La confianza en la industria farmacéutica

Parece que negocio y salud son dos conceptos difíciles de integrar. En el caso de la industria farmacéutica esta dificultad radica en que no se produce un bien privado, sino un bien público: la salud.
Para complicar aún más la cuestión, la reputación del sector se ve dañada por diversos escándalos que saltan a la esfera pública, como por ejemplo: las enfermedades ad hoc – para las que tenemos el medicamento y nos falta la enfermedad -; la relación entre las patentes y los países en desarrollo, el problema del sida en África, la opacidad de muchas de las investigaciones, etc. Todas estas cuestiones construyen un clima de desconfianza, producen una erosión continuada de la confianza por parte no solo de los consumidores, sino también de las propias administraciones y, sobre todo, de la opinión pública. La industria farmacéutica tiene problemas de credibilidad, su legitimidad siempre está puesta en duda, y por lo tanto necesita emprender un gran esfuerzo para poder hacer frente a este reto que es la perdida continuada de confianza.
Dos razones básicas impulsan la desconfianza por parte de la opinión pública. La primera, es el gran poder que tienen estas compañías. Un poder difícil de concretar y, por tanto, de controlar. No sabernos ni quién, ni dónde, ni el por qué se toman unas decisiones que van a afectar a todos los ciudadanos. La segunda hace referencia directamente a la ética, pues este poder no está, ni muchos menos, a la altura de su responsabilidad. Si la responsabilidad tiene que ser proporcional al poder, es normal que la sociedad civil desconfíe de un sector que no se caracteriza precisamente por la transparencia.
¿Cómo pueden entonces las industrias farmacéuticas recuperar la confianza del público en el sector? Desde la ética empresarial entendemos que existen tres pasos básicos que estas empresas deberían dar en la dirección de un nuevo diseño institucional capaz de gestionar y recuperar la confianza necesaria para que tanto la sociedad como el mercado vuelvan a confiar en su, hoy más que nunca, necesaria contribución.
El primer paso se centra en la gestión ética de esta responsabilidad. Recordemos que la responsabilidad se refiere a la capacidad de respuesta que tiene la empresa frente a los diferentes grupos de interés. En este sentido, una industria es responsable cuando es capaz de responder de aquello que se espera de ella, cuando es capaz de integrar el beneficio económico con el social y el medioambiental, cuando es capaz de atender a todos los intereses en juego. Gestionar esta responsabilidad desde un punto de vista ético, esto es, desde el compromiso de la empresa y no sólo desde su instrumentalización, implica primero que todo definir cuáles son estos compromisos en un código ético que, como documento formal, presente el carácter de la empresa, su apuesta por la responsabilidad en este caso.
En segundo lugar, debe comunicarse el cumplimiento alcanzado de estos compromisos públicos. Nos referimos a los llamados informes de responsabilidad social o informes de sostenibilidad, que siguiendo una metodología específica, informan de todo aquello que la empresa ha aportado a la sociedad. Pero estos informes pueden servir también para ocultar la realidad y, por desgracia, la injusticia.
De ahí que el tercer paso en esta progresiva generación de confianza lo constituyan los Comités de Ética y Responsabilidad Social Corporativa (CERSC). La idea que desarrollamos desde la ética empresarial es que en la elaboración de estos informes de responsabilidad social, se incorpore la participación de los diferentes grupos de interés. De esta forma, los diferentes stakeholders no son simplemente grupos de receptores pasivos de una información elaborada y preparada de antemano, sino que puedan de alguna forma intervenir tanto en la aportación de información, como en la elaboración de la misma, así como en el seguimiento y control de toda esta comunicación.
Por último, siempre debemos recordar que responsabilidad significa siempre co-responsabilidad. Si queremos recuperar la confianza en un sector clave para el desarrollo social debemos implicar también en esta mejora a las administraciones públicas, como primeros clientes, así como a las asociaciones de consumidores, profesionales sanitarios, etc. Es muy difícil que estas empresas puedan generar confianza si no se trabajan estas tres ideas: los códigos, las memorias y los comités de ética.
Publicado en el Periódico Mediterráneo el 28/11/10

La gestión ética de los territorios

 La gestión de un territorio está relacionada a numerosas cuestiones, algunas de ellas de corte político y económico. Y, por esto, una reflexión profunda exige definir un horizonte de actuación que ayude a analizar si se está avanzando o retrocediendo en la aplicación del modelo de gestión elegido. En este sentido, si queremos pensar en el futuro de nuestro territorio haría falta una nueva alianza entre la administración pública, las empresas y la sociedad civil. Una alianza que sea capaz de frenar esta peligrosa tendencia de desmoralización de la vida pública. Y alcanzarla depende del protagonismo de la sociedad civil que es decisivo en la promoción del cambio.

