El acceso a las lenguas de signos como lenguas de herencia: un mecanismo de resistencia frente a la supremacía del oralismo

Stéphanie Papin

El 95% de las personas sordas han nacido en familias oyentes no signantes, y a su vez, el 90 % de los hijos e hijas de padres sordos son oyentes. Así, la competencia lingüística transmitida puede variar y existe un continuo que abarca desde signantes con fluidez hasta personas que apenas manejan una lengua de signos. Esa realidad se debe no solamente a la cantidad y la calidad de los inputs lingüísticos recibidos que condicionan la adquisición de la lengua de signos, sino también al proceso de identificación a la lengua y cultura de herencia clave para su desarrollo.

El mantenimiento y desarrollo de lenguas minoritarias en contextos de diglosia han motivado los estudios sobre las ‘lenguas de herencia’. Las conforman las lenguas originarias aniquiladas por el colonialismo y las lenguas de la inmigración minorizadas por una marginación y estigmatización social. Las lenguas de signos se encuentran en esa intersección: su prohibición durante un siglo en Europa refleja el `drama lingüístico´ de las lenguas autóctonas, y, como los descendientes de colectivos migrantes, los hijos e hijas oyentes de padres sordos son expuestos a la asimilación en la comunidad lingüística y cultural mayoritaria. Además, se enfrentan a las perspectivas hegemónicas y médicas que conciben las lenguas de signos como el estigma de la discapacidad. Los hijos e hijas oyentes de padres sordos que adquieren una lengua de signos cuestionan entonces el concepto de sordera como deficiencia que necesita remediación ya que se inscriben en un grupo particular que comparte una lengua y una cultura. 

El análisis de narrativas de signantes de herencia habituados a la negación y desprecio de su primera lengua nos revela que sus representaciones mentales en cuanto a la lengua de signos, su visión cultural personal y su identificación con la comunidad lingüística son factores que operan en el proceso de la adquisición de la lengua de signos como lengua de herencia minorizada. El aprendizaje formal de una lengua de signos dispara un proceso de concienciación y resignificación permitiendo adoptar un enfoque sociolingüístico que considera la lengua de signos como patrimonio principal y así empoderar a la persona a través de la lengua que encarna la cultura de su familia.  Las metodologías de enseñanza de la interculturalidad señalan que la conciencia de la propia naturaleza multilingüe y multicultural de las competencias debe ser acompañada y estructurada, ya que no es automática. Las respuestas de signantes de herencia en Francia que han experimentado la opción “Lengua de Signos Francesa” en el bachillerato comprueban el impacto de ese dispositivo institucional con respecto al entendimiento y la valorización de su cultura de herencia e identidad. Una de las dimensiones fundamentales de la planificación lingüística es la transmisión de la lengua y la valorización de la cultura e identidad relativas a ella. Por eso, debería incluir el acceso a la lengua de signos como lengua de herencia ya que mejora el sentido subjetivo de la identidad personal de los signantes de herencia y la asignación funcional de sus códigos lingüísticos.

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