencias generales de la política económica: y que la irrefrenable tendencia a la desregulación (pese a las promesas iniciales tras el desencadenamiento de la crisis) y el consiguiente fomento del cortoplacismo genera barreras y limitaciones poderosas para el progreso de la RSE (cuando no incentivos difícilmente rechazables a la irresponsabilidad).
Es un contexto en el que a algunos se nos hace crecientemente difícil resaltar sin más los indudables avances en la RSE: porque, aún reconociéndolos, la irresponsabilidad dominante pesa cada vez más; y porque sería también irresponsable no recordar permanentemente las penalidades que algunas empresas han provocado a tanta gente inocente.
Un contexto, por eso, en el que no puede extrañar que vuelvan a tomar fuerza las voces que reclaman que el único remedio eficaz frente a ese tipo de comportamientos radica en una agenda pública de impulso de la RSE mucho más activa y compulsiva y en una regulación y una supervisión consiguientemente mucho más estrictas. Una reclamación que, ante la evidencia de los hechos, quien esto escribe no puede dejar de compartir. Y no sólo en cuanto a la conveniencia de iniciativas de fomento público de la RSE, sino también en cuanto a la necesidad inevitable de medidas regulatorias para evitar o penalizar comportamientos empresariales gravemente nocivos para la sociedad. Es decir, para reducir significativamente el margen de libertad de la gran empresa de forma que no pueda seguir imponiendo tan impune e irresponsablemente sus objetivos.
Nada nuevo en el fondo: es la idea que nutrió el movimiento inicial por la RSE. Es también la conclusión a la que, tras no pocos rodeos, está llegando un número creciente de expertos: el convencimiento de que, por encima del eterno debate bizantino sobre la voluntariedad de la RSE, es la regulación el factor que más la impulsa en la práctica.
Artículo Originalmente Publicado en Diario Responsable el 3 de febrero de 2011.