Actualmente la situación de crisis económica por la que pasan las sociedades – y se refleja principalmente en los ámbitos locales – parece ser el punto de partida de los problemas políticos y sociales que se están viviendo. Sin embargo, el proyecto de repensar nuestras sociedades exige asumir una crisis de sentido de la democracia, de su legitimidad, la cual se fortalece en función de una percepción social de que la política está en manos de la economía lo que genera una crisis de confianza de las personas en sus representantes. A su vez, también una crisis social que se presenta a través de la atomización social que se vive en nuestras sociedades, en donde el individualismo y el egoísmo son los protagonistas de nuestras actuaciones. No se debe olvidar que la economía está relacionada intrínsecamente con la política y la política con la sociedad.

Por esto, para llevar a cabo una propuesta de desarrollo para nuestros territorios es importante empoderar a las personas y a las instituciones. Se trata de otorgarles poder para que se hagan responsables de parte de la vida pública y protagonistas de sus propios proyectos de vida. Previamente conviene pues tener en cuenta que, a diferencia de lo que se suele pensar, la responsabilidad pública y la responsabilidad estatal son dos ámbitos distintos y, los políticos no son los únicos responsables del ámbito público. La gestión de lo público es responsabilidad de los políticos, sin embargo la sociedad es responsable de la toma de decisión de como es la ciudad que se quiere construir. En otras palabras, cómo es la ciudad en la que quiere vivir.
Siendo así, se intentará explicar la aportación que se pretende hacer a través de una metáfora que es la de la construcción de la casa, ésta entendida como espacio común de convivencia. Para ello, la argumentación que sigue se dividirá en seis pasos. Un primer paso es preguntarse sobre qué tipo de casa se quiere construir. Y la respuesta podría ser que queremos una sociedad que sea capaz de generar las posibilidades para que todos puedan llevar a cabo su proyecto de vida buena dentro de ella, lo que se entendería como una sociedad justa.
El segundo paso es elegir dónde queremos construir, y es el momento de definir una apuesta fuerte por lo local, y preguntarnos qué están haciendo los organismos estatales y los empresarios para potenciar la edificación de las ciudades.
El tercer paso requiere definir las bases de la casa, que serán los valores morales que sean compartidos, como: la inclusión, la participación, la reciprocidad y la responsabilidad. Una estructura que debe ser fuerte y bien definida con bases sólidas para que sea posible sostener las estructuras que se construirán a continuación.
Un cuarto paso implica elevar los pilares de sostén de la casa, que no son más que las instituciones pensadas y diseñadas desde los siguientes principios: transparencia y control de las actividades, apertura al diálogo con la sociedad mediante mecanismos concretos que fomenten y permitan la participación activa de la sociedad.
Un quinto paso implica la construcción de las paredes de la casa, y aquí nos referimos a la ética profesional, es decir a la responsabilidad que tenemos como profesionales de las diversas áreas. Considerando que el hacer bien nuestro trabajo es colaborar directamente en lo público.
Y, finalmente, tendremos que techar la casa y aquí es donde situamos la educación. Esta es la condición para que construyamos nuestro carácter, pues uno no nace sabiendo ser un buen ciudadano. La educación es la única capaz de transformar este ciclo vicioso entre la economía, la política y lo social en un ciclo virtuoso. Todo ello, siempre considerando que la base de nuestra construcción son los valores morales compartidos y que, sin ellos, la cimentación de nuestra casa –nuestro territorio – será muy difícil de conseguir.

García-Marzá es catedrático de Ética Empresarial de la Universitat Jaume I y director de proyectos de la Fundación Étnor
Artículo publicado en el periódico Mediterraneo el 25 /04/10

García-Marzá: «Es necesario gestionar la ética para frenar la erosión continuada de la confianza en las farmacéuticas»

 El pasado lunes 8 de noviembre tuvo lugar en la Llotja del Cànem en Castellón la mesa de debate “La industria farmacéutica, hoy”, que forma parte del Club de Debate organizado por el programa Campus Obert de la Universitat Jaume I.
En la ocasión han intervenido: Domingo García-Marzá, Catedrático de Ética de la Universitat Jaume I; José Eduardo Clérigues, director general de Farmacia y Productos Sanitarios de la Generalitat Valenciana; Paloma Fernández Cano, responsable de Relaciones Institucionales de MSD -Merk Sharp & Dohme- en la Comunidad Valenciana y, Luís Lizán, profesor asociado de la UJI y coordinador del Máster Universitario de Investigación en Atención Primaria. La moderación estuvo a cargo de Carmen Tomás, periodista del periódico Mediterráneo.
Entre los temas más destacados por los ponentes estuvo la cuestión de la gestión de las industrias farmacéuticas y sus retos ante las nuevas exigencias políticas y sociales. Una temática que, desde el punto de vista de la ética, fue abordada por García-Marzá. En su intervención, el catedrático de ética de la Universitat Jaume I destacó la necesidad que tiene hoy en día toda empresa de gestionar la ética para generar confianza. Por ese motivo, es importante que la industria farmacéutica emprenda un proyecto sólido de responsabilidad social empresarial que sea capaz de superar la actual “erosión continuada de la confianza” en la cual está cada vez más inmersa.
En este sentido, García-Marzá destacó tres importantes pasos que deben ser dados para la implementación de un proyecto de gestión ética y responsable de las organizaciones. El primero de ellos sería la “mejoría de la responsabilidad de las propias empresas”. El segundo paso gira en torno al tema de que “la transparencia es fundamental”, y “es directamente proporcional a la confianza”. Y, el tercer paso sería la implementación de una propuesta de gestión que tuviera en cuenta “la idea de trabajar empresas abiertas que son capaces de trabajar en corresponsabilidad, por ejemplo, con la propia administración pública, con las universidades, con asociaciones de consumidores, con hospitales, etcétera.”
Para finalizar, García-Marzá puntualizó “combinar negocio y salud es posible, pero para que estas empresas lo puedan hacer de forma responsable requieren también de la colaboración de las administraciones y de la sociedad civil”.

La integración de colectivos vulnerables, responsabilidad de la empresa

Carmen Martí, 30/09/10
 Domingo García-Marzá, Patrono y director de proyectos de la Fundación ÉTNOR, ha abierto hoy la VI Jornada de Empleo e Inmigración de Cruz Roja con una conferencia marco sobre la Ética y la Responsabilidad Social desde la perspectiva de la integración de los colectivos vulnerables.
Fernando del Rosario, Presidente de Cruz Roja en la Comunidad Valenciana, ha destacado durante la inauguración la “importancia de la dignidad de las personas y del trabajo como uno de los pilares fundamentales para el reconocimiento y la autoestima”. “La falta de empleo –ha afirmado- es una de las principales causas de exclusión social”.

Domingo García-Marzá, Catedrático de Ética empresarial, ha destacado la importancia de aclarar conceptualmente de qué estamos hablando cuando hablamos de ética, responsabilidad social y acción social para evitar, ha dicho, “la demagogia política y usos fraudulentos de los conceptos”, ya que no son lo mismo.

Muy resumidamente ha destacado que “la ética es el carácter de la empresa, como es y se comporta”; la responsabilidad social tiene que ver con “cómo obtiene el dinero, y es parte pero no todo de la ética”; y la acción social es lo que la empresa hace con parte del beneficio ganado, “y es una parte de la RSE, pero no la más importante”.

Esta distinción es fundamental, ha afirmado el Catedrático, “porque si hablamos de integración de colectivos vulnerables en la empresa como acción social, por ejemplo, a través de donaciones, es una cuestión voluntaria, pero si lo entendemos como parte de la responsabilidad de una empresa, entonces pasa a ser una cuestión exigible, una obligación moral”.

El profesor, quien además es Director del Observatorio de Ética y Responsabilidad Social de la Comunidad Valenciana –ERSE-, ha adelantado algunos datos de la segunda edición del estudio que se presentará en los próximos meses. Según los datos del ERSE´09, los empresarios perciben que en la Comunidad Valenciana la integración de colectivos desfavorecidos no es una práctica muy extendida, y está muy por detrás del resto de prácticas analizadas en el Índice de Responsabilidad Social, opinando los empresarios entrevistados que las empresas no toman las medidas oportunas para integrar a estos colectivos. “Hay que convencer a nuestras empresas de que la gestión de la diversidad no es un pasivo para la empresa”, ha sentenciado García-Marzá, “y seguir trabajando en forma de alianzas entre empresas, administraciones y tercer sector”.

Responsabilidad social, algo más que acción social

20/09/10, Domingo García-Marzá.

 De una forma cada vez más extendida en nuestro sector empresarial, no así en la ciudadanía, tiende a verse la Responsabilidad Social Empresarial como el acontecer de acciones exclusivamente filantrópicas y altruistas con las que la empresa devuelve a la sociedad parte de los recursos prestados. Por lo general, estamos ante acciones destinadas a actividades sociales y culturales, al desarrollo humano y a la mejora del entorno social y medioambiental, cuya implementación es posible gracias a la aportación de una parte del beneficio económico generado o de los recursos disponibles. Pero este altruismo, siempre bienvenido, no debe identificarse con la responsabilidad social, con aquello que la sociedad espera de la empresa. Se trata de dos conceptos diferentes cuya confusión está llevando a que muchas empresas realicen actividades que pueden resultar contraproducentes para sí mismas a pesar del coste y esfuerzo invertido, además de generar desconfianza en la sociedad.

Cuando hablamos de responsabilidad social no hablamos sólo de filantropía, a la que también incluye. Cuando hablamos de responsabilidad hablamos de cómo la empresa responde de las exigencias legítimas que los diferentes grupos de intereses implicados en o afectados por su actividad han depositado en ella. Existen grupos internos, como trabajadores, directivos, accionistas, etc. Y, por lo tanto, una responsabilidad interna que afecta a beneficios, salarios, seguridad laboral, formación, etc. Y existen grupos externos como la comunidad en la que se inserta la empresa, la administración, etc. Hace muy poco tiempo se pensaba que las empresas alcanzaban credibilidad social, justificaban su actividad, sólo con maximizar el beneficio económico y cumplir con la legislación vigente. Sin embargo, actualmente la sociedad, los diferentes actores de la actividad empresarial, exige algo más, y ese algo más es lo que hoy ha quedado englobado dentro del concepto de responsabilidad social. En este sentido, la responsabilidad social consiste en la integración voluntaria de los temas sociales y medioambientales junto con los económicos. Es decir, una empresa responsable es aquella que se gestiona de manera sostenible, buscando el acuerdo de sus grupos de intereses e integrando en su gestión estos tres campos de actuación.

Estamos, pues, ante dos cuestiones relacionadas pero diferentes. Con la responsabilidad social, nos preguntamos por el cómo se han producido los beneficios y para quién son. Con la acción social, nos estamos preguntando qué hace la empresa con una parte de los beneficios alcanzados en el desarrollo de su actividad económica. Se trata de acciones filantrópicas dirigidas a la mejora del entorno natural y al desarrollo humano y social, actividades importantes y muy loables que son concretadas directamente por la propia empresa o indirectamente a través de organizaciones cívicas y solidarias. La acción social es parte de la responsabilidad social, de la ciudadanía corporativa, si así queremos llamar a la responsabilidad, pero no debemos confundir el todo con una de sus partes. Muchas veces tal confusión esconde la intención de ocultar acciones claramente irresponsables en el interior de la empresa al cubrirlas con el manto de la acción social. En este sentido, decimos que la ética se utiliza para “lavar más blanco”. Sin embargo, tales estrategias suelen acabar produciendo lo contrario de lo que pretendían, esto es, sólo reportan descrédito y desconfianza.

De hecho, uno de los resultados más significativos del Observatorio de Ética y Responsabilidad Social de la Comunidad Valenciana (ERSE-O6) realizado por la Fundación ETNOR, trata precisamente de esta diferenciación. Ante la pregunta “Qué cree que es la Responsabilidad Social Empresarial”, los directivos y empresarios respondieron en un 69,4% que “las empresas se preocupen por el impacto que su actividad tiene en la sociedad” y sólo en un 4’8% que “las empresas realicen acciones sociales”, alcanzando esta respuesta un escaso 11,4% cuando preguntamos a trabajadores, clientes y opinión pública en general. En definitiva, ni la empresa ni la sociedad confunden de hecho responsabilidad social con acción social.

En resumen, si queremos estar de acuerdo con aquello que se espera de la empresa, si queremos generar reputación y confianza, es necesario diferenciar y no confundir ambos conceptos, más aún ante la actual coyuntura de crisis económica. Es mejor dar los pasos convenientes hacia la responsabilidad social y comunicarlos a todos los grupos de intereses, buscando el diálogo y la aceptación. Entre estos pasos se encuentra la acción social. Pero ésta sólo será efectiva si forma parte de un conjunto más amplio de acciones que denominamos responsabilidad social. El gran reto pendiente para nuestras empresas es la comunicación de la Responsabilidad Social, de las acciones que están realizando y en la mayoría de las ocasiones no llegan a la opinión pública. Sólo desde esta comunicación, puede la acción social ser vista y apreciada como parte de la responsabilidad de la empresa.

Domingo García-Marzá cree necesarias las alianzas entre admistración pública, empresas y sociedad civil

06/03/10, Patrici Calvo.
Conferencia ofrecida en la Universitat Jaume I el 20 de enero de 2010, durante el trascurso del «I Congreso Abierto y Virtual Castellón 2020».

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«La idea que quiero mostrar es que si queremos pensar en el futuro de nuestros territorios, de nuestras ciudades y municipios, hace falta establecer una nueva alianza entre los ayuntamientos -la administración pública-, el sector económico empresarial, y la sociedad civil. Sólo desde esta nueva alianza es posible pensar en un futuro donde se detenga esta peligrosa pendiente que es hoy la desmoralización de la vida pública»

La Responsabilidad Social de las empresas sanitarias: algo más que Acción Social.

(Conferencia ofrecida en Valencia el 27 de noviembre de 2009) Para desarrollar el tema propuesto, voy a intentar seguir tres pasos. En primer lugar ofreceré algunas ideas teóricas sobre Responsabilidad Social que creo necesario tener en cuenta. En segundo lugar mostraré los resultados de la investigación que ha llevado a cabo la Fundación Étnor sobre el estado actual de la Responsabilidad Social en las empresas valencianas, una investigación pionera en España y que vamos realizando cada tres años para la Conselleria d´Economia de la Generalitat. Finalmente, en tercer lugar lanzaré algunas propuestas sobre cómo podemos mejorar precisamente la actual situación de la Responsabilidad Social en nuestra Comunidad, tanto en lo referente a nuestra administración pública como también a la Sociedad Civil.
Dentro del primer paso, la primera idea que quiero destacar es que la responsabilidad Social, lo que sea, está claro que es una acción voluntaria. Este es un matiz importante que fue muy discutido en su momento. Como es bien conocido, la Responsabilidad Social no es algo nuevo. Sus temas llevan trabajándose desde hace muchos años. Sin embargo, dieron un giro radical tras la cumbre de Lisboa de 2001 y la elaboración de Libro Verde. Precisamente, una de las grandes discusiones que tuvimos en su presentación, ya que tuve la ocasión de participar en ella, fue si éste debía convertirse en ley o quedar simplemente en una acción voluntaria. En mi opinión, en este sentido la Responsabilidad Social está bien como está. Hemos de entender que se trata de acciones voluntarias porque son parte de los mecanismos de regulación de la acción de la Sociedad Civil. Por supuesto, esto no impide que el Estado avance en su legislación y regulación y vaya integrando estas cuestiones, pero hemos de tener claro que las cuestiones éticas son siempre voluntarias y, por tanto, no pueden tener una coerción externa, como sí la tiene el derecho. Por consiguiente, la voluntariedad es una de las ideas básicas al hablar de Responsabilidad Social.
La segunda idea básica que me gustaría dejar clara es que no debe confundirse Responsabilidad Social con Acción Social, dos conceptos diferentes cuya confusión está produciendo que algunas empresas lleven a cabo actividades que pueden resultar incluso contraproducentes para sí mismas.
La Responsabilidad Social es aquello de lo que debe responder la empresa, las instituciones o la administración ante al sociedad. Pero la pregunta que subyace de tal afirmación es de qué. Hace muy poco tiempo se pensaba que sólo de aquello económico, pero ahora, con la Responsabilidad Social o la sostenibilidad, como quieran llamarlo, la sociedad exige algo más que beneficios económicos y cumplimiento de la ley. Ese algo más es lo que solemos englobar dentro del concepto de Responsabilidad Social. En este sentido, Europa entiende la Responsabilidad Social como la integración voluntaria de los temas sociales y medioambientales junto con los económicos. Es decir, una gestión de la empresa que atienda a los tres tipos de beneficios.
Por tanto, como se puede suponer, la Responsabilidad Social afecta a mucho más ámbitos que sólo al de la Acción Social. La Responsabilidad Social es cómo, efectivamente, gestiona la empresa los recursos humanos: si respeta o no la salud y seguridad laboral, si atiende al desarrollo local, si se compromete con el impacto ambiental, si anda de la mano de los Derechos Humanos, etcétera. Mientras que la Acción Social es sencillamente lo que aporta, la parte de los beneficios económicos que revierte sobre la sociedad y el medioambiente. Por tanto, de una manera sencilla podríamos decir que la Responsabilidad Social es cómo hemos alcanzado los beneficios, mientras que la Acción Social es qué hacemos con parte de los beneficios. Así, no hay que confundirlos, pues, aunque complementarios, son dos temas diferentes cuya confusión puede acarrear problemas. Una empresa o administración puede tener un programa de Acción Social muy importante y, sin embargo, no generar confianza con eso, sino todo lo contrario, risa, pues la gente puede llegar a preguntarse cómo se ha generado ese beneficio que ahora repercute sobre la sociedad o sobre el medioambiente y comprobar que no ha sido precisamente responsable.
De aquí extraeríamos una tercera idea básica que quiero clarificar. La Responsabilidad Social sólo generará confianza si la empresa, la organización o la institución se lo cree. Si no lo hace, se aconseja que no entre a tratar estos temas, pues entonces lo que produce no es confianza, sino, como he dicho, risa. Por eso, hay que tener mucho cuidado con qué se hace y por qué, pues si no se lleva a cabo esta labor de manera convencida y correcta, puede ser incluso contraproducente para la empresa al generar el efecto contrario al deseado: desconfianza continuada. La idea, por consiguiente, es que debe entenderse la Responsabilidad Social como parte de la ética, del carácter de la empresa. Porque, lejos de significados abstractos, extraños o negativos, cuando hablamos de ética hablamos del carácter, de la manera que tenemos de hacer las cosas. Por ello, una Responsabilidad Social tomada en serio debe ser parte de ese carácter de la empresa, parte de esa forma o manera que tiene la organización de hacer las cosas. Así pues, la idea es que una empresa responsable es aquella que ha integrado en su carácter, en su personalidad, la Responsabilidad Social. Por tanto, hemos de ver la Responsabilidad Social no sólo como una estratégica de marketing, sino como algo más, como parte de su carácter.
En definitiva, lo que se está pidiendo desde la sociedad es que las empresas pasen de un modelo autista de empresa, que solamente tiene en cuenta al cliente, a un modelo responsable de empresa, que se preocupa de todos sus grupos de interés. Más si cabe cuando hablamos de un sector como el de la salud, al producir éste un bien que es público, no privado, por lo que la preocupación por estos aspectos concretos es mayor. No es lo mismo vender coches, un producto que afecta a una sola persona, que vender salud, una cuestión que siempre afecta a más de una persona y, por tanto su gestión es más complicada. Por ello, hay que tener mucho cuidado en este tipo de empresas –relacionadas con la salud, la educación o la información entre otras- pues son empresas especiales y como tal deben ser tratadas.
Una cuarta idea que creo preciso destacar es que el objetivo de la empresa no es sólo la generación de valor económico, sino también social y medioambiental. Esta claro que el primer objetivo de la empresa –aunque me gusta más llamarlo motor- es el beneficio económico, sin embargo, una empresa privada que sólo mire a lo económico tiene muy pocas posibilidades de subsistir en el mercado actual. Por eso, hay que separar y no confundir lo que es el motor con lo que es el objetivo, pues son dos cosas diferentes. Los norteamericanos, que resumen muy bien estas ideas, suelen decir que dirigir una empresa pensando sólo en el beneficio económico es como jugar al tenis mirando sólo el marcador y no la pelota. Por ello, sólo el corto plazo puede permitir una empresa que mire el beneficio económico y no el social y ecológico, y más todavía cuando estamos frente a organizaciones cuyo objetivo principal es la salud. Está claro que el beneficio económico debe ser una de las preocupaciones principales de ésta, pero siempre dentro de lo que significa salud. No se puede jugar con esto, pues se crea desconfianza y eso no es bueno. El ejemplo más claro lo tenemos en la sanidad española, entre hospitales privados y públicos, pues a la gente le sigue generando desconfianza un hospital privado y prefiere ser atendido por uno público, un hecho que es debido precisamente por esta confusión entre objetivo y motor.
Por todo ello, lo que se persigue desde la Responsabilidad Social es la gestión de la confianza; no sólo de los clientes, sino de la opinión pública, de los ciudadanos y de los demás grupos de interés que rodean a la empresa, organización o institución. Mi opinión es que la clave para lograr este objetivo está en la comunicación. Sin embargo, es ésta precisamente una de las asignaturas pendientes de nuestras empresas sanitarias y de nuestra administración pública.
Nuestro grupo de investigación, que lleva trabajando estos temas de Responsabilidad Social desde hace veinte años, piensa que la única forma que tenemos de gestionar la confianza es a través de lo que en filosofía llamamos Principio de publicidad o comunicación: la confianza es directamente proporcional a la capacidad que tiene la organización de decir lo que hace y de justificarlo. Esta es la idea básica, generaremos confianza si somos trasparentes y, además, dejamos participar a los diferentes grupos de interés. Y para ello hay tres pasos necesarios que lo permiten: códigos éticos, donde se dice lo que se es y lo que se quiere hacer; memorias de responsabilidad, donde se informan de lo que se está haciendo; y comités de ética, el espacio donde se permite la participación de los grupos de interés en la gestión de la empresa, en este caso sanitaria.
Una vez aclaradas estas ideas básicas sobre RSE, el segundo paso que quería abordar son el análisis de la investigación que llevamos a cabo desde la Fundación Étnor para la Conselleria d´Economia sobre el estado de la Responsabilidad Social en las empresas valencianas. Al menos aportar algunos datos relevantes para el tema que estamos tratando aquí.
Por ejemplo, en el estudio queda reflejado que en el 2006 el 60% de las empresas valencianas nunca había oído hablar de Responsabilidad Social. Eso significa que, en primer lugar, no hay una presión social, y eso es muy importante. Si las empresas valencianas entran en estas cuestiones es bien porque hay una presión de Europa o bien porque arriesgan en ello. No existe presión social al respecto y eso es un problema que hay que tener en cuenta, sobre todo por la administración, pues implica tareas de educación y de sensibilización para corregirlo. Pero no sólo para las empresas, sino también en la ciudadanía.
Otra de las cuestiones que nos llamó la atención del estudio es que la gente diferencia muy bien entre lo que es Acción Social y Responsabilidad Social, por lo cual queda claro que la actual confusión no está en la ciudadanía, sino en las organizaciones e instituciones privadas y públicas.
Finalmente, el estudio reflejó que la Comunidad Valenciana no está ni mucho menos en un nivel inferior al europeo en cuanto a Responsabilidad Social, pues la percepción de los ciudadanos respecto a sus empresas mereció un aprobado alto. La diferencia más bien estriba entre lo que son grandes y medianas empresas. Por ello, es ahí precisamente donde las administraciones deberían dedicar tiempo en intentar corregir tal desajuste.
Finalmente, en el tercer paso quiero mostrar algunas recomendaciones al respecto tanto a la administración como a la Sociedad Civil. En cuanto a la administración pública, me gustaría señalar que, en primer lugar, ésta tiene la obligación de aplicarse a sí misma las cuestiones de Responsabilidad Social y, en segundo lugar, que tal obligación debe extenderla a sus proveedores. Afortunadamente, la actual nueva ley de educación pública permite establecer cláusulas sociales en los contratos, una posibilidad que las diferentes administraciones que están avanzando en estos temas de Responsabilidad Social ya están integrando. En cuanto a lo que respecta a la Sociedad Civil, la idea que quiero recalcar son las alianzas. Alianzas entre las empresas, las universidades y la administración. Desde mi punto de vista, creo que con estas alianzas podemos hacer que la Responsabilidad Social salga -por así decirlo- de ese barranco en el que se encuentra encallada, pues, aunque Europa sigue tirando del tema, nos falta un empuje fuerte desde dentro, desde nuestra Comunidad. Un empuje que, de momento, todavía no se ha producido o es excesivamente débil.
Como ejemplo de estas alianzas que propongo, puedo mostrar el trabajo que desde la Universitat Jaume I hemos llevado a cabo durante cerca 10 años con Unión de Mutuas, una empresa sanitaria de la Comunidad Valenciana. De este esfuerzo mutuo ha ido surgiendo a lo largo de los años un código ético, un comité de ética, la elaboración de una memoria de responsabilidad con el GRI –la cual ha logrado en sus dos años la máxima calificación, el A plus–, así como la realización de diferentes planes de Responsabilidad Social. Por eso creo que estas alianzas por la Responsabilidad Social son mucho más afectivas en esta materia que cualquier otra regulación jurídica que se pretenda realizar.
Muchas gracias.

García-Marzá aconseja a la Administración Pública que se aplique a sí misma la Responsabilidad Social

28/11/09, Patrici Calvo.

Durante su intervención ayer en la mesa redonda sobre Responsabilidad Social Empresarial en el sector sanitario valenciano, acto realizado alrededor de la Feria de la Salud y el Bienestar, el catedrático de ética de la Universitat Jaume I y miembro de la Fundación Étnor puntualizó que “la Responsabilidad Social sólo generará confianza si la empresa se lo cree realmente”. Es más, en caso de no tenerlo claro, es mejor no hacer incursiones sin sentido por una mera cuestión estética o por un estar a la moda, ya que tal acción puede ser incluso contraproducente para la organización profesional “al producir risa y, por tanto, generar el efecto contrario al deseado: desconfianza”.
Además, señaló García-Marzá que en el mundo empresarial –no así entre la ciudadanía– se está confundiendo Responsabilidad Social con la Acción Social, dos conceptos complementarios pero diferentes cuya confusión está igualmente limitando la posible gestión de la confianza por parte de la organización. La RSE trata de cómo se consigue el beneficio, mientras que la Acción Social tiene que ver con qué hacemos con parte de ese beneficio. En este sentido, si sólo miramos al qué y nos olvidamos del cómo, podemos llegar a legitimar actitudes indeseables. La idea, por consiguiente, es entender de una vez por todas que la “Responsabilidad Social es mucho más que Acción Social”. Hay que pensar en ella “como parte del carácter de la empresa o institución, de su personalidad, de su manera de hacer las cosas”.
Finalmente, García-Marzá ofreció algunas orientaciones para avanzar en la implantación y consolidación de la Responsabilidad Social en nuestra Comunidad. En cuanto a la Administración Pública, dijo que ésta tiene “la obligación de aplicarse a sí misma las cuestiones de Responsabilidad Social”, una aplicación que sirva como ejemplo al resto de organizaciones profesionales, y que “tal obligación debe extenderla a todos sus proveedores”. Y en lo concerniente a la Sociedad Civil, García-Marzá propuso las “alianzas como clave para avanzar en materia responsable”. Alianzas entre las empresas, las universidades y la Administración Pública que permitan su implantación y desarrollo: “Creo que con estas alianzas podemos hacer que la Responsabilidad Social salga –por así decirlo– de ese barranco en el que está encallada, pues, aunque Europa sigue tirando del tema, nos falta un empuje fuerte desde dentro, desde nuestra propia Comunidad».

Más allá de la Acción Social

26/11/09, Patrici Calvo.
«La situación de la Responsabilidad Social en las empresas de la Comunidad Valenciana: algo más que acción social» es el título de la comunicación que ofrecerá mañana el Catedrático de ética de la Universitat Jaume I, Domingo García-Marzá, dentro de los eventos programados en la Feria de la Salud y Bienestar de Valencia.
Su interés por resaltar este hecho se debe a la persistente confusión dentro de la red empresarial valenciana entre Responsabilidad Social y Acción Social. De manera generalizada, tiende a verse la RSE como el acontecer de acciones única y exclusivamente filantrópicas por parte de las empresas. Unas acciones destinadas a la mejora y el desarrollo de su entorno social y medioambiental cuya implementación es posible gracias a la aportación de una parte del beneficio económico que ésta logra generar mediante el desarrollo de su actividad. Sin embargo, la RSE es mucho más que filantropía. La RSE trata de cómo se consigue el beneficio, no de qué se hace con éste. Persigue orientar para que la creación de valor en la empresa esté justificada, sea sostenible y no quede reducida a la maximización de beneficio económico, expandiendo sus fronteras hacia el terreno de lo social y lo medioambiental. Por tanto, puede decirso que la RSE navega en el nivel de lo exigible, mientras que la Acción Social lo hace en el nivel de lo aconsejable.
Así, y ante la actual coyuntura de crisis, la diferenciación entre RSE y Acción Social es hoy más importante y necesaria que nunca, puesto que, mientras se sigan confundiendo ambos conceptos, muchas organizaciones profesionales continuarán pensando que la maximización de valor económico -independientemente de los medios que se utilicen para ello- queda justificada siempre y cuando se done de manera altruista parte de los beneficios acumulados a causas sociales o medioambientales, aunque la concreción de tal fin requiera del no seguimiento de las normas nacionales e internacionales o del no respeto a los Derechos Humanos entre otras cosas.
Una empresa responsable, por tanto, es aquella que logra generar valor en los tres campos descritos y de manera sostenible, y eso es exigible. Qué se haga después con ese valor es algo que podemos aconsejar, pero no exigir.

Hora: 11:30
Lugar: Feria de Valencia
Entrada: libre

Domingo García-Marzá participará en la mesa redonda sobre «RSE en el sector sanitario valenciano»

El catedrático de Ética de la Universitat Jaume I, Domingo García Marzá, participará el próximo 27 de noviembre en una mesa redonda sobre ‘Responsabilidad Social Empresarial en el sector sanitario valenciano’. La pretensión de la mesa es mostrar las políticas de RSE que se están llevando a cabo en diferentes organizaciones sanitarias de la Comunidad Valenciana con el fin de delimitar la repercusión que tal actitud responsable está teniendo en el desarrollo de la propia Comunidad.
El acto, que tendrá lugar a las 11:30 horas en el Centro de Eventos de la Feria de Valencia y que se incluye dentro de los actos programados en la ‘Feria de la Salud y el Bienestar ‘, es de acceso libre, aunque requiere de previa inscripción en la web www.healthvisors.com/inscripcion.html para poder asistir.
Más información en: